Capítulo 31 - Parte 1/2

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La paciencia es la fortaleza del débil, y la impaciencia, la debilidad del fuerte. - Immanuel Kant.

***

Eran las tres de la mañana y Enzo aún no había aparecido por casa. Su turno finalizaba a las doce de la noche, por lo que Kiara había optado por esperarle despierta con la intención de hablar con él y entre muchas otras cosas, dormir juntos. Pero evidentemente todo se había ido al traste y con ello también su paciencia. No quería pensar en ello, pero era imposible no preguntarse en dónde estaría metido o si le habría ocurrido algo. Su mente iba a mil por hora y cada una de las posibilidades a las que llegaba no le gustaba, a excepción de una y era que Enzo y su compañero habían decidido ir a tomar una cerveza o incluso cenar después de terminar su turno. Sin molestarse lo más mínimo en encender la luz, se metió en la cocina y cogió un vaso con agua. Tenía la boca seca e incluso pastosa, por lo que se lo bebió de una sentada, después volvió a llenarlo y se sentó en una de las sillas.

Tamborileó los dedos con evidente nerviosismo sobre la encimera de mármol y maldijo al sopesar el destino al que el rubio podría haber acudido. ¿Y si se encontraba en el “Destiny”? ¿Y si había ido a jugar sin ella? Evidentemente no podía reprocharle nada, porque ella no había marcado aquella norma, pero… ¿Cómo su pareja que era no debía guardarla cierto respeto? ¿No debía mostrarla fidelidad? Inmediatamente recordó las palabras de su amiga Melanie; “En el mundo en el que nos movemos jamás debes dar nada por sentado”. ¡Maldición! Estaba claro que ella no estaba acostumbrada a aquel tipo de relación y que con Rodrigo todo había sido mucho más fácil, porque él, en lo relativo al sexo, era muy básico, demasiado, lo opuesto al policía.

Mordisqueó su labio inferior, provocándose pequeñas grietas que ahora mismo carecían de importancia mientras tanteaba su teléfono móvil. Ni una llamada, ni un mensaje, lo que la hacía pensar que él no había querido dar señales de vida, pues si le hubiera ocurrido algo ella hubiera sido su primera opción al tener a su familia fuera. ¿O no? Este hecho la cabreó todavía más. Se veía estúpida por reaccionar de aquel modo, jamás había sido una mujer celosa, pero con Enzo todo rebasaba lo que hasta ahora había denominado su normalidad. Estaba sopesando la absurda idea de llamarlo o meterse en la fría habitación de invitados cuando la puerta de la cocina se abrió.

En medio de la penumbra pudo distinguir la silueta del rubio. Automáticamente se puso en pie, arrastrando la silla y provocando un chirrido molesto que a él le hizo lanzar un leve quejido. Ella se quedó quieta y con el corazón en la boca, buscando las palabras adecuadas para no sonar desesperada, porque lo estaba. Enzo, agotado, arrastró los pies dando un par de pasos y también las palabras…

—¿Por qué no estás en la cama?

Kiara advirtió el penoso tono de su voz, lo que no deparaba nada bueno. ¿Acaso había bebido? ¿Tanto se había divertido? Humectó sus labios y decidió ser sincera.

—Te estaba esperando.

—Lo siento, preciosa. De haberlo sabido te hubiera llamado.

Instantáneamente Enzo pulsó uno de los interruptores que alumbraba la isleta de la cocina con una luz suave y tenue, que era justo lo que buscaba y caminó al frente, acercándose a la mujer que poco a poco cambiaba su semblante y no era para menos dada su lamentable situación. Kiara ahogó un grito y se abrió camino hasta el hombre para examinarlo. Asustada, cogió su rostro entre las manos para fijarse en la brecha que surcaba su ceja derecha y en el hematoma que comenzaba a formarse por la parte inferior del ojo y la mejilla. Su aspecto, cuanto menos, era lamentable.

—¡Dios Enzo! ¿Qué te ha pasado?

Él arrugó el ceño dolorido mientras se pasaba la palma de la mano por la frente.

Bailando con el amor | Erótica + 18 | Parte 3/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora