Capítulo 43

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Harry volvió a su rutina de sus paseos, cuidar de sus niños, sus finanzas y a sus visitas con Penélope Clearwater.

Su Sanadora se alegró de verle contento pero le pidió que no bajara la guardia. Si bien es cierto que estaba muy animado de haber pasado tiempo con Neville y su nuevo amigo Theo, Harry prontamente podría encontrarse desprevenido con que extrañaba de nuevo a su mejor amigo y ahora con más fuerza por haber pasado tiempo con él.

Harry se dio cuenta de que Penélope tenía la razón. Sus pesadillas y sueños recurrentes, que habían estado ausentes en sus pocos días en Francia volvieron, también esa sensación de un horrible peso – o vacío desgarrador – en el pecho que hacía que a veces le costara respirar. Esta vez, Harry intentó con toda su tenacidad no caer en la trampa de enterrar lo que sentía con trabajo hasta olvidarse de comer, y por su bien y el de sus hijos, hizo lo posible por hacer sus paseos, comer sano, tomar líquido y de no faltar a sus citas.

Sin embargo, se esforzó en no descuidar sus actividades. Lo peor fue la visita con Aiko a la Dirección donde se sintió de nuevo como en el despacho de McGonagall, pero no taladrado por los ojos de su antigua Jefe de Casa sino de la Señorita Meyers, una anciana estricta, bajita y de cabellos grises que tenía la intensidad de la mirada de la Profesora, y que le dijo que en su Colegio no se toleraba la violencia y que si Aiko persistía, a la tercera detención por violencia sería expulsada.

Harry no intentó quitarle la responsabilidad a su hija, escuchó concienzudamente a la Directora, le prometió hablar con su ella, y si era necesario, llevarla a terapia de conducta para detectar el problema, lo que pareció tranquilizar enormemente a la vieja directora, pero también preguntó si se habían tomado medidas con el niño que había molestado a Aiko, a lo cual la Directora indicó que así era mirándole con el ceño fruncido. Esta vez, Harry no se dejó intimidar, recordando que algunos profesores podían ser subjetivos, sobre todo por lo mucho que lo había vivido en carne propia. Solo quería que su hija recibiera el trato justo y que su oponente también.

Luego, Harry dejó que Aiko hablara nuevamente con la Directora y no la interrumpió aunque sintió su corazón doler por su hija al verla avergonzada. Harry notaba que a pesar de sentirse apenada, Aiko sentía que había defendido lo correcto y que en esto no iba a ceder tan fácil en evitar una pelea si la volvían a atacar.

Harry suspiró y deseó que todo esto se pudiera resolver. Si tenía que buscar otra escuela para su hija separada de sus hermanos, no solo crearía caos para sus cuidadoras y para él, estaba seguro de que le haría mucho daño a la niña en su autoestima.

Harry fue luego a comer con su querida Aiko, ellos dos solos, habló con ella, le explicó por qué estaba mal lo sucedido y lo que esperaba de ella, habló claro y sencillo, además, le confirmó que estaba castigada y que una transgresión más la dejaría fuera del equipo de futbol. Aiko lo miró ansiosa cuando oyó esto y Harry sintió su corazón doler, pero sabía que su hija tenía que estar clara de las consecuencias que traía el uso de la violencia aunque pensara que tuviera la razón al defenderse.

Sin embargo, Harry le pidió que por favor, le hablara si era víctima de violencia o bullying en la escuela aunque sabía que las posibilidades de que los niños le contaran esto a sus padres no eran muy altas. Él mismo había sido víctima de la violencia infantil, y ni en la escuela Muggle ni en Hogwarts había contado con un adulto que le ayudara, simplemente, se había tenido que arreglar como mejor pudo, y no siempre de la mejor manera, pensó al recordar tristemente el suceso del baño de Myrtle.

A pesar de todo, Aiko se mostró feliz con el uniforme oficial del equipo de futbol de Japón que le compró en Francia y que en Londres no logró conseguir de su talla. La sonrisa y el abrazo de la niña valían un mundo para Harry y le alegraron el resto del día.

Mucho de Orgullo y Bastante de PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora