Capítulo 19: Pagar Por Consuelo.

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Ismael entró a mi camerino

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Ismael entró a mi camerino. Nuevamente estaba borracho y con los ojos hinchados. Ya era parte de él estar así, y si un día se presentara contento y sin un trago de alcohol encima, sería un milagro. O no sería él.
     — ¡Hola, Robin! —Saludó.

Sin esperar mi respuesta se tiró a la cama como siempre lo hacía, pegándose en la cabeza con la pared. Esa vez estaba más ebrio que de costumbre. No tenía por qué juzgarlo, pero, parecía que no tenía pantalones para presentarse conmigo sin tener que embriagarse para hacerlo.

Tomé asiento a su lado en la cama, intentando ver de qué categoría era el ticket que había comprado, pero no pude encontrar nada. Quería darle tiempo a que él hiciera las cosas a su antojo, no lo iba a presionar con preguntarle qué servicios quería. Usualmente no había nada de sexo, pero no tenía la certeza de que siempre iba a ser así.

Me miró fijamente a la cara por un rato, sin parpadear. Después cerró los ojos y vi cómo las lágrimas le salían sin cesar. Fue ahí donde intervine porque lo vi muy afectado. No era buen consejero ni nada por el estilo, pero era un amigo y los amigos se apoyan, aunque solo lo fuésemos ahí, en ese camper.
     — ¿Estás bien, Ismael? —Abrió los ojos. Levantó la mano para limpiarse las mejillas y después hablar.
     —No —musitó, despegando su torso de la cama para quedar sentado al igual que yo—. Mi ticket es diamante —dijo, sacándolo de la bolsa de su saco—. Pero no sé si me aceptas no hacer nada y solo platicar, otra vez —pidió, riéndose con pena.

Me pareció extraño porque las veces que había llegado, aunque no siempre cumplía con sus tickets, al menos me pedía besos, caricias y compañía, nunca había querido hablar, tener una conversación y desahogarse. Esa vez estaba bajoneado y no quería nada físico, solo hablar. No me negué porque al final de cuentas el ticket ya estaba pagado y servía para darme un descanso del trabajo.
     — ¡Claro! Yo te escucho todo lo que quieras hablar —contesté—. Solo te pido que nadie se entere de esto, ya sabes —asintió.

Una vez quedando en un acuerdo, ambos nos pudimos sentir más en confianza, él para contar eso que lo llevaba ebrio hasta el Ubulili, y yo para escucharlo abierto sin perjudicar mi empleo.
     —Soy Ismael Carbajal, y mi familia tiene un chingo de dinero —empezó—. Todos los problemas que pasan, los resuelven con dinero y a mí eso me da igual —vi su manzana de Adán bajar y subir mientras se tragaba los nudos que tenía atorados en la garganta.
     — ¿No te importa que resuelvan sus cosas con lana? —Intervine solo para que notase que le estaba prestando atención.
     —No, yo digo que no me importa el dinero —contestó—. Desde que tengo memoria me han llenado de puros lujos, pero no me han dado una mierda de atención.

Era una situación que pasaba muy seguido en un estado como Fang porque las personas de allí no están acostumbradas a convivir con gente "fina" como sucede en Gahona, y apenas tienen dinero, ya se creen los dueños del estado. Todo lo resuelven así, con dinero, justo como los papás de Ismael. Se agrandan, se elevan solos, y encuentran su privilegio como sinónimo de superioridad, algo que pocas personas pueden alcanzar en ese estado, y quizá sea cierto, pero tampoco es como si Fang no tuviese oportunidades para ser un estado más rico. En realidad las personas no siempre morían de hambre, se podía vivir dignamente, excepto si realmente eras de lugares específicos donde los gobernantes se hacían de la vista gorda.

Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora