Capítulo 1

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Cómo odiaba Harry esas estúpidas fiestas del Ministerio de Magia.

Era verano, época de fiestas, y allí estaba él, siendo invitado a cada tonta gala y fiesta de beneficencia que el Ministerio se inventara; como siempre, era remarcado qué tan importante era su presencia, como sería de inspiradora, lo bien que sería para la comunidad mágica saber que apoyaba este evento, y bla, bla y bla.

Afortunadamente, ya pasados algunos años de la Guerra, se habían acostumbrado a que asistiría sí y solo sí él sentía que lo ameritaba el caso.

A veces Ron le suplicaba que por favor asistiera, ya que estando comprometido con Hermione, y siendo ella empleada importante del Ministerio, pues era inevitable que ella estuviera allí, y él con ella. Pero mientras ella estaba ocupada con sus relaciones personales ministeriales, él languidecía de aburrimiento o se dedicaba a comer en exceso, cosa que tampoco era demasiado buena para su salud, no digamos su apariencia y su trabajo como Auror.

Pero Harry solo cedía a veces.

Por algo se había mudado fuera de Londres. El Número Doce de Grimmauld Place era su residencia de Londres, allí se quedaba cuando algo ameritaba su presencia en la ciudad. Pero Harry era feliz en su vida pacífica, ni siquiera vivía en un pueblo. Su casa era muy parecida a como pensaba había sido la de sus padres en Godric Hollow, pero fuera del pueblo más cercano. Cálida en invierno, fresca en verano.

Como compañía, un perro. Sí, un perro, no un crup como era lo común entre los magos.

Un perro como el que soñaba tener en su niñez, y que aunque no se lo reconociera ni a sí mismo, le recordaba a Sirius y su cariño inmenso. Negro, de mirada inteligente, alegre y juguetón. Bean lo había llamado, tanto por el famoso personaje de la televisión como por su color, y era su compañero desde hacía dos años.

Eso si no contábamos al gato (sí, un gato, no un Kneazle), esa malcriada, peluda y orgullosa gata era la cosa más prepotente del mundo, solo se acercaba a él si lo deseaba, no si Harry se lo pedía, solo comía ciertos tipos y determinados alimentos para gatos, de específica marca y de forma remilgada, sin ensuciarse ni un bigote y con un lamido de patas posterior con pose de reina. A Harry le causaba mucha gracia tanta altivez en un animal y la amaba así como era, sobre todo porque había llegado por su propia cuenta y nunca se volvió a ir, además, a veces le recordaba a cierto personaje de su infancia, y es que si hubiera sido macho, lo hubiera llamado Draco solo para hacer burla de su antiguo enemigo público, pero como era hembra, se llamaba Paris, porque según Harry, más glamur era imposible tener.

-*-

Esa noche, Harry pasaría buscando a Neville para la fiesta. Su amigo, soltero igual que él, y que también se sentía obligado a ir, tampoco quería llegar solo. Es que con los años Harry y Neville se habían vuelto grandes amigos.

Aunque considerado también un héroe, Neville seguía siendo ese muchacho bueno y noble que había conocido en Hogwarts, y que a medida que había ido profundizando su amistad, se había dado cuenta de que le hubiera gustado haberlo conocido mejor en esos años, porque Neville era un amigo que no solo sabía escuchar, sino que si confiaba en ti, podía conversar por horas, que respetaba tu opinión, era tolerante y cálido, y no se atrevía a dar opiniones y consejos si no eran solicitados, pero cuando lo hacía, siempre era con el corazón puesto en ello y con las mejores de las intenciones.

Y estando el tiempo de Ron ahora mucho más comprometido con su relación con Hermione y todo lo que involucraba, pues muy buena había sido la fortalecida amistad de Harry y Neville. Éste, en realidad, había estado un poco solo en sus años de Hogwarts, ya que de los otros chicos Gryffindor de su edad, Seamus y Dean, eran tan inseparables como Harry y Ron, y Neville, Harry había entendido, siempre se había sentido un poco sobrante o fuera de lugar.

Mucho de Orgullo y Bastante de PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora