Capítulo 7: Tres, Tal Vez Cuatro.

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Cuando tenía tres, tal vez cuatro años; la verdad es que apenas recuerdo un poco de ese día y de mis días antes de que todo cambiara, pero tengo muy presente lo más relevante, como que ella nos dejó en esa tienda de videojuegos, a mí y al Tobby, q...

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Cuando tenía tres, tal vez cuatro años; la verdad es que apenas recuerdo un poco de ese día y de mis días antes de que todo cambiara, pero tengo muy presente lo más relevante, como que ella nos dejó en esa tienda de videojuegos, a mí y al Tobby, que era mi perrito; hacía cuatro años que se había perdido en Gahona, nunca lo encontré.

Mi verdadera madre, si la memoria no me falla, se llamaba Eugenia. No estoy seguro de eso, pero ese era el nombre que me venía a la mente cuando hablaba de ella. Yo estaba tan pequeño que no pude mover ni un dedo para impedir que se fuera, solo vi su cara en la parte de atrás de la puerta, alejándose. Se iba sin decir nada.

Todo eso pasó en un abrir y cerrar de ojos porque, de lo poco que recuerdo, ella me metió a la tienda para que buscase las juegos que quería ver. De pronto, oí la campanita que sonaba cuando la puerta se abría, me miró sin expresar nada en su cara y se fue corriendo. Ni siquiera pude correr tras ella y como era un niñato todavía, no hice nada más que gritarle. La gente lo vio, de eso estoy seguro, pero nadie hizo nada.

Una señora de piel morena clara y cabello castaño ondulado entró por la puerta y miró la escena donde un niño estaba llorando desconsolado abrazando a su perrito, preguntó qué había pasado y la gente chismosa le contó lo que acababa de ver. Ella me abrazó y me dijo que todo iba a estar bien, y se presentó conmigo.
     —Yo me llamo Millaray, pero me puedes decir Milla —me sonrió poniendo su mano en mi brazo para acariciarme, eso me calmó—. ¿Tú cómo te llamas? —Continuó con la misma alegría.

Seguramente no estaba alegre por ver que una mujer había dejado tirado a su escuincle, pero ella quería transmitirme seguridad.
     —Me llamo Robin y él es Tobby, y quiero ir con mi hermano y mi mamá —sollocé.
     —Lo sé. ¿Quieres que te lleve con alguien que nos ayude a buscarlos? —Asentí.

Salimos de la tienda ante la mirada de las personas chismosas. Nadie impidió que me llevara, y yo acepté, aunque no era para nada confiado, pero estaba asustado

Cuando casi llegábamos a la estación de la policía comencé a llorar de nuevo, dando lata como siempre. Le dije que me daba miedo que me llevaran los oficiales. Al darse cuenta que era en serio, porque del puro susto me había orinado en la pantaloneta, me llevó a su casa, prometiéndome que me iba a echar la mano para encontrar a mi mamá y también que no me llevaría con la policía. Y bueno, darle un poco de comida a Tobby.

Millaray luchó por muchísimo tiempo por devolverme al que antes era mi hogar, pero le fue demasiado difícil, pues ella vivía en otra parte del estado de Gahona. Eugenia había pensado muy bien lo que hacía, viajó conmigo hasta otro municipio para que fuese más difícil dar con ella. Para la edad que yo tenía, apenas me sabía mi nombre, pero no el nombre completo de mi madre, lo que hacía más difícil dar con ella, además, tampoco me sabía una dirección o un número de teléfono.

Las cosas fueron complicadas para devolverme a mi familia, pero finalmente, un día Millaray logró ponerse en contacto con Eugenia. Ella no me dijo con exactitud todo lo que pasó, pero años más tarde me confesó que Eugenia le había concedido todos mis papeles, llegando al acuerdo de que Millaray se encargaría de mí porque Eugenia no se sentía capaz de continuar con esa carga que yo representaba. Fue duro en aquel tiempo, pero no me deprimió porque Millaray estuvo siempre conmigo y me dio la vida que evidentemente Eugenia no me dio y no quería darme.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora