Capítulo 10 - Parte 2/2

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De cualquier forma, los celos son en realidad una consecuencia del amor: os guste o no, existen. - Robert Louis Stevenson.

***

Enzo no se inmutó, pero pudo sentir el intenso escrutinio de la fémina que ni corta ni perezosa relamía sus labios con lascivia.

—¿Me pone otro a mí? —preguntó al camarero que inmediatamente afirmó — ¿Una noche complicada?

El rubio mantenía la mirada en el vidrio humedecido que rodeaba su mano. ¿Acaso le hablaba a él? Por primera vez alzó la vista y la intensa mirada de la mujer lo aniquilo. Sí, sin duda era el dueño de aquella pregunta. Ella no solo lo devoraba con la mirada, sino que además, sus pezones se marcaban en la suave tela que los cubría, dándole una cálida bienvenida. En otro momento de su vida, nada más y nada menos que hace una semana atrás, no le hubiera importado lo más mínimo darle aquello que tanto solicitaba, pero ahora solo había una mujer que rondaba su cabeza. Solamente había una mujer a la que deseaba desnudar. Sonrió desganado y en cuanto el camarero le puso la copa a la fémina este acercó la suya para realizar un pequeño brindis a modo de saludo.

—Supongo que igual de complicada que la tuya…

—En ese caso, te invitó a la siguiente… Soy María, encantada —murmuró extendiendo la mano para tener aquel ansiado contacto con el rubio.

—Enzo… —indicó estrechándola con delicadeza — María, es un placer, pero dudo mucho que hoy sea una buena compañía. Ni siquiera sé porque he venido.

—No pretendo que me hagas compañía. Yo he sido la que se ha acercado, así que… Me gusta estar aquí tanto o menos que a ti. Si por mi fuera estaría en la habitación del hotel comiéndome una buena tarrina de helado mientras que una preciosa cabellera rubia asoma entre mis muslos.

¡Touché! A Enzo se le secó la garganta al imaginarse en la posición solicitada. La española iba a por todas y se lo estaba demostrando. Él se consideraba igual de directo, de hecho, odiaba la gente que no iba de frente, por lo que haciendo apogeo de su sinceridad sonrió y dijo:

—Reconozco que en otro momento de mi vida no me hubiese importado perderme ahí, ni siquiera me hubiera importado colarme en un viejo almacén de este lugar y follarte hasta que te quedases sin fuerzas…

—¿Pero? —inquirió pizpireta.

—No puedo, lo siento.

—Déjame adivinar… eso que te lo impide tiene nombre y apellidos — Enzo sostuvo la mirada en ella y María no necesito más —. Es una pena y ella muy tonta o muy afortunada, según como se mire.

Enzo pensó en que Kiara era muy inteligente y que era esa misma inteligencia quien la impedía ir más allá. Porque si ya había fracasado una vez en el amor… ¿Qué no la haría fracasar una segunda? Además, él era el mejor amigo de Dorian y en caso de que aquella relación, si es que se le podía llamar así, se iba al traste, estaba cien por cien seguro de que les distanciaría. El rubio se encogió de hombros, pues tampoco quería darle explicaciones, mucho menos entablar una conversación que poco o nada le apetecía continuar. María vació su copa y con agilidad anotó algo en una servilleta que a continuación deposito en el bolsillo interior de la chaqueta del hombre. Ese gesto propició un acercamiento entre ambos que la hizo salivar…

—Por si cambias de opinión, estaré en Madrid hasta pasado mañana. Tienes mi teléfono, el hotel donde me encuentro y el número de habitación… Del helado me encargo yo.

La mujer atrapó el lóbulo de la oreja entre sus dientes y apretó lo suficiente para dejarlo con ganas de más. Total, no perdía nada por intentarlo y tenía mucho que ganar. El rubio era tentado, sin embargo, el aroma que le llegaba no era el que deseaba. No era el de su Kiara.
La empresaria volvía de su efímera charla con Nick cuando los vio. María, la sobrina de los Miller no perdía el tiempo, o eso parecía, pues su astuta lengua paseaba despreocupada por el lóbulo del policía que poco o nada parecía importarle. Esta en su derecho, se dijo así misma en un burdo intento para autoconvencerse. Analizó la situación y pensó en personarse allí mismo e interrumpirles, pero… ¿Quién era ella? De hecho, Enzo era mayorcito para saber lo que hacía y con quien, por lo que camino hasta el otro extremo de la barra, lo más alejada posible de la pareja y se pidió un refresco. Se lo tomaría y visto el percal, abandonaría la fiesta sin más. Total, dudaba mucho que el policía la echase en falta. Sin embargo, él la había visto y con agilidad se deshizo de su acosadora. Durante su trayecto buscó la mirada de Kiara, sin éxito. Estaba claro que ella no le había visto o que pretendía ignorarlo sin más.

Bailando con el amor | Erótica + 18 | Parte 3/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora