Capítulo 30. ¿Estás bien?

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Desperté al día siguiente con dolor de garganta y tos. La verdad es que podía imaginármelo, pero no pensaba que fuera a ponerme mala tan rápido.

Para lo único que salí de la cama fue para lavarme los dientes y la cara, luego me volví a meter bajo las sábanas y ahí me quedé todo el día.

-Lo siento -murmuró Gavi mientras me miraba con pena.

Negué con la cabeza y tomé aire. No era culpa suya, ya sabía a lo que me arriesgaba.

-Ven, vamos a comer -dijo apartando un mechón de pelo de mi cara.

-Nooo... -susurré-. No tengo hambre.

-Sof, tienes que comer algo, sino no vas a poder tomarte los medicamentos -aseguró.

Bufé y no me moví.

-Venga -insistió Gavi intentando quitarme las sábanas de encima.

-¿No puedo comer en la cama? -pregunté haciendo pucheros.

-Te vendrá bien salir un rato -dijo mientras pasaba sus brazos por debajo de mi cuerpo para cogerme.

Suspiré una vez se estaba dirigiendo conmigo así hacia la cocina y me agarré a él sin muchas fuerzas.

Comí apenas un cuarto del plato que había preparado el futbolista, y me enredé en una manta en el sofá mientras esperaba a que él terminara.

-¿Seguro no quieres que me quede? -preguntó con pena al escucharme toser.

-No, en serio, estoy bien -dije entrecortada por la tos.

Gavi chasqueó la lengua y después de recoger un poco se acercó.

Obviamente yo no podía ir al partido de esa tarde, pero él ya se encontraba mejor, y no quería que ser un inconveniente para que no fuera. No me importaba quedarme sola, y vería el fútbol desde casa sin problema.

Se sentó a mi lado, y definitivamente habíamos intercambiado papeles, porque esa vez fue él el que llevó la mano a mi frente para comprobar si tenía fiebre.

-Llegas a tener y no me muevo de aquí -alzó un poco las cejas como diciéndome que me había librado.

Sonreí levemente y besó mi mejilla con suavidad. Habíamos renunciado a darnos besos para no volver a pegarnos nada el uno al otro, sino no nos recuperaríamos nunca.

Entonces se escuchó el timbre y yo fruncí el ceño.

-¿Quién es? -pregunté a Gavi extrañada, no esperábamos a nadie.

Se levantó sin decir nada y fue a abrir, así que lo seguí con la mirada, para encontrarme con la cara de su madre y su hermana cuando abrió la puerta.

Ambas saludaron a Pablo y yo lo miré incrédula mientras se acercaban.

-No pensarías que iba a dejarte sola -murmuró al ver mi expresión.

Negué con la cabeza sin solución y ellas sonrieron amables.

-No hacía falta, seguro queríais ir a ver el partido -dijo sintiéndome culpable.

-No te preocupes, si total Pablo no juega, no pasa nada -sonrió su madre amable.

-Y si jugara, para verlo pegarse con todos, lo podemos ver desde casa igual -bromeó Aurora, aunque tampoco era tan broma.

Su madre le dio un golpecito y nosotras reímos.

-Voy a hacer una infusión caliente -avisó Belén dirigiéndose hacia la cocina.

-Yo me voy -habló también Gavi.

Lo seguí con la mirada mientras se ponía una sudadera y cogía las llaves del coche.

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora