Capítulo 22: El Batman De Robin.

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El estado de Fang contaba con sus propias playas, pero el municipio de Catlán donde entonces vivía, se hallaba alejado de estas, por lo que planear una cita romántica en la playa con Batto, se convirtió en un verdadero reto

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El estado de Fang contaba con sus propias playas, pero el municipio de Catlán donde entonces vivía, se hallaba alejado de estas, por lo que planear una cita romántica en la playa con Batto, se convirtió en un verdadero reto. A pesar de eso, pude encontrar la forma perfecta de llevarlo ahí y hacer que ese momento que tanto había esperado, fuese mucho más especial.

El señor Arturo, antes de convertirse en pescador y vendedor de mariscos en el mercado del barrio Vilos, había trabajado por años en mudanzas. En aquel tiempo contaba con vehículos de distintos tamaños, desde pickups, hasta camiones pesados. Después de que todo cambiara, Arturo vendió todo lo que tenía, quedándose únicamente con un pickup que él mantenía bastante bien cuidado y que le seguía sirviendo para trasladarse a la costa, precisamente, para hacer su respectiva pesca.

Días atrás había planeado hacer la cita con Batto en el típico mirador donde solíamos ir para estar solos, pero tras el inconveniente con los papás de Rodrigo, tuve que cancelarlo y el chino lo entendió inmediatamente, diciéndome que ya tendríamos la oportunidad de salir. Aquella trágica situación para el barbudo, me permitió posponer mi plan de pedirle noviazgo a Batto, y terminó siendo algo bueno porque después de dejar a Rodrigo en su casa para descansar y tomar luego camino a disculparme con el chinito, pasé saludando al señor Arturo, a quien le conté cómo había ido ese día.

Finalmente, después de ponernos al día, Arturo me comentó que el día martes veintitrés de abril, iría a la costa. Fue la ocasión perfecta para pedirle que me llevara con él, junto a Batto, y mientras él pescaba y compraba su mercadería, yo aprovecharía para visitar otros lados de la playa para llevar a cabo el esperado momento de mi relación con el chinito.

En auto, el viaje no era demasiado largo, nos tomaba al menos una hora de camino, por lo que me dio tiempo de hacer todo, antes de salir de Vilos y, posteriormente, el resto de la sorpresa al regresar de la costa.

Estábamos los dos sentados sobre la arena húmeda a la orilla del mar, apreciando el hermoso color de las aguas del Caribe. Aunque ese día era lunes, yo me encontraba disfrutando de mi tiempo con Batto sin ninguna preocupación porque había pedido cambiar mi día libre para esa mañana. Él se veía realmente feliz por haber salido de la rutina del mercado, tener un nuevo respiro y salir de todas esas cosas que nos causaban estrés.

En esa escena, Batto, a pesar del calor de la playa, utilizaba una camisa deportiva de mangas largas, lo que me pareció extraño y sofocante, le alenté a quedarse sin camisa como yo lo estaba, pero no pude convencerlo. Quizá se sentía inseguro de su cuerpo, o a lo mejor le daba miedo quemarse mucho con el sol, siendo que su piel era bastante muy clara.

Durante nuestra tranquila visita, el chino permaneció con su cabello recogido hacia atrás, sin taparse el rostro como lo hacía siempre. Pude notar que después de haberle hecho el comentario de lo lindo que se veía y lo mucho que me gustaban sus ojos, él empezó a dejar de cubrirse con su pelo cuando estaba conmigo. Fue un gran detalle de su parte porque me demostraba que sabía lo que me gustaba de él, y eso me hacía sentir complacido. Aunque él todavía no me decía las cosas que le gustaban de mí, o incluso las que le disgustaban, yo por mi lado lo entendía. Su manera de ser era así y no podía presionarlo a ser más expresivo, y tampoco quería hacerlo sentir de esa manera.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora