Capítulo 16. Sueña conmigo.

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-Así que todavía no has aceptado ser su representante -murmuró Pedri mirando a Gavi. 

Yo negué con la cabeza y me giré hacia el canario. 

-¿Sabes que no va a parar hasta que lo consiga, no? -rió suavemente. 

-Algo me dice que no está acostumbrado a que le digan que no muy a menudo -alcé una ceja. 

-¿A menudo? -preguntó incrédulo-. No está acostumbrado a que se lo digan nunca -aseguró después. 

Asentí y miré a Gavi. En verdad ya era algo que me esperaba. 

El sevillano posó la mirada en Pedri, algo serio, y después repasó mi cuerpo de arriba abajo, haciendo que me moviera un poco incómoda. 

-Me dice a mí que siempre estoy de mal humor, pero él tampoco se queda atrás -balbuceé al ver que tensaba la mandíbula una y otra vez. 

-Ah, no, si todavía está de buen humor -le quitó importancia Pedri. 

Yo alcé las cejas como diciendo "cualquiera lo diría". 

-¿Quieres verlo de mal humor de verdad? -preguntó con superioridad. 

Fruncí el ceño mirando a Pedri, mientras hacía que me diera la vuelta hacia él, pasándome el brazo con los hombros, y girándonos a ambos de espaldas a Gavi. 

-Le doy 5 segundos -balbuceó riendo. 

Lo miré algo confusa, no creía que Gavi fuera a cabrearse por eso, pero claramente me equivocaba. 

Casi ni me dio tiempo a contestar al moreno de mi derecha, porque a los segundos ya pude notar el olor característico del sevillano cerca de nosotros. 

-Nos vamos -ordenó por detrás. 

Tanto Pedri como yo nos separamos y nos dimos la vuelta hacia él. 

-¿Es una pregunta? -fruncí el ceño. 

-¿Te parece que ha sido una pregunta? -me la devolvió. 

Pedri rió levemente y se marchó hacia dentro negando con la cabeza y dándole una palmadita en la espalda. 

-¿Y si no quiero irme? -seguí el juego. 

-Sofi... -tragó grueso. 

-¿Sabes? Si hay algo que no me gusta es que me digan lo que tengo que hacer -aseguré mirándolo y acercándome a él. 

Negó con la cabeza apretando la mandíbula y posó una mano en mi cintura, acercándome todavía más. 

-Quiero enseñarte una cosa -murmuró con suavidad.

-Primero vas a decirme las cosas bien, y después veremos -insistí. 

Sonrió levemente, quizá con algo de rabia, y posó la otra mano en mi cintura. 

-¿Nos podemos ir? -preguntó por fin. 

Yo sonreí orgullosa. 

-No -solté. 

-Sofía -me imitó serio. 

Dejé caer una risita y él apretó mi cuerpo contra el suyo. 

-Nos vamos -aseguró mirándome los labios. 

No me dio tiempo a contestar, porque cogió mi mano con rapidez, y empezó a llevarme hacia dentro junto a él. 

Ni siquiera avisó a los demás de que nos íbamos, quienes estaban jugando al beerpong en una mesa un poco alejada. 

Cruzamos el salón, el vestíbulo, el jardín y nos paramos frente al coche. 

El sevillano me acompañó hasta la puerta del copiloto, y la abrió por mí. 

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora