Capítulo 5

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A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear. - Marcel Proust.

***

Eran las tres de la mañana y ninguno de los dos conseguía dormir. Él atormentado por los últimos acontecimientos y ella atormentada por el fascinante olor que manaban las sábanas en las que intentaba descansar. Cansada, Kiara se levantó y sin pensárselo dos veces, comenzó a bajar las escaleras que le acercaban a su Dios del trueno. Enzo estaba tumbado sobre el sofá cama, con los brazos cubriendo gran parte de su cara y el torso al descubierto. La escuchó bajar, pero ante todo, sintió su increíble aroma a escasos centímetros de él, aun así, permaneció inmóvil.

Ella inmediatamente pensó que el rubio se encontraba dormido, al menos lo aparentaba. Con lentitud se aproximó hasta clavar la rodilla en el colchón que había bajo el cuerpo masculino. Sin poderlo evitar plantó la palma de la mano en aquel pecho al que tantas veces se había agarrado y suspiro. ¿Qué estaba haciendo? Arrepentida fue a retirar la mano, en cambio, Enzo fue mucho más rápido. La sujetó de las muñecas y la hizo girar sobre su propio cuerpo, arrinconándola contra la tela y su propio peso. Ambos se miraron excitados e intrigados.

—¿Qué haces?

—No podía dormir…

—¿Y ese es motivo para que te metieses en mi colchón?

—Eres tú el que está encima.

—Si lo deseas, podemos cambiar de posición. Ya sabes que en el sexo soy versátil.

Sexo. Aquella palabra dejo sin respiración a Kiara. No lo podía negar, lo deseaba hasta tal punto que dejo de ejercer fuerza con sus muñecas, quedando completamente a la merced de Enzo. Él relamió sus labios pensándose seriamente si atacar a su presa y llevarla a lo más alto, pero antes de hacerlo, necesitaba una señal que lo invitase a ello. Por eso, libero sus muñecas y dirigió la mano derecha por el vientre cubierto de la fémina. Ella se contrajo ante aquel toque, sin embargo, no le apartó. A continuación, introdujo los dedos bajo la camiseta acariciando su fina piel para finalmente avanzar hasta palpar sus suaves montículos.

—Si quieres detenerme, ahora es el momento…

Kiara analizó su propuesta. Estaba a tiempo de detener aquello, pero… ¿realmente quería? No. Estaba claro que no. Como respuesta, intentó incorporar su tronco superior para besarlo, pero sus movimientos eran limitados. Enzo sonrió al verla…

—Gatita, espero que en esta ocasión no me muerdas.

Automáticamente la recompensó facilitándole aquel contacto. Ambos entreabrieron sus bocas para enzarzarse en un beso interminable lleno de deseo y de promesas implícitas que ninguno quería vocalizar. La mano masculina avanzó sin pudor alguno hasta toparse con el pezón que lo esperaba ansioso y erguido. Lo rozó, lo mimo y por último abrió la palma para abarcarlo todo.

Kiara resolló al recibir aquella caricia que tanto había añorado y que por supuesto, tanto había luchado por evitar de su marido. Ella enredó la mano en la melena larga de Enzo y lo atrajo para sí misma. Ahora más que nunca era su Thor. El cabello rubio resbalaba por los hombros masculinos formando una coqueta melena que prácticamente podría recoger en una coleta. Desconocía a que se debía aquel cambio físico, pues siempre había llevado el pelo corto y arreglado, pero la gustaba y la producía un hormigueo en el bajo vientre que necesitaba mitigar cuanto antes.

Enzo tras comprobar la acogida de su compañera, quiso ir más allá por lo que inmediatamente se deshizo de la camiseta ancha que ella portaba y descendió para lamer aquello que había acariciado. Basto un único lametón para percatarse del quejido que emitió Kiara. Rápidamente dirigió la mano a una pequeña lampara de pie que tenía a escasos centímetros, sin embargo, ella fue mucho más veloz y antes de que pudiese pulsar el interruptor le sujetó del brazo.

Bailando con el amor | Erótica + 18 | Parte 3/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora