Capítulo 44

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Alexander Barbieri

Detesto cuando no puedo hacer las cosas por mí mismo para que salga a mi manera, pero es ponerle frente a esto y dejar que me maten o dejar que mis hombres cumplan mis órdenes y que salga todo mal, claramente la segunda opción ya que yo no me voy a dejar matar sin acabar con Dante Lombardo.

Tengo la mente en blanco y no sé cómo realizar mi próximo movimiento ya que a mi querida sorella se le ocurrió traer a la mocosa del Lombardo menor, cuando lo único que quería ahora, era a mi hija conmigo ya que su madre está aquí; esa es otra que me tiene al borde de la locura, reprochándome el tenerla aquí encerrada como si fuera mi prisionera, pero no tengo más remedio y irse de mi vida no va a ser una opción en esto. Cueste lo que cueste Leonor va a estar conmigo siempre.

Ella sabe que si la tengo aquí no la voy a dejar y menos cuando se que tenemos una hija de por medio, también sabe que a pesar de que la abandone la amaba, bueno lo hago, pero eso es algo que no le voy a decir por ciertas razones que me tienen trazumado.

Tengo muchas mujeres de las cuál disfrutar y lo hago, pero como Leonor Bennett ninguna.

—¡Cállala! — Le grito a Amadea que es como en realidad se llama mi hermana y no el estupido nombre de Ana. Nunca estuvo involucrada en los negocios de la familia ni era conocida, pero como quiera me encargue de que su nombre y apellidos fueran cambiados para no tener sospechas de nada—. Cállala de una vez, haz cuidado de esa niña en todos estos años, no me vallas a decir que no sabes.

—Es tu nieta— Dice y dirijo mi mirada a ella enderezando el cuerpo—Lo... lo siento, Fratello.

—¡Que no se te vuelva a ocurrir decir eso porque sabes que no es así! — Le grito y la mocosa se asusta junto con ella— Sabes que esa niña no es nada mio y si vuelves a decir una mierda así.

—Franchesco... — Dice, pero calla al notar el error que cometió.

—No vuelvas a mencionar a ese maldito traidor en mi presencia, Amadea — Le grito— ¿A caso quieres morir al igual que el? Sabes que el fue un traidor y dejo de ser mi hermano y un Barbieri cuando se metió con mi mujer y me vendió con Lombardo hace muchos años, no es digno de ser llamado así.

—Yo...

—Recuerda que a ti también te puedo matar, pero por boca suelta y ya llévate esa mocosa o... —Sabe que el pulso no me va a temblar a la hora de hacerlo.

—¿Alexander que son esos gritos? — Entra por la puerta sin pedir permiso, como siempre, la mujer que menos soporto, pero que no puedo matar porque me tiembla el pulso en el intento. Como la tengo aquí, hace lo que se le da la gana como y cuando se le de y yo simplemente no puedo hacer nada, ya que no estoy para andar peleando con una mujer que al parecer cree que me parió.

—¿Quién es esta mujer, Alexander? — Cuestiona con el ceño fruncido, empezando el drama.

—Vete, Leonor — Le digo entre dientes.

—No — Me encara, si que tiene valor— No voy a aceptar que me tengas aquí encerrada a la fuerza y también aguantar que traigas a una mujer y una pequeña ¡No voy a aguantar eso, Alexander! —Me llama por mi nombre sabiendo que no me gusta, pero no le importa.

Me quedo callado y eso la enfurece más, haciendo que, de varios pasos hacia mí, quedando frente a frente. La niña sigue llorando, desesperándome.

—¡Responde! — Grita, levantando la mano para golpearme y exploto

—¡Es mi hermana y secuestro a la niña! — Retrocede, pero no porque le haya gritado, sino porque ahora está el doble de furiosa y su mirada se dirige hacia Amadea, llameante.

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