Capítulo 16: Costal De Papas.

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Apenas desperté, tomé mi teléfono para llamarle a Ariel para pedirle que me concediera dos semanas de descanso

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Apenas desperté, tomé mi teléfono para llamarle a Ariel para pedirle que me concediera dos semanas de descanso. No le expliqué las razones porque no quería enterarlo de la relación que tuve con el alcalde fuera del circo. Iba a tomar el dinero que este último me dio, como si fuese mi paga del Ubulili por esos quince días.

Además de descansar por lo del día anterior, también necesitaba pasar más tiempo con mi mamá y la Jeimy, y también visitar más seguido a Tadeo y a Eugenia que ya eran parte de mi familia de nuevo. Afortunadamente, Ariel no se pudo negar; sabía que en lo que llevaba de tiempo trabajando de prostituto, le había hecho ganar suficiente. La mayoría de los tickets que pagaban por mí eran del nivel premium, todavía nadie pagaba uno negro por ninguno de nosotros, pero los de diamante de cualquier forma eran costosos.

La noche anterior, el alcalde me dejó cerca del Ubulili, y fue desde ahí de donde yo me dirigí a casa en completa soledad, siendo ya un poco tarde. Tuve que decirle a mi mamá que me había puesto un poco mal en mi espectáculo para que no me cuestionara más y me pudiese ir a dormir. Aunque se preocupó, entendió que no había sido tan grave.

Salí de mi cuarto hacia el baño del pasillo para lavarme la cara. Afuera no había ruido, como si mi mamá todavía no hubiese regresado de dejar a la Jeimy en la escuela. Revisé la hora en mi móvil y ya eran las nueve, por lo que asumí que ella tenía que haber llegado desde hacía más de una hora. Después de cepillarme los dientes, la busqué por toda la casa y no hallé rastros de ella. Quería avisarle que iría al banco, pero no pude. Iba a cambiar el cheque que Güido me dio. Me cambié pronto, y me fui.

Cuando regresé del banco, decidí pasar a la casa de Rodrigo, quería disculparme por dejarlo el otro día en la cafetería sin explicarle mucho. Fue maleducado de mi parte haberlo invitado a salir y dejarlo solo de repente. Desde esa escena, Rodrigo y yo no nos habíamos topado en el circo, y pensé incluso que él lo estaba haciendo a propósito, quizá porque estaba molesto. Y con razón.
     — ¡Cabrón! ¿Ahora sí me vas a decir por qué chingados te fuiste así todo pendejo? —Me recibió con esa pregunta al tocar la puerta de su apartamento, fingiendo una cara de enojo que me causó gracia.
     — ¡Perdón, cabrón! —Dije, soltándome a reír—. Tenía que seguir a Tadeo...
     — ¿Quién chingados es Tadeo?
     —Una larga y culera historia —contesté.

A Rodrigo ya le había tomado cariño y también confianza. Al principio sentía que era muy engreído, y sí que lo era, pero entonces era un gran amigo para mí. Ya habían sido varios días en los que Ariel me nombraba como el mejor de la noche en el circo y a él no le molestaba, al contrario, él mismo me felicitaba. Aunque, si había alguien que no se enorgullecía de mis logros, era el Geovanni y no entendía por qué, pero se enojaba al enterarse. De todos modos, cualquiera podía serlo porque todos teníamos la capacidad artística para lograrlo.

Por toda esa confianza fue que no tuve ningún problema en abrirme con él y contarle todo el asunto de mi hermano y de que Eugenia me abandonó cuando tenía cuatro años. Habíamos hablado de muchas cosas en el tiempo que teníamos de conocernos, pero nunca le conté esa parte porque simplemente no lo vi necesario. El barbudo se mostró amable conmigo dándome su apoyo y también contándome un poco más de él. Después de lo que sabía de su historia, de cómo llegó al Ubulili, yo me sentía un poco más conectado a él. Añadió que su familia seguía viviendo en Taitao, pero que no los visitaba porque a ellos no les había importado cuando él se marchó de casa a vivir con David. Además, algo que no me dijo antes, fue que un par de veces, antes de las cirugías, lo vieron con mi primo por Abatatu y que le armaban un escándalo porque estos iban tomados de las manos. Después de cómo se comportaron con él, el barbudo dijo que él aún les pasaba gastos, porque al final de cuentas eran sus padres y él los quería.
     —Cuando me vieron ya con las cirugías y la barba y todo, hicieron comentarios culeros como que por lo menos me había operado para ser hombre y no para ser mujer y mierdas así —contó.
     —Nada homofóbico de su parte... —dije sarcástico.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora