Capítulo 7

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Al día siguiente, Harry se levantó un poco más tarde de lo usual. Las pesadillas y los eventos del día anterior lo habían dejado un poco cansado y no se podía decir que hubiera descansado lo suficiente.

Sin embargo, fiel a su pacífica rutina mañanera, paseó por el bosque con Bean quien correteó alegre, siguió rastros por la hierba y ladró a una liebre escurridiza mientras Harry sonreía, observaba las ramas y las aves, recordaba respirar e intentaba dejar fuera con cada exhalación las sensaciones desagradables que le produjo el ataque de Boot.

Una vez en casa, se preparó el desayuno, comió junto al durmiente Bean quien reposaba a sus pies al lado de la mesa de la cocina y leyó el Profeta.

Por un momento se sintió tenso, temía que de alguna forma se hubiera colado su desventura de la noche anterior. Afortunadamente, solo hacían referencia a su presencia en el juego junto a sus amigos, y claramente, esto quedaba opacado por la noticia de la asistencia de Malfoy y los suyos.

Harry observó con atención mientras tomaba té las fotos del periódico. Malfoy aplaudiendo observando el juego. Malfoy acompañando a Abbott fuera de las gradas con suma cortesía. Malfoy bebiendo una cerveza mientras conversaba relajado con Nott.

El artículo especulaba, una vez más, sobre la relación de Malfoy con sus acompañantes. Este autor, hacía grandes apuestas sobre una relación de Malfoy con Abbott, y además, especulaba sobre si el motivo de la visita a Londres sería la de formalizar una relación con esta y establecer probablemente un compromiso entre ambos en su propio país natal.

Harry deseó que esa no fuera la causa. Por el bien de Neville, quien aunque no lo dijera, tenía sus esperanzas en su reencuentro... aunque en el fondo sabía que esa no era la única razón.

-*-

Luego de darse una ducha y dedicarse a sus labores matutinas, Harry se sentó a escuchar un poco de música y escribir.

Escribir lo que sintiera era parte de las actividades asignadas por la Sanadora Clearwater, y para Harry, no era un ejercicio fácil.

Él siempre había sido la persona que se guardaba todo en su interior: su rabia, su tristeza, sus anhelos. Nunca tuvo oportunidad de expresarse en su niñez, ninguna queja sería aceptada en el hogar de los Dursley. Apenas si pudo hacerlo durante su adolescencia, en especial cuando siempre estaba por encima de todo, aún de sí mismo, luchar contra el mal que acechaba, así que Harry guardaba todo dentro de sí. Hasta que un día ya no pudo más y todo se derrumbó.

Aunque Harry estaba bastante recuperado, sabía que necesitaba trabajar en ello, y por eso, aunque no le agradaba, escribía en su diario, y definitivamente, hoy tenía mucho para escribir.

En eso estaba, cuando se activó la Flú. Harry se giró desde la mesa del comedor donde estaba escribiendo para mirar hacia la sala desde donde oyó la voz de Ginny.

"¡Harry!, ¿Estás en casa, Harry?"

Harry contestó que sí, y le pidió que entrara. Cerró su cuaderno y se dirigió al salón.

"Hola, Gin", dijo sonriendo, observó el rostro de preocupación de su amiga y se dio cuenta de que ella estaba chequeando cómo estaba luego de lo sucedido la noche anterior. La culpa volvió a intentar atacarle.

"Hola, Harry", ella se acercó y le abrazó fuerte. Él le retornó el abrazo, agradecido pero deseando tranquilizarla.

"Ven, siéntate, ¿quieres té? ¿algo frío tal vez? Tengo de las sodas que tanto te gustan", y le sonrió calmadamente.

"Oh, té estará bien", hizo un mohín mientras lo seguía a la cocina en lugar de sentarse en el salón. "Me tomé una Poción para la Resaca. Ya no me duele la cabeza pero mi estómago sigue un poco raro. Ya sabes que esa es la parte que se tarda un poco más en ponerse bien", se dejó caer en unas de las sillas de la mesita de la cocina mientras Harry llenaba la tetera y la ponía en una hornilla a lo Muggle.

Mucho de Orgullo y Bastante de PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora