Capítulo 4

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Al día siguiente, Harry sentado en la mesa de su cocina leía el Profeta mientras tomaba café. En cierta forma, era gratificante ver que su foto no estaba más realzada que la de los representantes de los Ministerios. Toda la atención se centraba en Draco Malfoy.

Draco Malfoy y sus acompañantes, debía decir. Desde los artículos sobre Política, Economía y Finanzas, hasta los de Moda y Espectáculos, abarcaban temas relacionados con Malfoy, su inversión económica en Inglaterra, su posible asistencia a futuros eventos, la ropa que vestía Malfoy – y sus acompañantes – su participación en las futuras presentaciones culturales. Todo El Profeta era sobre Malfoy. Harry sonrió por la ironía recordando cómo Malfoy le solía restregar en cara su supuesto deseo de llamar la atención y ser publicitado en el Profeta.

Honestamente, no se podía negar que las fotos no le hacían justicia. Malfoy en persona había lucido imponente y Harry no era tan tonto como para negárselo a sí mismo.

Suspirando, dejó el periódico en la mesa y salió a su paseo matutino con Bean por el bosque cercano.

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Harry había sido invitado ese día a almorzar con Ginny. Aunque su relación amorosa fue un fracaso y básicamente fue ella quien lo dejó, con los años, ambos habían forjado una amistad y una camaradería que era más cercana de lo que fue alguna vez la suya con Hermione. De alguna forma, el carácter y la personalidad de Harry era más compatible con la alegre y enérgica Ginny que con su estudiosa y algo refunfuñona amiga del Colegio. Ginny le había indicado que se encontraran en el Londres Muggle en un Mall. Ella, quien había crecido un poco aislada en la Madriguera, ahora que era adulta se sentía encantada por el mundo Muggle, cosa que a Harry le hacía mucha gracia recordando el excéntrico gusto de Arthur Weasley por todo lo Muggle, solo que a ella realmente le encantaban los centro comerciales, los cines, la ropa, las tiendas, los artefactos eléctricos del mundo no mágico, y ya no era una ignorante en el tema como solía ser su padre, en el Londres Muggle, Ginny se sentía a sus anchas, y mucho más en un centro comercial.

Habiendo quedado encontrarse en la parte de comidas luego de que Ginny saliera de su entrenamiento con las Harpías, Harry deambuló un poco pensando qué podría comer esta vez, de repente, oyó que Ginny lo llamaba.

"¡Harry!", éste se volteó y la vio venir, radiante y hermosa; vestía ropa deportiva pero esto no ocultaba para nada su maravillosa figura, su sonrisa era inmensa cuando caminaba hacía él. "¿Te hice esperar mucho rato? ¡Qué alegría verte mi querido Harry!"

Harry sonrió y se acercó a ella para acortar la distancia entre ambos. "¡Hola, Gin! No, tranquila, apenas si llegué también. ¿Cómo has estado? Te ves súper bien". La miró sonriendo, alegre por verla tan radiante.

"Oh, estoy muy bien", lo abrazó fuerte. Harry disfrutó su aroma a flores, ese que siempre salía de su cabello. "¿Cómo estás tú? Te vi en las fotos del Profeta, estabas guapísimo", dijo riendo cómplice. Harry se ruborizó un poco.

"Oh, bien, bastante bien, de hecho. Gracias. Pensé que me aburriría y me iría pronto, pero como viste en la prensa, fue todo un acontecimiento" dijo Harry mirándola de soslayo.

"¡Ay si! ¡Tienes que contarme todo! Pero primero busquemos qué comer ¡Me muero de hambre! ¿Qué te gustaría? ¡Yo invito, claro!", dijo Ginny señalándose a sí misma.

"Pero Gin...", intentó discutir Harry.

"No, no acepto un no por respuesta. Yo te invité, yo pago. Tú puedes comprarme un postre luego", dijo haciendo un mohín. Harry rió.

"Está bien", dijo sabiendo que no había caso en discutir con ella. "En verdad, hace mucho que no me como una hamburguesa, me gustaría una con papitas fritas", dijo sonriéndole cariñosamente al ver su cara de entusiasmo.

Mucho de Orgullo y Bastante de PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora