Capítulo 51. Estás a salvo, Sof...

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Cerré las maletas y acompañada por Gavi bajé hasta el recibidor, donde cogí el bolso mientras mi madre me miraba preocupada. 

-Cariño, ¿A dónde vas? -preguntó tratando de frenarme. 

-¿Acaso te importa? ¿Acaso te ha importado algo de lo que te he pedido en algún momento? ¿Te ha importado mi opinión o cómo me sentía? -reproché con lágrimas en los ojos. 

-Sofía, no le hables así a tu madre -intervino Miguel. 

-¿Pero tú quién cojones te crees? No eres nadie en mi vida como para decirme lo que tengo que hacer, para mí estás muerto -aseguré con la mayor rabia del mundo. 

-Sofía, ya vale... -intervino Gavi cogiéndome del brazo con suavidad. 

-No quiero volver a veros a ninguno -sentencié y abrí la puerta. 

Mi madre empezó a llorar y el inútil de su ex-marido a abrazarla, a lo que negué con la cabeza y con el mayor dolor en el pecho abrí la puerta y me fui. 

Guardé las maletas en el maletero de Gavi, y acto seguido me subí al coche sin decir nada, a lo que él me imitó. 

Ahí sí empecé a llorar sin poder controlar más el llanto, la rabia y el dolor. Estaba devastada, ni siquiera sabía qué acababa de pasar. Me pasé las manos por la cara una y otra vez, tratando de respirar y de no perder el conocimiento por el agobio. 

Gavi arrancó y comenzó a conducir, rápido pero a la vez despacio tratando de controlar que estuviera bien. 

-¿Quieres que paremos? -preguntó al ver que casi no podía respirar. 

Negué con la cabeza pero no hizo caso. Se apartó en un lado de la calle y puso los cuatro intermitentes. 

Llevó una mano a la parte trasera de mi cabeza, tratando de tranquilizarme mientras se quitaba el cinturón para acercarse un poco más a mí. 

-Respira, Sof... -murmuró preocupado. 

No podía hacerlo. Tenía un nudo demasiado grande en la garganta que me lo impedía. Tenía ganas de vomitar y sentía que me iba a explotar la cabeza. Me temblaba todo el cuerpo, sobre todo las manos y se me encogía el estómago una y otra vez. 

Todavía lo pasé peor cuando varios flashes de móviles se encendieron a mi lado de la ventanilla, haciendo que me llevara una mano al pecho por el susto y me girara hacia el otro lado para que no me vieran. 

-Joder... -bufó Gavi volviendo a ponerse el cinturón. 

Arrancó de nuevo, y con una mano que acariciaba mi muslo condujo hasta su casa. 

Sacamos las maletas, las cuales no me dejó llevar, y entramos dentro sin decir nada. Dejó mis cosas en el comedor y luego se dirigió hacia mí para abrazarme. 

-Ya estamos en casa... -susurró acariciando mi cabeza-. Relájate, mi amor... -pidió con la voz entrecortada. 

Sollocé durante unos minutos más entre sus brazos y lo apreté contra mí con la poca fuerza que tenía. Él era el único sitio donde me sentía tranquila y en paz, el único en el que me sentía querida de verdad. 

-¿Quieres que hablemos? -preguntó con suavidad. 

Yo negué con la cabeza despacio y él dejó un beso sobre ella. 

-Está bien -murmuró.

No tenía ni fuerzas ni ganas para hacerlo. No me apetecía revolver todo mi pasado en ese momento, y no quería recordarlo. Todas las vacaciones y las emociones buenas se habían esfumado de mí en tan solo unos segundos, volviendo a cuando tenía 10 años, cuando todo era oscuro y lo único que hacía era llorar y llorar. Una masa negra se apoderó de mí, hundiéndome en la oscuridad de nuevo, haciendo que no fuera capaz de pensar con claridad y que mi cabeza se volviera a quedar atascada en ese mismo sitio. 

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora