Capítulo 8. Solo era una broma.

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Aparqué el coche y seguí a Gavi hacia dentro de su casa. 

Era increíblemente grande, y también bonita. Todo era de mármol blanco, con tonos grises y negros. Nada más entrar había un pequeño vestíbulo, y tras él la cocina con una isla en medio y el salón estilo americano, lo que hacía todo más acogedor. 

Di una vuelta sobre mí misma mientras observaba todo, y choqué con Gavi al frenar de nuevo frente a la cocina. 

-Perdón -sonreí ligeramente. 

Él sonrió de la misma forma. 

-¿Te gusta? -se interesó. 

-¿No es muy grande para ti solo? -fruncí el ceño. 

-Pocas veces estoy solo -soltó. 

Yo lo miré seria. Siempre tenía que decir alguna barbaridad. 

Supongo que adivinó por mi cara lo que pensé, y dejó caer una risita. 

-Me refiero a que siempre suelen estar mis amigos -explicó. 

Asentí como sin darle importancia, y me giré hacia el comedor. 

-¿Quieres tomar algo? -preguntó mientras sacaba un vaso del armario. 

-No, gracias -contesté sentándome en el sofá. 

Bebió un poco de agua, y vino a sentarse también. 

-¿Has hablado con tu ex? -se acomodó para mirarme. 

Negué con la cabeza a modo de respuesta. 

-¿Por? -insistió. 

-¿Qué más te da? -lo miré también. 

-Curiosidad -se encogió de hombros. 

No le di más importancia y miré hacia otro lado. 

-¿Volverías con él? -habló de nuevo. 

Yo sonreí levemente.

-No -contesté segura. 

-Parece que todavía te quiere -murmuró. 

Me giré de nuevo hacia su dirección, y él trató como de analizarme. 

-Me da igual -dije sincera. 

-Qué fría eres -entrecerró un poco los ojos. 

-Lo soy con quien se lo merece -argumenté. 

No dijo nada más, se limitó a seguir mirándome. 

-Dime, ¿Cuántas chicas han pasado por esta casa? -sonreí levemente. 

Él soltó una risita. 

-¿Por? -no contestó. 

-Por curiosidad -repetí su frase y me encogí de hombros. 

-Seguramente menos de las que te piensas -dijo tranquilo. 

-Ah, ¿Menos de mil? -pregunté irónica. 

Volvió a reír suavemente. 

-Si le quitas el uno, sabrás cuántas han estado aquí -explicó mientras apoyaba un brazo en el respaldo del sofá.

Yo solté una carcajada. 

-Sí, seguro -murmuré. 

Levantó las manos como diciendo "cree lo que quieras" y alzó los hombros. 

-No me hace falta traerlas aquí para tirármelas -soltó después. 

Entonces chasqueé la lengua y lo miré un poco seria. 

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora