CAPÍTULO NUEVE

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OO9 | THAT'S MY JOB

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OO9 | THAT'S MY JOB

—Daria, asegúrate de apagar la cafetera una vez la dejes de usar. Recuerda que servirles cafeína a los clientes después de las ocho no solo les traerá problemas a ellos —me dijo Sergio, yendo de un lado hacia el otro preocupado porque todo en el restaurante esté en perfectas condiciones.

—Sí, Sergio —contesté con tono monótono, intentando que se percatara de lo repetitivo y supersticioso que estaba siendo.

—Y no le abras al cobrador, ya le he avisado que le pagaría en dos semanas pero como no estoy, te intentará persuadir a ti para que le des un cheque o, si es avaricioso, en efectivo —me señaló con su dedo de forma amenazante—. No te dejes engañar.

Reí forzadamente para que se relaje un poco y bajé su dedo con mi mano—. Todo estará bien, Sergio, no tienes que preocuparte. El café está en buenas manos, te lo aseguro.

Recién en ese momento fue que se tranquilizó levemente, suspirando y alejándose de mí. Sergio había trabajado en el verano para ahorrarse su semana de vacaciones, y como en estas fechas su esposa y él cumplían quince años de casados, decidió cobrarlas. Como he sido responsable en el tiempo que he trabajado aquí, increíblemente si lo pensamos bien, Sergio me ha dado su confianza y ahora tengo la responsabilidad de mantener en pie el negocio.

No será muy difícil, tengo a otros empleados del café conmigo que pueden ayudarme, pero parecía que el hombre no opinaba lo mismo. Su cuerpo se movía tanto por el estrés, que lucía como si fuese a estallar. Creo que unas vacaciones le vendrán bien.

Asintió con labios apretados observándome—. Tienes razón, Daria. Confío en ti, eso es lo importante —sonreí ante el cumplido que me dio—. Pero tengo cámaras de seguridad por el cuarto frío, si te robas un cheesecake, lo sabré —dijo para guiñarme un ojo y voltearse.

Rodé mis ojos divertida por la poca fe que me tenía, pero no mencioné nada al respecto. Sergio recogió las maletas que tenía preparadas desde hace unos días y las acomodó en el mostrador. Se acercó a mí por última vez para abrazarme y despedirse. Tal vez estaba siendo un poco dramático, pero así era él y debíamos aceptarlo, por más incómoda que me resulte la situación. Ya pensé que se iba a poner a llorar.

—Sergio, te vas una semana, no te estreses tanto —intenté tranquilizarlo.

Él se separó de mis brazos y dejó en mi mano la llave del lugar—. Te cobraré el repuesto si la pierdes —mi sonrisa se desvaneció por sus malos chistes.

—De comediante te mueres, ¿eh? —le dije entrecerrando mis ojos.

Me palmeó la cabeza como respuesta a mi broma y eso fue suficiente para que sepa que debía irse. Suspiré cuando cruzó la puerta en esos momentos. Muy bien, ahora el trabajo pesado recaía en mí. Lo bueno es que me pagarían extra.

SHIVERS © [Ethan Landry] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora