CAPÍTULO TREINTA Y TRES

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O33 | YOUR SAVIOR

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O33 | YOUR SAVIOR

El acosador estaba desaparecido de nuevo.

Ya lo sé, los estoy aburriendo con esa frase pero es que así es. A pesar de que lo estuviera llamando incluso desde mi trabajo, arriesgándome a que me despidan o que nos atrapen, continuaba sin contestarme. Yo ya estaba un poco cansada de esta actitud versátil que tenía conmigo, no necesitaba otro problema más del que preocuparme. Mi cabeza estaba suficientemente ocupada con todos los conflictos que fueron ocurriendo en estos días. El acosador no tenía porqué formar parte de ellos, no quería que forme parte de ellos. Se supone que somos el escape del otro, no el dolor de cabeza del otro.

Me tambaleé a mitad de mi camino desde la cocina a una de las mesas de los clientes, tuve que sostenerme de la barra para no caerme de lleno contra el piso. Dios, estaba deplorable. El cansancio me estaba matando, pero no lo podía evitar. Tenía a un asesino serial buscando a Tara, y por ende, a mí, una situación amorosa complicada y a un acosador con moral e intenciones cuestionables que no me acosa desde hace días. Mi vida estaba de cabeza y no sabía cómo reacomodarla antes de que sea demasiado tarde.

—Oye, despacio —Ethan dejó la bandeja que estaba llevando para venir a atenderme en ese instante. Sostuvo mis antebrazos con sus cálidas manos, manteniéndome inmóvil para asegurarse de que todo estuviera bien conmigo—. ¿Tienes fiebre? —dijo pegando sus labios a mi frente para tomarme la temperatura. Dejó salir todo el aire de sus pulmones cuando se dio cuenta que no era así— No, por suerte.

—Solo estoy cansada —dije levantando mi cabeza para poder verlo a los ojos—. Ya sé que no me veo bien, pero simplemente no he dormido bien. Es todo, de verdad —aseguré, sonriéndole para calmarlo un poco.

Me parece que logré lo opuesto

Ethan pasó un mechón de cabello por detrás de mi oreja mientras analizaba mi rostro en busca de algún indicio de enfermedad—. Te ves hermosa, puedo confirmarte eso —dijo sonriendo.

Por Dios, Ethan, no puedes decir algo como eso y simplemente mirarme con esos ojos de perrito que conquistarían a cualquiera. No era justo para los mortales como yo.

Tragué saliva con fuerza y desvíe la mirada al intentar que no pueda divisar el color rojizo en mis mejillas. Su presencia de repente se sentía más y más tibia a mi parecer.

—¿Qué te quita el sueño? —preguntó, sin importarle que en ese momento una familia de cinco clientes habían entrado a la cafetería. Volví mi mirada hacia él para prestarle atención a lo que había dicho.

—Drama, drama y más drama —exageré—. Y eso que aún me debes una cita —dije con una sonrisa al recordarlo. Tal vez estaba un poco demasiado emocionada por ello, no iba a disimularlo tampoco.

—Me encantaría llevarte a algún lado, pero no mientras hay un asesino serial suelto. ¿No lo crees, rubia? —tomó distancia de mí para tomar su bandeja y llevar los platos correspondientes.

Oh, sí, Ethan ya estaba al tanto del asunto de Ghostface. Me había dicho que el asesinato había sido horrible, no me quiero imaginar cómo habrá sido para él enterarse toda esta información tan de golpe.

—Mierda —dije en cuanto palmeé mi bolsillo en busca de algo en especial—. No tengo mis llaves, ¡no tengo mis llaves! —exclamé, corriendo hacia detrás del mostrador para revisar si las había puesto en algún lado.

No podía perder mis llaves, Bash no estaba y esta era la única forma en la que podía entrar a la casa.

Ethan se acercó a mí para ver lo que estaba haciendo—. ¿Dónde las dejaste por última vez? —preguntó, buscando con la mirada algo que nos ayude a encontrarlas.

Y de repente, un recuerdo vino a mi cabeza; Bash yéndose de la ciudad por un día, con mis malditas llaves.

—Carajo —maldije, pasando mis manos por mi rostro—. Bash perdió su juego de llaves y le presté el mío hoy en la mañana, pero tenía un trabajo y salió de la ciudad. No tengo como mierda volver al departamento —lloriqueé con dramatismo al explicarle lo que ocurrió.

No sabía ni porqué había hecho eso sin preguntarle siquiera a dónde estaba yendo. Eso lo hice pero horas después, cuando él ya había llegado a su destino y claramente no podía volver hasta Nueva York. Ahora tendría que lidiar con las consecuencias de mi impulsividad y poca planificación de la cosas importantes

Sí que eres rubia, Daria.

Bufé ante el pensamiento. Lo último que necesitaba era ahora tener a mi subconsciente diciéndome todas mis verdades a la cara.

—Ey, bonita, no te estreses tanto —dijo con una sonrisa desde el otro lado de la barra. Hasta a mí me impresionó la capacidad que tuve de ignorar el apodo y hacer como si nada—. Puedes quedarte en casa si así lo deseas —ofreció. Una opción tentadora, pero no. Él vivía en un dormitorio de la universidad, no podía invadir su espacio de esa forma—. No molestarás a nadie, si eso pensabas, te los aseguro.

Sonreí al notar como parecía leer mi mente cada vez que hablaba. Negué con mi cabeza junto con una expresión divertida plasmando en mi rostro. Era la única oferta que tenía.

—Mi turno termina a las cinco, pero supongo que eso ya lo sabes —le guiñé un ojo antes de volver a mi trabajo, ignorando cómo su sonrisa flaqueó un poco cuando dije eso último.

¿Dije algo que te haya preocupado, Ethan?



𝐒𝐇𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒 | 𝟶𝚆𝙴𝚂𝚃𝙴𝚁𝙻𝚄𝙽𝙳
24/o4/2023

SHIVERS © [Ethan Landry] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora