Gian—Necesito que te quedes aquí — Le digo a Nick, es un jodido dolor de huevos — No quiero que corras peligro y mientras te crean en el más allá, mejor.
—Tienes que dejarme ir contigo — Dice y a sé por dónde viene— No puedes hacer que me quede aquí, mientras te cae toda la mierda a ti solo.
—Estas vivo de casualidad y me vienes con que te ponga a correr peligro otra vez, estas loco Nicholas —Creo que la bala que recibió en el antebrazo le afecto el cerebro si cree que lo voy a dejar exponerse otra vez.
Joder, me asusté cuando lo vi sangrar en cantidad, es un idiota, pensaba que se había puesto el chaleco antibalas mal o cualquier cosa, pero resulta que una de las balas le dio en un brazo y solo estaba inconsciente por los impactos que sintió y por el miedo que se traía.
Escucho ruido fuera del hospital militar del cual tengo acceso y del que Nicholas también tiene, la voz de la novia de mi amigo llega a mis oídos.
—Si, y yo ya me voy porque no quiero estar aquí para cuando te empiece a pelear y después se coman como locos — No espero repuestas y salgo de la habitación a paso apresurado, viendo a Nashla con uno de los doctores.
Observo mi teléfono como lo he hecho las tres horas que tengo aquí en el comando, mis hombres están dándoles seguimiento a los tipos que atentaron contra Nicholas, pero no han llegado hacia donde quiero que lleguen, al lugar en el que esta esa rata con mi hija.
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Tomo directo de la botella de whisky sin moderación, tengo todos los problemas encima y el que no tenga a mi hija conmigo me tiene al borde de la locura, no he tenido tiempo de dormir, comer o tan siquiera respirar bien, la cabeza me va a explotar con las punzadas que me dan frecuentemente.
Me llevo el cuarto cigarrillo a la boca, perdiéndome en mis pensamientos.
Ya he buscado hasta debajo de las piedras donde se esconde la rata de Barbieri con mi hija, necesito tenerla conmigo, necesito a mi pequeña Sofia diciéndome papito y queriendo que la lleve donde su mamita y haciéndome berrinche cuando le niego algo, extraño a mi princesa.
—¡Gian! — Volteo hacia Renzo quien me observa mientras disfruta de las mujeres que tiene a su alrededor—. Te estoy averiguando la ubicación con uno de mis hombres que se quedaron con Barbieri, pero que son leales a mí. Pronto tendrás a tu hija contigo, pero tomado no vas a servir para nada.
—Espero que me des resultados y deja de meterte donde no te llaman.
—Llevas tres botellas y al paso que vas, caerás en un coma etílico— Observo la mesa con las dos botellas vacías y me levanto, llevándome la botella, necesito a Andrea, la necesito ya.
Abordo un de las camionetas yéndome directamente a la mansión, necesito ducharme, estar con mi mujer y planear donde mas tengo que buscar a mi hija porque las ideas se me han acabado y voy a parar a un manicomio si no encuentro a Sofia a la de ya.
Aparcan y salgo, dejando la botella en el auto, no me quiero topar con los gemelos y menos como estoy, siempre que me ven me preguntan por Sofia y no se que decirles porque yo también quiero saber donde estas, si está bien, si ha comido algo, si ha dormido.
Esto me esta consumiendo y me esta trayendo recuerdos de cuando perdí mi madre, la nostalgia es peor y aunque mi hija este viva, esta lejos de mi y corriendo peligro, cada minuto que pasa me debilita más.
Me adentro a la mansión yéndome escaleras arriba, pero la voz de mi abuela me detiene y volteo hacia ella, observándola desde el lugar donde estoy.
A pesar de los entrenamientos con mi padre, ella me enseño a ser fuerte mentalmente, a siempre tener las barreras en alto y no perder nunca la cabeza.
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Il Casino Che Siamo
RomanceAndrea pensaba que iba a pasar la noche entera llorando el día de esa fiesta porque su novio la había traicionado con su mejor amiga. Lo que no sabia era que minutos más tarde terminaría rescatando de un secuestro a un guapo chico de ojos verdes, qu...