Capítulo 24. Gavi, pero...

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Por suerte esa tarde ya le dieron el alta al ver que se encontraba mejor después de hacerle la limpieza pulmonar, aunque de todas formas debíamos tener cuidado.

Me agobié un poco al salir del parking y ver que había un montón de cámaras y fans fuera del hospital, ni siquiera me acoraba de eso. Traté de no frenar mucho, ya que Gavi tampoco tenía cuerpo para ello, y seguí de largo a pesar de que casi se subían al coche.

Pasamos primero por mi casa, para coger algo de ropa y lo necesario, ya que así no tendría que estar todos los días de un lado a otro, y conduje hasta su casa bastante más tranquila.

Cuando llegamos ambos estábamos muertos. Subimos directamente a la habitación y nos dejamos caer en la cama.

-Por fin -murmuró Gavi.

Cerré los ojos asintiendo y tomé aire unas cuantas veces.

No tardé demasiado en notar unos labios sobre los míos, y sonreí levemente al sentir el contacto.

Volví a abrir los ojos para encontrarme con los de Gavi, quien se separó un poco para poder mirarme.

-Gracias por quedarte -dijo cansado.

Yo negué con la cabeza y lo volví a atraer hacia mí.

Fundí nuestros labios en un beso dulce, mientras Gavi enredaba los dedos en mi pelo, sin demasiada fuerza. Siguió posando besos sobre mi cara, mi cuello, mi pecho, y por todos lados, con mucha calma y suavidad.

Entonces mi móvil empezó a sonar a mi lado, y lo busqué palpando la cama con la mano.

-No lo cojas -pidió Gavi como en un susurro.

No tenía intención de hacerlo, hasta que vi que era Alejandro.

-Espera -ordené separándome un poco.

Hizo caso y yo me levanté de la cama.

-¿Quién es? -preguntó mirándome.

-Un amigo, ahora vuelvo, dame dos minutos -pedí intentando aparentar normalidad.

Me miró sin solución y yo salí del cuarto para bajar hacia el comedor.

-Dime, Ale -saludé al descolgar.

-Ya tienes los papeles, cuando puedas los firmas y me los envías de vuelta -informó.

-Genial, ahora mismo -contesté nerviosa.

Me despedí de Alejandro y saqué el portátil que me había traído aposta para eso.

Entonces fue cuando me di cuenta de que tenía que imprimir las hojas para poder firmarlas.

Mierda.

La vida pareció jugar a mi favor, porque justo en ese momento Belén llamó al timbre.

-Hola, guapa -sonrió cuando le abrí.

-Hola, Belén, ¿Qué tal? -correspondí.

Dejé que pasara mientras subía a avisar a Gavi de que había venido su madre. Sin embargo, cuando llegué el pobre se había quedado dormido.

Lo tapé con una manta y dejé un beso suave sobre su cabeza, para después cerrar la puerta con cuidado y dejar que descansara.

-Se ha quedado dormido -avisé a Belén al bajar otra vez.

-Ay, pobre... -murmuró con pena.

Asentí y después de ofrecerle algo de beber fui a coger el pendrive en el que había descargado las hojas.

El destino, supongo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora