Capítulo 35

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Otra agotadora semana de trabajo le esperaba a Harry, en vista de que cumplido el viaje, debía empezar a comprar útiles escolares y uniformes para los ocho niños.

Andrómeda había vuelto del viaje agotada y con un dolor un poco persistente en un brazo que necesitaba cuidado, así que Harry prometió ayudarle a cuidar de Teddy mientras esta asistía a sus consultas de San Mungo, se hacía chequeos y exámenes, y luego de un diagnostico, se constató que necesitaba terapia física y descanso.

Harry no lo dudó ni un instante, desde el lunes a primera hora, comenzó a pasar por Teddy, luego iba a Lily's House donde lo dejaba pero se llevaba uno o dos de los niños para adquirir lo de su lista de compras.

Sin embargo, hubo algo que le alegró el primer día de su jornada de compras. Tanto Peter como Clara le enseñaron las misivas que habían recibido de Malfoy. Este les agradeció personalmente por las fotos y las lechuzas, les dijo que estaba feliz de que les hubieran gustado sus regalos y que esperaba algún día poder conocerles en persona. El corazón de Harry se derritió como mantequilla sobre pan tostado. Sonrió a los niños y les dijo que le alegraba mucho que ahora tuvieran un nuevo 'tío' favorito. No se le pasó por alto que le respondió a los niños directamente y no a él quien fue quien envió la misiva, pero no le importó demasiado. Había sido un gesto muy bonito y sentía que no todo se había perdido.

La rutina de ir por Teddy y salir de compras se repitió toda la semana, incluyendo el almuerzo en la calle, la toma de medidas para los uniformes, la compra de libros y útiles, vigilar que los niños no se metieran en líos en las tiendas, y sobre todo, se esforzó en evitar ponerse gruñón y de mal humor cuando alguno hacía una travesura y el hablarles de mala manera.

Todos los días de la semana había terminado con dolor de cabeza, pero no dejó que eso se trasladara a su trato con los niños. Al final de la tarde, entregaba a los niños a sus respectivos hogares, y con todo y eso, había encontrado tiempo para cenar cada día de la semana con sus seres queridos: Augusta Longbottom, Molly y Arthur, Ron y Hermione, Luna y Rolf – en la cual hizo lo posible por comportarse correctamente aunque no podía dejar de perderse a veces la conversación por quedarse mirando la sonrisa y las pecas del prometido de su amiga - e incluso hizo maromas para reunirse con Ginny quien luego del triunfo tenía una agenda aún bastante apretada con fiestas, publicidad y entrevistas.

Cada noche, Harry caía agotado luego de volver, tomarse una taza de té y escribir en su diario, aunque sentía que estaba tan cansado que solo escribía incoherencias.

Cada noche, extrañaba a Neville, y a la vez, se reprendía diciéndose que si su amigo lograba resolver su situación con Hannah, tal vez se quedaría a vivir en Francia, e incluso si volviera, tarde o pronto tendría una relación que ameritaría su tiempo y su atención, y que mal había hecho en acostumbrarse a estar todo el tiempo con él y que este le ayudara en la mayoría de las tareas de la Fundación, que a fin de cuenta, eran su responsabilidad.

Cada noche, Harry tenía sueños extraños en los que viajaba en trenes, caminaba por el bosque al anochecer o al oscurecer, volaba en una escoba, pero siempre, en algún momento, volvía al bosque y veía al alce, que era similar a su Patronus pero que no era el mismo, y que le llevaba a la figura del hombre de cabellos de plata y ojos de luna llena. Siempre se despertaba antes de poder acercársele y se sentía frustrado y afligido, costándole luego volver a retomar el sueño, y a veces, causando que amaneciera sin poder volver a dormir ni un minuto.

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La próxima semana, Harry por fin pudo volver a su reunión con la Sanadora Clearwater. Esta no estaba contenta con su progreso. Harry no solo había faltado otra semana completa a su cita, sino que estaba agotado física y mentalmente, y además, su insomnio era evidente en su rostro ojeroso. Harry le habló sobre su sueño recurrente, sobre cómo extrañaba a su mejor amigo y como se sentía abrumado bajo el peso de sus responsabilidades, y que además, se sentía culpable de sentirse cansado por cuidar a los niños porque los amaba a todos y no quería considerarlos una carga sino una bendición.

Penélope Clearwater le habló claramente sobre que todos los padres se agotaban, en especial los que como él tenían varios niños, y que era normal sentirse cansado y a veces culpable, pero también fue clara sobre el hecho de que consideraba que Harry no quería defraudar a nadie, ni a los niños, ni a sus amigos o a su familia putativa, así que apenas se estaba dejando tiempo para descansar y cuidar de sí mismo, y que si seguía así, su salud física y mental se iban a resentir mucho más.

Harry prometió hacer lo posible por cumplir sus citas y además, tomarse unos días apenas los niños estuvieran establecidos en sus clases. Sabía que debía cumplir la promesa hecha a Neville y visitarlo en Francia, además necesitaba distraer su mente un poco.

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Harry siguió bastante atareado los próximos días, aún quedaba buscar los uniformes ajustados para los niños, etiquetar los libros y útiles de todos, llevarles a sus citas anuales con el Sanador Infantil para una revisión de rutina antes de que comenzaran las clases. Algunos de los niños necesitaron tratamientos dentales, otros de la vista y Martina estaba teniendo una molestia en un oído causada por el agua de mar.

Finalmente, todos estuvieron listos para su primera semana de clases. Harry estuvo allí toda la semana a primera hora para acompañarles a sus primeras salidas a clases, les tomó fotografías con sus uniformes nuevos y conoció todas las maestras y profesores de sus niños. Se aseguró que todos estuvieran en actividades deportivas, en especial los hiperactivos Aiko y Matty quienes planeaban jugar futbol en su escuela. Martina fue inscrita en sus clases de ballet – Hannah le había hecho una gran recomendación de una escuela para principiantes.

Hasta que no pasó esta primera semana, Harry no pensó que por fin podría planificar su viaje a Francia.

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Harry iba apresurado por la calle, aún faltaba que pasara por la comida de sus mascotas y la compra de la comida para la semana para sí mismo, ya no le quedaba nada en las alacenas ni en la nevera, además, no podía olvidar ir por las compras en la tienda de ballet donde se había encargado todo lo que Martina necesitaría para sus clases de ballet. De repente, Harry se sintió mareado. Cuando vio que se tambaleaba, Harry se intentó recostar en la pared pero simplemente, no pudo. Todo empezó a darle vueltas alrededor, y sin poder evitarlo, se cayó y se golpeó la cabeza. Todo se nubló a su alrededor y la oscuridad se lo tragó.

Mucho de Orgullo y Bastante de PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora