Capítulo 25. Pablo...

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Subí a la habitación mientras mis ojos comenzaban a humedecerse. 

Cerré detrás de mi y me senté en la cama, dejando que unas lágrimas rodaran por mis mejillas algo rosadas por el agobio y el estrés. 

¿Se podía saber por qué se comportaba así? Podía entender que se enfadara por no contárselo, pero no me podía recriminar lo que había hecho. Solo trataba de ayudarlo y él se negaba. A eso y a todo. Se negaba a dejar que alguien se acercara un poco más a él cuando no le daba la gana y que la gente se preocupara, cosa que era lo más normal del mundo. 

Después de haber estado dos días con la angustia en el pecho de que todo saliera bien, de que él estuviera bien y de que se arreglara todo, me lo agradecía así. 

Me levanté para dar unas vueltas alrededor de la cama, mientras sentía que el pecho empezaba a apretarme, sin dejarme respirar bien. 

No sabía si irme o qué hacer.

Era lo que quería. Quería desaparecer e irme a mi casa, a encerrarme en mi habitación y quedarme ahí. Pero también sabía que no podía. Por idiota que fuera, no quería que se quedara solo. Si le volvía a dar un ataque o lo que fuera, y le pasaba algo, no me lo perdonaría. 

Me pasé las manos por la cara una y otra vez, intentando tranquilizarme, sin conseguirlo demasiado, mientras me dirigía hacia la ventana. 

Entonces la puerta de la habitación se abrió, pero no me giré. Sequé mis lágrimas rápido y tomé aire de forma suave y silenciosa. 

Gavi se fue acercando despacio mientras suspiraba, y cuando fue a poner una mano sobre mi hombro lo aparté. 

-Sofía... -murmuró. 

Desde que nos conocimos le insistía en que me llamara así, pero en esos momentos empezaba a dolerme que lo hiciera. 

Me llevé la mano a la cara para limpiar otra lágrima, mientras casi notaba la respiración del sevillano en mi nuca. 

No me dio tiempo a volver a bajar la mano, porque el sevillano la atrapó con la suya. 

-¿Por qué estás temblando? -preguntó casi en un susurro. 

No dije nada. Me limité a negar con la cabeza suavemente. 

Tomó aire, bajó mi mano y después rodeó mi cuerpo con sus brazos, apretándome contra él y hundiendo la cabeza en mi cuello por el lado derecho. 

-Lo siento -dijo desde ahí. 

Tragué grueso ante su contacto y ante el beso que dejó después de esas palabras. 

-No quería decir eso -negó sin despegarse. 

-Si no hubieras querido decirlo no lo habrías hecho -dije obvia, cansada y un poco irritada. 

Suspiró y levantó la cabeza, intentando después darme la vuelta hacia él, pero yo me negué. 

-Mírame, por favor -pidió despacio. 

No lo hice, así que decidió moverse él, poniéndose frente a mí, a lo que yo miré hacia otro lado. 

-Sof... -balbuceó. 

Mordí el interior de mi labio, mientras otra lágrima caía por mi mejilla.

Gavi chasqueó la lengua y llevó el pulgar hacia ahí para secarla. 

-No llores -pidió con pena. 

Limpió el rastro de mi otra mejilla y yo me aparté. 

-No necesito que hagas esto -dije con un poco de rabia, aunque sin ganas. 

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora