Capítulo 69. ¿Cómo estás?

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Tal y como había dicho el ginecólogo, a mediados de abril estábamos yendo al hospital por las terribles contracciones que estaba teniendo. 

-Tranquila, ahora llegamos -Gavi me miró con pena mientras conducía. 

Asentí tomando aire y tensé todo mi cuerpo notando como si fuera a parir ahí mismo. 

Por suerte, cuando llegamos había sitio para aparcar justo al lado de la puerta, así que enseguida bajamos del coche y entramos. 

Me sentaron en una silla de ruedas y me llevaron hasta una habitación hacia el final del pasillo. Conectaron un montón de monitores a mi tripa para controlar todo y mientras tanto me ayudaron a quitarme la ropa para ponerme una bata blanca. 

-Joder -suspiré cerrando los ojos por el dolor. 

El sevillano se acercó a la camilla y cogió mi mano con algo de miedo y mucho tacto, a lo que yo la apreté con fuerza. 

-Respira -pidió nervioso. 

Tragué grueso e intenté hacerle caso mientras la matrona comprobaba un par de cosas.

-Madre mía, tenemos que poner la epidural ya -ordenó entonces.

Mordí mis labios hacia el interior al escucharla, y solo deseaba que lo hicieran. Me moría de dolor, y no sabía cuánto más iba a poder aguantar. 

Me incorporaron un poco y cuando vi la aguja de la que se trataba me estremecí más que nunca. Supongo que Gavi se dio cuenta porque volví a apretar su mano con una fuerza increíble. 

-Intenta no tensar mucho la espalda, relájate -aconsejó devolviéndome un poco el apretón. 

-Solo será unos segundos -sonrió una de las enfermeras. 

Asentí y miré hacia abajo mientras me la ponían, a lo que Gavi me imitó. Traté de tomar aire y no pensar en eso, mientras me imaginaba a mi hijo ya encima de mí, tratando de centrarme en que todo valdría la pena. 

-Ya está -murmuró de nuevo la chica. 

-¿Ya? -fruncí el ceño y levanté la cabeza para mirarla. 

Asintió alzando las cejas y yo volví a echarme para atrás. Ni siquiera me había enterado. 

Gavi sonrió orgulloso y yo volví a tomar aire, mientras las contracciones iban disminuyendo casi segundo por segundo. 

-Eres la mejor -susurró el sevillano acercándose un poco para dejar un beso sobre mi cabeza. 

Lo miré nerviosa y él clavó sus ojos en los míos con mucha seguridad y entusiasmo. 

-Ya estás dilatando, así que solo es cuestión de tiempo -informó la matrona. 

Asentí y Gavi me imitó frotándose la otra mano contra las piernas con nervios. 

El móvil comenzó a sonarle en el bolsillo y se levantó al instante para cogerlo. 

-Dime, Pedri -contestó rápido. 

Dirigí la mirada hacia él y lo miré expectante. 

-Ya le han puesto la epidural, no faltará mucho -informó. 

Se giró hacia mí sonriente y se quedó observándome, mientras yo todavía me retorcía un poco. 

-Vale, ven tranquilo, no hay prisa -pidió a su amigo. 

-Dile que no corra -coincidí. Sabía que Pedri cuando tenía prisa conducía muy rápido, y eso me daba bastante miedo siempre. 

Gavi se lo dijo y después reprimió una risa. 

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora