CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

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O37 | RUN

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O37 | RUN

Estaba harta. Harta de los secretos, harta de siempre ser yo la que no tiene la visión completa. De que me mientan, de tener que adaptarme en lugar de que otros se adapten a mí. Harta, cansada. Quería saber la verdad, necesitaba saber toda la verdad. Especialmente ahora, cuando hay un asesino suelto que puede terminar teniéndome en la mira.

Decidí que era suficiente con todo lo que estaba ocurriendo, basta de contarme lo "justo y necesario". Si estaba parcialmente involucrada en el asunto, entonces debía tener el panorama entero. Y es por eso que me dispuse a acabar con cada una de las "pequeñas" mentiras, una a una. Y ese verso de "si te digo mi nombre, me temerás" de mi acosador, ya no funcionaba.

Busqué y busqué por todo el departamento, ese maldito teléfono tenía que estar por algún lado. La seguridad del engaño me había hecho sentir a salvo por un tiempo, pero ya no más. O el acosador me decía la verdad, o comenzaría a averiguarla por mi cuenta.

Encontré una caja de zapatos vieja al fondo del armario. Me apresuré a revisarla, aprovechando que Bash estaba en la cocina bastante ocupado. En cuanto la abrí, pude ver al aparato junto a unos cables enredados.

Bingo.

Lo retiré de la caja y corrí para volver a conectarlo. Por suerte, el número de teléfono del acosador seguía ahí, solo esperaba que esta vez pudiera atenderme. Y aunque ese era mi deseo, en cuanto oí cómo tomaban el micrófono del otro lado de la línea, por poco se me va todo el aire de los pulmones.

Tenía que exigir la verdad, no importa qué tan dolorosa sea.

—Daria —escuché, y la verdad es que sentí que ambos sabíamos lo que venía. Ambos sabíamos a qué venía esta llamada, y sabíamos que todo lo que habíamos construido en este tiempo, llegaba hasta aquí. Era momento de derribar el muro que puso entre nosotros para mantenerme alejada de la verdad.

Estoy cansada —comencé, aunque estaba segura que él era muy consciente de ello—. Cansada de todo esto, cansada de que me tomen por estupida como para creer que pueden no contarme nada y yo estaré bien con ello —escuché un suspiro harto del otro lado de la línea, pero no me detuve, era su turno de escucharme—. Cansada de tus trucos, manipulaciones y secretos. Cansada de que crean que saben qué es lo mejor para mí.

No estás lista... —lo interrumpí apenas comenzó a hablar, no iba a dejar que acabe con esa maldita frase. Yo estaba lista, yo iba a decidir cuando lo estaba. No él, no Bash, no Ethan, yo.

—Yo soy la que decidirá eso a partir de ahora, ¿oíste? —cuando no respondió, supe que iba a obedecerme en esto— Las reglas cambiaron ahora. Las preguntas las hago yo, y no creas que podrás huir de contestarme esta vez, pues una vez que lo hagas, no podrás volver —amenacé, él adoraba mentirme, pero más adoraba poder estar en mi vida para hacerlo.

Por eso es que supe que esto funcionaría.

¿Qué quieres saber? —festejé mentalmente por el hecho de que al menos estaba colaborando en la situación.

—La verdad —solté con seguridad—. La muerte del de la cafetería —comencé, estando completamente convencida que la respuesta a la pregunta que tanto me estaba costando hacerle sería positiva—, no fue solo un asesinato, ¿verdad?

Mi corazón latía en mi pecho con fuerza, hacerle estas preguntas a un hombre potencialmente peligroso no me hacía sentir muy cómoda en verdad. Además el tener que estar volteando cada dos minutos para asegurarme de que Bash no estuviera viniendo hasta aquí solo aumentaba la tensión del momento.

Eso fue un caso particular, él era un monstruo...

—Sí, pero no es la primera vez que lo haces, ¿cierto? —solté la bomba, oyendo como se quedaba mudo ante mi conclusión— Ya has matado antes, y no has sentido ni un poco de culpa por ello —acusé, esperando que no corte la llamada en este instante como las otras veces.

¿Cómo llegaste a esa teoría? —preguntó él, confirmándome todas mis suposiciones anteriores.

Quería saber cómo lo descubrí.

—¡Oh, vamos! Las llamadas, el distorsionador de voz, los secretos, tu maldita obsesión con las películas de Stab —a medida que hablaba, más conclusiones aparecían en mi cabeza. Esto era mucho más grave que lo que había pensado antes—. Tú no eres solo un fan apasionado —dije también para mí misma—. Tú... eres uno de ellos.

Era obvio, ¿cómo no lo vi antes? El homicidio anterior, estaba claro que estaba acostumbrado a asesinar. La mentiras, los códigos, las películas... todo encajaba perfectamente. No estaba hablando con un acosador.

Estaba hablando con un asesino en serie.

La risa que se hizo presente del otro lado de la línea hizo que tuviera que aguantar mi respiración por el susto repentino. El acosador comenzó a aplaudir sonoramente, dándome una dosis de nervios y terror que no estaba preparada para descubrir—. ¡Bravo! ¡Bravo, Daria! Y al final lo descubriste... Te seré sincero, no pensé que lo harías tan pronto —se carcajeó más irónicamente, dándome escalofríos.

—¿Y ahora qué? ¿Eh? —pregunté— ¿Qué es lo que sigue?

Tienes razón, estás lista. Es momento de que sepas toda la verdad —me concedió, aunque una parte de mí aún prefería quedarme en la ignorancia, sin tener idea de todo el mundo que me rodeaba—. Así que dime, Daria... ¿qué es lo que quieres saber?

Él sabía lo que quería que me dijese. Él lo sabía y era momento de preguntárselo porque me lo diría. Era el momento, después de tantas mentiras, por fin la verdad se revelaría. Y aunque por un lado me gustaría dejar las cosas como antes, sin terminar de involucrarme por completo y sin estar en peligro, debía saberlo. Era momento de correr riesgos, era el momento de la verdad.

—Me gustaría... saber el nombre de mi acosador favorito —pedí, siguiendo con su propia actuación de tranquilidad.

Aunque tuviera un nudo en mi garganta ahogando mis palabras cada vez que abría la boca.

Oh, pero ya me conoces, Daria —fruncí el ceño por su tono melodioso. ¿A qué se refería con conocerlo?—. Y yo te conozco a ti —afirmó, aumentando mi intriga por saber lo que diría—. Daria Rushman, de película favorita Escalofríos (la 2, no la uno), tu color favorito es el verde y, ¿cómo olvidar tu libro favorito?

Mi corazón se paralizó. No podía saber mi libro favorito, jamás le había hablado de mi libro favorito. El único que sabe cuál es mi libro favorito es...

Corre.

Y, antes de que pudiera reaccionar, volteé para ver a Bash desconectando la línea de nuevo. Lo último que oí fue el sonido áspero del teléfono sin funcionar.

𝐒𝐇𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒 | 𝟶𝚆𝙴𝚂𝚃𝙴𝚁𝙻𝚄𝙽𝙳
01/05/2023

SHIVERS © [Ethan Landry] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora