SHIVERS © [Ethan Landry] ✔️

CAPÍTULO VEINTIUNO

O21 | FINALLY, NO SECRETES

—Bueno, Sergio, me complace darte la bienvenida de vuelta a tu café. Espero que hayas tenido una grata estadía en... ¿a dónde es que se fueron? —susurré la última pregunta.

—Italia —contestó, riéndose, probablemente de mí—. Es bueno estar de vuelta.

—Es bueno tenerte de vuelta.

Después de una semana que terminó siendo un mes entero sin tener a Sergio en la cafetería, ya por fin había regresado. La responsabilidad de manejar el lugar había sido divertida, pero definitivamente no la tomaría de nuevo. Fue... ¿cómo decirlo? Demasiada responsabilidad.

Ahora simplemente tendré que ocuparme de mi puesto de trabajo sin preocuparme por los demás, es perfecto. El día estaba transcurriendo perfectamente.

—Oh, ¡Ethan!

Mierda.

—¡Sergio! Te extrañamos por aquí.

Ver a Ethan no era algo que deseaba hacer hoy. Tenía planeado dejar de guardar mentiras y decirle todo en cuanto lo viera... ¿pero hoy? No sabía si estaba lista.

—Y hola a ti también, rubia —me saludó con una gran sonrisa y un inexplicable buen humor.

Le sonreí de vuelta sin ser capaz de hablar por estar tan ensimismada en mis pensamientos, hoy iba a ser un largo día.

Seguramente sintió la tensión que yo estaba creando en el ambiente porque carraspeó falsamente, supongo para cortar el hilo de incomodidad que yo tejí al no responder y apenas dirigirle la mirada.

—Bueno, tengo tu abrigo que dejaste en el departamento después de irte en tu cumpleaños. Lo olvidaste el otro día —mencionó apoyando a la chaqueta en el mostrador a mi lado.

—Oh, Dios, gracias, lo había estado buscando toda la semana. Espera, ¿al final conseguiste tu libro? El que buscarías el día que me llevaste a casa —pregunté, no recordaba que hubiese entrado a la cafetería ese día.

—Em, no, pero seguramente está en la sección de objetos perdidos —me dijo, rascando su nuca y tartamudeando levemente en algunas partes de esa corta oración. Fruncí el ceño por su nerviosismo.

—¿Okey...? Voy a buscarlo por ti.

—¡No, no! —gritó, exaltándome— Digo... no, está bien. Iré yo más tarde —bueno, al menos ya no está gritando.