Puedes cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos. - Stanislaw Jerzy Lec.
***
Kiara sentía tanto dolor en el cuerpo que temblaba bajo el agarre de las cadenas. Llevaba dos malditos días colgada literalmente de ellas. Dos días por los que había pagado para que la tuviesen en esa precaria situación. Había visitado un club de BDSM con la intención de olvidar. Estaba llena de magulladuras provocadas por Rodrigo, por lo que sopeso la posibilidad de que, si el dolor provenía de otra fuente, lograría sentirse algo mejor. Movida por las habladurías del lugar había dado con un amo cruel. Idóneo para lo que ella buscaba. Él la daba de comer, la castigaba, la azotaba y la follaba cuando consideraba. Tenía sed. La boca pastosa y seca y a pesar de que había pedido agua durante al menos las anteriores dos horas, nadie se había dignado a ofrecérselo, porque si su amo no lo ordenaba, era inviable. El cuerpo caía laxo, agotada y dolorida por la sesión tan exhaustiva a la que la estaban sometiendo, cuando escuchó los gritos fuera.—¿Dónde está? ¡Te he preguntado que donde la tienes!
Cerró los ojos al reconocer la voz de Enzo. ¿Tan mal estaba que incluso lo imaginaba? Salivó intentando reconfortar sus labios agrietados cuando escuchó el portón abrirse. No tenía fuerzas para moverse, ni siquiera para levantar la cabeza y visualizar quien era la persona que entraba a la sala que simulaba una pequeña cueva.
—A…agua… por favor.
—¿Qué la has hecho maldito hijo de puta?
Enzo corrió hacía el cuerpo desnudo de Kiara. Bufó ante el lamentable estado en el que se encontraba e inmediatamente comprobó sus constantes. Palmeó levemente su rostro para intentar que reaccionase, pero ella apenas era capaz de abrir los ojos.
—Preciosa… Estoy aquí. Todo va a estar bien. Estoy aquí. ¡Abre las malditas cadenas! —gritó enfurecido al hombre que portaba un enorme manojo de llaves — ¡Suéltala ahora mismo o te juro que tendrás en media hora a la policía rondando este apestoso lugar!
Deprisa se quitó la cazadora para cubrir un poco de piel expuesta. El hombre soltó primero una mano y después la otra. En ese instante, ella cayo hacia delante y Enzo la cargo a su hombro, esperando a que desatará también los pies para después alzarla y refugiarla en el calor de su pecho.
—¿Dónde está su ropa?
—Taquilla tres —murmuró el empleado entregándole la llave.
Se movió con agilidad y la vistió mientras la contemplaba atónito. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar? Cada vez tenía la sensación de que la conocía menos. Que quedaba poco de aquella mujer que le había hecho perder la razón años atrás. Una vez vestida, volvió a cogerla entre sus brazos y con celeridad la llevó hasta el vehículo que tenía alquilado, donde la acomodó mientras que intentaba hacerla reaccionar. Cogió una botella y la acercó a sus labios.
Inmediatamente el liquido desbordó por las comisuras, mojándola. Al momento ella abrió la boca para saciarse, vaciándola casi al completo.
—¡Mírame! ¡Kiara mírame!
Ella con gran esfuerzo logró abrir unos milímetros los parpados para cerciorarse de que no estaba soñando y que su Thor particular había ido a rescatarla, como solía hacer. Esbozó una pequeña sonrisa que reconfortó en cierta manera a Enzo. Este apoyo su frente sobre la de ella y blasfemó en voz alta.
—¿Cuántos días llevas ahí? —preguntó enfadado — ¿Has comido?
Kiara que no tenía fuerzas para hablar se movió para aproximar sus labios a los de él que no dejaba de farfullar y gritar. Los rozó con mimo, con devoción hasta que los unió, besándolo con deseo. Enzo correspondió. Entreabrió su boca y la recibió con todo el amor y cariño que sentía. ¡Joder! Llevaba dos malditos días buscándola. Era consciente de que estaba en un club de Chicago porque Melanie le había avisado, pero a su manera de ver, le había costado demasiado dar con ella… Ella jadeó asfixiada por el tórrido momento.
—Vamos al hotel, necesitas descansar. Después tú y yo hablaremos. ¿Entendido?
Kiara no recordaba demasiado desde aquel momento. Solo fue consciente de que se despertó en una mullida y cómoda cama bajo la atenta mirada del rubio que, lejos de estarla desnudando para hacerla gemir de placer, la estaba fusilando con sus ojos inquisidores. Intentó incorporarse, pero entonces la vino el golpe de realidad al ser consciente de que apenas era capaz de moverse por si misma. Sus brazos, sus piernas y prácticamente todo su cuerpo ignoraban sus órdenes. Era como si su cerebro se hubiera puesto en huelga.
—¿Enzo? ¿Qué ha pasado? ¿Estoy en el infierno? —intentó bromear sin éxito.
—Eso mismo vas a explicarme tú —escupió Enzo levantándose del sillón y rompiendo la distancia con la fémina —. ¿Qué es esto?
Rápidamente tomó su brazo, donde se podían visualizar innumerables moratones y lo levantó frente a ella que pestañeo confundida. ¿Había sido Rodrigo? ¿La sesión? No lo tenía claro, solamente era consciente de que ese simple movimiento originaba una punzada de dolor que la atravesaba todo el cuerpo.
—¿Cómo me has encontrado?
—No estas en condiciones para hacer preguntas. ¡Responde!
Kiara apretó los labios conteniendo el grito de dolor que pugnaba por salir de su boca. En cambio, sus ojos vidriosos pusieron en alerta a Enzo que cuidadosamente la soltó. Acarició la mejilla de la fémina con ternura y bufó con malestar.
—¿Puedes dejar de meterte en problemas? No estaré siempre para salvarte el culo.
—¿No? Pensé que esa era la función de los superhéroes.
—Preciosa, estoy muy lejos de ser un superhéroe, ¿no crees? —preguntó colocando un mechón tras su oreja que la hizo sonreír con timidez.
—Tienes razón. Te pega más ser el Dios del trueno.
Enzo sonrió al recordar que Melanie, sin saber por qué, le había llamado así con anterioridad. Supuso que era algo entre amigas que no pensaba debatir. Haciendo acopio de su fuerza de voluntad se levantó para poner distancia con aquella mujer que le hacía perder el sentido. Daba igual los meses que estuviese fuera de la ciudad. Daba igual los meses que evitase verla. Ella siempre llegaba para trastocar su mundo de una manera que le impedía respirar con tranquilidad. Necesitaba evitar caer en la tentación. Necesitaba evitar revolcarse con ella, porque para lo que Kiara podía ser únicamente sexo, para él era más, mucho más.
Fueron varios días en los que hablaron como amigos, y a pesar de que Kiara, cuando se sintió mejor, había intentado acostarse con él o un simple acercamiento había sido imposible. Él la acompañó al aeropuerto, donde ambos tomarían destinos distintos, pues ella regresaría a New York, mientras que él lo haría a Washington.
—No permitas que vuelva a tocarte.
—Enzo…
—No. No me niegues lo evidente —gruñó desaprobando su negativa —. La próxima vez iré a buscarte y no me importara lo más mínimo enfrentarme a él.
—No necesito que seas mi salvador —afirmó con una dureza demoledora —. No… no te acerques más a mí, por favor. Lo nuestro no funcionaría jamás. Tú y yo somos incompatibles.
Se sentía culpable ante sus palabras, pero… ¿qué podía hacer? Necesitaba alejarlo de su vida, necesitaba que Enzo pusiese una distancia definitiva entre ellos, porque comenzaba a sentirse confundida. Aquellos días en los que habían convivido habían sido reveladores. Con él se sentía segura, pero a la vez vulnerable y no podía permitírselo.
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Bailando con el amor | Erótica + 18 | Parte 3/4 Completa ✅
RomanceKiara se encuentra hundida y devastada cuando Enzo reaparece en su vida para, como diría ella, hacerse el héroe ante una situación insólita. Ella se niega a aceptar lo evidente por varios motivos: orgullo, desilusión y miedo, mucho miedo. Dorian har...