Capítulo 49. Estamos solos.

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Me levanté con una avalancha de sentimientos en mi interior. No sabía si lo había soñado todo o si era real. Busqué con una mano el anillo de la otra, y sonreí de forma tonta al palparlo con los dedos.

Me giré hacia Gavi, quién todavía seguía durmiendo a mi derecha. Tenía el torso destapado y desnudo, había dormido solo en ropa interior. Podía ver perfectamente cómo se le inflaba y desinflaba el tórax con cada respiración. Siempre lo digo, y nunca me cansaré de hacerlo, pero me encantaba verlo así de relajado.

Siempre vivía todo al máximo, se dejaba la piel en cualquier cosa que hiciera y se desvivía por los suyos. Cuando dormía era el único momento en el que estaba realmente tranquilo, por eso siempre me daba pena despertarlo.

Me incorporé un poco, y comencé a dar besitos suaves por todo su pecho. Acariciándolo muy despacio y con mucho amor. Se movió un poco y abrió los ojos solo un par de milímetros.

Paré y sonreí al ver que se había despertado, a lo que sonrió también levemente y volvió a cerrar los ojos, poniendo una de sus manos en mi cabeza para atrarme de nuevo hacia él.

-Buenos días -susurré dejando un beso en su cuello.

-Buenos días, mi amor -contestó algo ronco.

Sonreí y llevé mi mano a su pelo un poco húmedo por el sudor.

Miré la hora en un reloj que había en la pared de al lado, y conté en mi mente hasta tres antes de que Ansu y Pedri abrieran la puerta. Sin embargo, seguí contando y no venía nadie.

-Qué raro -murmuré para mí misma.

-¿El qué? -preguntó Gavi sin abrir los ojos.

-Que Ansu y Pedri no estén ya aquí -dije divertida.

-Shh... No los invoques -balbuceó Gavi.

Solté una risita y me tumbé de nuevo  con la cabeza en su pecho, mientras paseaba mi mano por su abdomen, sin poder apartar la mirada del anillo.

-Creo que yo también tengo ganas de que volvamos ya a casa -dije desde ahí.

-¿Ah sí? -se interesó Gavi.

-Mhm -asentí sonriente.

-¿Y eso?

-No sé, me apetece tenerte así todos los días -contesté embobada.

Soltó una risita y posó un beso sobre mi pelo.

-Vas a tenerme así para siempre -aseguró tranquilo.

Sonreí y levanté de nuevo mi cabeza hacia él.

-Ahora ya puedo decir que eres mío -alcé las cejas.

-Siempre he sido tuyo, nena -sonrió complaciente.

Tragué grueso y dejé un beso corto en sus labios.

-Te quiero, mi amor -sonreí después.

No contestó. Se limitó a rodearme con los brazos y apretarme contra su pecho mientras daba besos sin parar sobre mi cabeza.

-Venga, vamos a ducharnos -dije en un intento de activarnos.

-Un par de besos más -pidió sin soltarme.

-Pablo -reí mientras volvía a besarme.

-Espera -siguió.

Traté de escabullirme y una vez lo hice dejé un beso sobre sus labios.

-No creas que vas a librarte, voy contigo a la ducha -dijo obvio.

Sonreí y negué con la cabeza justo cuando llamaron al timbre.

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora