Capítulo 3 - Parte 2/2

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Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida. – Pablo Neruda.

***


A mediodía…

Rodrigo se había ido a trabajar y eso la había dejado tiempo suficiente para levantarse, vestirse y acercarse a la farmacia más cercana. Le dolía todo el cuerpo, apenas había dormido, pero debía aprovechar las casi nueve horas que tenía por delante de asombrosa tranquilidad para organizar todo desde casa y marcharse cuanto antes a España. O eso pensó, porque lo que desconocía era que a las dos y cuarto alguien tocaría a su puerta y que ese alguien sería Enzo.

Él la contempló durante unos segundos con preocupación. Enseguida se fijó en el labio partido que lucía y un sentimiento de rabia le invadió al pensar que siempre había estado en lo cierto y se había marchado sin más.

Ambos se miraron con un atisbo de esperanza. Kiara sintió ganas de llorar y abrazarlo, pero se contuvo, en cambio, él apenas la dejó tiempo de reacción, se metió en el interior de la casa y ordenó.

—Coge lo que necesites, nos vamos.

—¿Qué? ¿Adónde?

—Es lo de menos. ¡Vamos!

—¿Con qué derecho llegas aquí y me hablas así? ¡Vete a la mierda Enzo!

Él la apresó entre sus brazos y sin poderlo evitar la besó. La besó con la necesidad y la urgencia que tenía. La besó con la intención de que se ablandara, de que cediese a su petición, de que se marchase con él. Kiara respondió, abrió la boca y acarició su lengua durante unos breves segundos que, a ambos, le supo a gloria…

—Por favor… —solicitó con un tono de voz mucho más suave.

—Dame diez minutos.

Él cerró los ojos y asintió, con la ilusión de que ella finalmente abandonara aquel calvario a la que estaba expuesta. La vio correr escaleras arriba y automáticamente estampo el puño contra la pared más cercana. Iban a marcharse, se la llevaría a Washington, pero no sin antes darle su merecido al cabrón de su marido. Recorrió la estancia y sin poderlo evitar, cogió entre sus manos un portarretratos de la boda de Kiara. Sí, sin duda Rodrigo y ella parecían felices. Apretó los dedos con fuerza al pensar en lo que aquel miserable la podía haber hecho durante aquellos largos años.

¿Rodrigo la amaba? Lo dudaba, porque él, que estaba cien por cien seguro de que no había nadie en el mundo más importante que ella era conocedor de que jamás la pondría una mano encima. Cosa que evidentemente su marido había hecho y estaba seguro de que no se trataba de algo puntual. Volvió a colocar la fotografía en su lugar y bufó malhumorado.

—Con esto será suficiente —murmuró Kiara apareciendo con una pequeña bolsa de viaje que tenía ya a medio hacer para largarse a España —. Déjame comprobar que llevo el pasaporte.

—No lo necesitaras… —prorrumpió él cazando de entre sus manos el equipaje.

—Por supuesto que sí —afirmó ella revisando su bolso y confirmando que la documentación necesaria estaba ahí.

Enzo la miró con toda la dulzura posible. Sí, era terca, pero a pesar de eso y de su fuerte carácter era perfecta. En la vida había conocido a nadie como ella y no podía decir que había conocido a pocas mujeres, al contrario, por lo que eso le fascinaba todavía más. Kiara le observó y se cruzó de brazos al verle sumido en algún tipo de pensamiento que le hacía apretar los dientes con demasiada fuerza.

—¿Se puede saber en qué estás pensando?

—En que jamás debí dejarte sola —sentenció.

La cogió de la mano y tiró de ella para sacarla de allí cuanto antes. Bordeó su Mercedes gris metalizado y guardó la bolsa en el maletero, mientras que Kiara, con el corazón desbocado se subía al asiento del copiloto. Estaba decidida a marcharse, a alejarse de allí tanto como pudiese y lo iba a hacer junto a Enzo. Aquel hombre que tanto la desubicaba y al que tanto había añorado. Sin poderlo evitar, sus manos comenzaron a temblar, acto que para el rubio no pasó desapercibido cuando ocupó su asiento.

—Tranquila —susurró acariciándola con suavidad —. No volverás a estar sola.

—Enzo yo…

Él sin pensárselo más, volvió a silenciarla con un delicado y cuidadoso beso. Un besó que Kiara saboreó con gula y con deseo. Hablarían, por supuesto que lo harían, pero no allí. Enzo tenía varios propósitos en mente y estaba dispuesto a cumplirlos absolutamente todos, comenzando por su marido. Arrancó y condujo lleno de rabia, apresando el volante entre sus manos e imaginando que era el cuello de Rodrigo quien estrangulaba entre sus dedos. Conocía los movimientos de aquel animal, pues recordaba haberlo seguido durante una larga temporada y chascó la lengua al recordar aquel famoso restaurante en el que él cada día comía. Sin dudarlo se dirigió hacía allí.

Kiara enseguida reconoció el lugar, pero lo que la asusto fue cuando la enfurecida mano de Enzo abrió la guantera para descubrir su arma de servicio.

—¡Enzo! —profirió sujetándolo fuertemente del brazo — Por favor, vámonos de aquí.

—Este tipo se merece estar entre rejas, sino algo peor… —graznó lleno de colera.

—Tienes lo que querías. No pienso volver con él. Por favor, vámonos.

Sin embargo, el rubio lo tenía claro. No iba a permitir que quedara impugne, por lo que cerró la guantera para la tranquilidad de Kiara y acelerado salió del vehículo para dirigirse al interior del restaurante, visualizando a su objetivo. Ella palideció y dudó durante unos largos segundos si acaso seguirlo sería una buena idea. Segundos suficientes para ver como Enzo atravesaba el largo pasillo para encararse a su marido y propinarle un puñetazo que logró tirarlo de la silla. Apresuradamente se bajó del coche y se aproximó al bullicio que se había creado.

Enzo, ante los gritos de los demás asistentes no se detuvo, al contrario, se arrodilló en el suelo junto al cuerpo aturdido de Rodrigo y le profirió un segundo golpe. Mientras tanto, uno de los acompañantes intentó sostenerle para apartarle del empresario que continuaba sin poder reaccionar.

—No vuelvas a tocarla —sentenció mientras lo sujetaba de la camisa —. No vuelvas a buscarla. No quiero que la nombres, porque créeme que, si lo haces, si vuelves a tan siquiera mirarla te arrepentirás.

—¡Dios! —gritó Kiara tapándose la boca con las manos ante la sorpresa.

En ese mismo instante, Rodrigo giró el rostro para visualizar a su mujer. Una mujer que temblaba con la misma facilidad que lloraba. Enzo sonrió ingenuo al comprobar que estaba haciendo caso omiso de su advertencia y con un seco movimiento chocó su frente con la de él dejándolo K.O en el suelo. Comprobó que los encargados del restaurante estaban dando parte a la policía, los cuales de un momento a otro se personarían allí, por lo que ante la desgana de tener que explicarle a su compañero de oficio porque se había tomado el atrevimiento de romperle la cara a aquel hombre lo soltó y se incorporó con la seguridad que le caracterizaba. Instantáneamente se acercó a Kiara y como si fuera él único que la pudiese tocar, la refugió con su brazo y la sacó del local.

—No volverá a hacerte daño —susurró depositando un beso en la sien de la joven —. Ahora sube al coche. Tenemos un largo camino que recorrer.

***

Hasta aquí ese viaje al pasado de Kiara.

En el próximo capítulo retomaremos el presente y de ahí en adelante, podremos ir viendo la reacción de Enzo, la explicación de una Kiara, muy posiblemente rota por su marido y, lógicamente, leeremos también a nuestra pareja favorita de la serie; Dorian y Melanie.

¡Espero que disfrutéis de esta tercera entrega! ⭐

Bailando con el amor | Erótica + 18 | Parte 3/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora