Las primeras semanas de vuelta a casa fueron todo un caos.
Belén, Pablo, Aurora y mi madre nos esperaban todos en casa nada más salimos del hospital. Creo que nunca había llorado tanto en un mismo día. Estaba muy contenta, y me alegraba mucho ver a todas las personas importantes para mí igual de felices. Pero también estaba muy cansada, y seguí estándolo durante bastante tiempo.
No pude dormir en unos cuantos días, solo echaba alguna cabezada de vez en cuanto, pero me era imposible. Todo mi cuerpo estaba revolucionado, me sentía rara, como sino fuera yo.
Mis lloros tampoco cesaron, y aunque no sabía por qué eran exactamente, dejé que salieran de mi siempre que lo necesitara.
A veces estaba comiendo y empezaba a llorar, o mientras limpiaba, o mientras le daba de comer a Martín. En cualquier situación me podía pasar.
Gavi me miraba con la mayor pena del mundo siempre, tratando de animarme y de estar ahí para mí en cualquier momento. Lo pasaba peor por él que por mí, verlo así de preocupado me dolía en el alma y no sabía cómo decirle que estuviera tranquilo, porque obviamente no iba a a haber nada que lo fuera a convencer.
Me acuerdo la primera vez que los demás vinieron a casa. Estaba de lo más feliz y entusiasmada, pero a cada rato que pasaba se me iba torciendo la situación.
-¿Estás bien? -me miró Ansu mientras empezaba a llorar después de darle a Martín.
-Sí, sí -contesté sin darle importancia.
Balde levantó la mirada de su móvil y al darse cuenta de que estaba llorando miró a su amigo.
-¿Qué le has hecho? -frunció el ceño.
-Yo nada -se defendió Ansu sin entender lo que estaba pasando.
-No pasa nada -intervino Pedri.
-A veces le dan bajones y ya está, es normal -explicó Gavi.
Asentí y me senté en el sofá exhausta.
-Madre mía, Sof... -murmuró Sira algo preocupada.
Me encogí de hombros y seguí sollozando mientras ella se incorporaba un poco para abrazarme.
-Ven -Gavi se acercó tendiéndome la mano.
Correspondí y me estiró un poco para levantarme, llevándome hacia la terraza.
-Tened cuidado -me giré hacia los chicos que estaban con Martín.
Asintieron obvios y yo tomé aire.
Gavi cerró un poco la puerta y me llevó hasta un lado de la terraza, posicionándose frente a mí y limpiándome las lágrimas, como hacía siempre.
-Mi amor, deberías descansar un poco -me miró apenado.
-Sabes que no puedo, Pablo, yo...
-Sof -me interrumpió.
Suspiré y negué con la cabeza.
-Estamos todos con Martín, y estoy yo. No tienes por qué estar todo el rato preocupándote. Él está bien, y todos estamos bien, menos tú. Tienes que parar un poco, o te pasará factura -se puso un poco serio.
Clavé mis ojos en los suyos y no supe qué decir. Tenía razón, pero sentía que no podía permitirme dejar a Martín solo ni un segundo. Sabía que estaría bien, Pablo era increíble, y también los chicos tenían mucho cuidado. Pero yo era su madre, y me veía en la obligación de estar pegada a él 24 horas al día.
-Creo que lo estoy haciendo todo mal... -balbuceé llorando otra vez.
-No digas eso, Sofi. Has traído un niño al mundo. ¿Cómo puedes pensar eso? -me regañó pero de forma suave.
ESTÁS LEYENDO
El destino, supongo.
Fiksi PenggemarSofía es una chica de lo más normal, que vive en Sant Cugat, Barcelona. A sus 20 años, le han ofrecido el trabajo de sus sueños, en una importante empresa de la capital catalana. Ella se ve dispuesta ya a empezar una nueva vida, sin embargo, todo ca...