Esa noche no dormimos absolutamente nada. Nos limitamos a estar en silencio tumbados en la cama, mientras yo abrazaba a Sofía y acariciaba su pelo de forma suave.
Se incorporó un poco para mirar la hora y volvió a apoyar la cabeza en mi pecho.
-Joder... -suspiró desde ahí.
Tomé aire y dejé un beso leve sobre su mejilla más cercana.
-Lo que no entiendo es por qué estoy enfadada pero a la vez emocionada -murmuró mirando hacia cualquier lado.
Sonreí levemente y me encogí de hombros.
-Me pasa lo mismo -aseguré sin saber explicarlo.
Suspiró y se separó de mí, para apoyarse en los codos a la vez que me miraba sin respuesta.
-Creo que no somos conscientes todavía de que hay un bebé en mi tripa -me miró incrédula.
-No, la verdad es que no -coincidí quizá algo divertido.
Chasqueó la lengua y acto seguido se incorporó, para sentarse y cruzar las piernas como un indio mientras se levantaba la camiseta se miraba el abdomen.
Solté una carcajada ante eso y la miré con ternura.
-¿Qué? -elevó la mirada hacia mí.
-Nada, nada -negué sonriente.
Entrecerró los ojos y posó una mano sobre la tripa como buscando algo.
-No se va a notar nada, Sofi -balbuceé mirándola.
-Calla, que tú no sabes -me cortó rápido.
Reprimí otra risa y me crucé de brazos mientras seguía observándola.
-Si antes tenías instinto maternal, ahora no quiero ni pensarlo -aseguré al darme cuenta.
Asintió y me miró con cara de circunstancia. A mí me encantaban los niños, pero a Sofi... Eran su debilidad, incluso más que yo.
-¿Entonces por qué no lo quieres tener? -pregunté tranquilo.
-Bueno... Tampoco he dicho eso -murmuró a la vez que se volvía a bajar la camiseta.
-No, claro -dije irónico.
Era lo único que había dicho en toda la noche.
Sonrió inocente y yo abrí los brazos hacia ella en señal de que viniera. Hizo caso y sonreí con dulzura.
-¿Tú quieres tenerlo? -preguntó sin mirarme.
Dejé un beso sobre su cabeza y tomé aire.
-Sabes que me encantaría, pero no quiero ponerte presión encima -contesté con calma.
-No me pones ninguna presión, también es tuyo -murmuró obvia.
Asentí y volví a besarla.
-Tener un hijo con 23 años tampoco está tan mal -reflexioné en voz alta.
-Tienes 22, niñato -rebatió divertida.
-En un mes tendré 23, cara alpargata -la imité.
Soltó una risita y se apretó contra mí.
-¿Qué dirían los chicos? -murmuró dudosa.
-Supongo que primero se desmayarían, y después se irían a rezar para que fuera niño -contesté imaginándomelo.
Ella sonrió y levantó la vista hacia mí.
-A mí me gustaría que fuera niña -aseguró con cariño.
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El destino, supongo.
Hayran KurguSofía es una chica de lo más normal, que vive en Sant Cugat, Barcelona. A sus 20 años, le han ofrecido el trabajo de sus sueños, en una importante empresa de la capital catalana. Ella se ve dispuesta ya a empezar una nueva vida, sin embargo, todo ca...