ENTRENO

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Vinicius se despertó temprano en la mañana al recibir una llamada urgente de su entrenador de fútbol. Era una sesión de entrenamiento de emergencia que no podía perderse. Se levantó rápidamente, vistió su ropa de entrenamiento y salió de la casa sin hacer ruido para no despertar a Laia, quien aún estaba profundamente dormida.

Antes de salir, Vinicius dejó una nota en la mesita de noche para Laia. La escribió con una sonrisa en su rostro, sabiendo que Laia se sorprendería al encontrarla. La nota decía:

"Buenos días mi amor, tu hombre se fue a hacer lo que mejor sabe hacer. Te veo pronto. Te quiero.".

Vinicius salió de la casa en silencio, cerrando la puerta con cuidado para no hacer ruido. Condujo su coche hasta el campo de entrenamiento, preparándose mentalmente para la sesión intensa que le esperaba. Pero en su mente, no podía dejar de pensar en Laia y en cómo le gustaría pasar más tiempo con ella.

Mientras tanto, Laia seguía durmiendo profundamente en su cama, ajena a la nota que Vinicius le había dejado. Pero cuando finalmente se despertó y vio la nota en la mesita de noche, su corazón se llenó de amor y alegría. Sabía que

Vinicius estaba ocupado, pero apreciaba que se había tomado el tiempo para escribirle algo dulce.

Laia se levantó de la cama, se vistió y se dirigió a la cocina para preparar un desayuno para cuando Vinicius regresara. Sabía que su pareja necesitaba mucho combustible para su entrenamiento y quería asegurarse de que tenía suficiente energía para afrontar el día.

Mientras tanto, Vinicius estaba sudando en el campo de entrenamiento, pensando en Laia todo el tiempo. Estaba emocionado de regresar a casa para estar con ella de nuevo. Pero por ahora, tenía que enfocarse en su entrenamiento y hacer lo que mejor sabía hacer.

Finalmente, la sesión de entrenamiento terminó y Vinicius regresó a casa. Cuando llegó, Laia lo recibió con una sonrisa y un delicioso desayuno.

Laia estaba acostada en una esterilla y haciendo algunos ejercicios de yoga.

Vinicius se acercó a ella con una sonrisa y le dio un beso en la mejilla. Entonces notó que Laia parecía incómoda y no estaba tan cómoda como de costumbre. Le preguntó qué pasaba y Laia parecía dudar un poco antes de responder.

Laia tomó una profunda inspiración y le confesó a Vinicius que estaba teniendo su periodo. Se disculpó por no haberle dicho antes y le explicó que debido a la distancia entre ellos, nunca habían coincidido en su periodo.

Vinicius sonrió comprensivamente y le dijo que no había problema. Le preguntó si necesitaba algo y Laia le agradeció pero le dijo que estaba bien. Vinicius se fue a la ducha y se cambió. Cuando regresó, encontró a Laia descansando en el sofá con una manta.

Se acercó a ella y se sentó a su lado, envolviéndola con sus brazos. Laia se acomodó contra él, apoyando la cabeza en su pecho. Vinicius la abrazó suavemente y la besó en la frente, susurrándole que la amaba y que siempre estaría allí para ella.

Laia se sintió segura y protegida en sus brazos.

Laia se encontraba en la cama, retorciéndose de dolor. Había pasado toda la noche tratando de dormir, pero el dolor de su menstruación no le permitía conciliar el sueño. Laia se sentía frustrada, no quería depender de Vinicius para algo tan natural como la menstruación, pero su dolor era demasiado intenso para poder soportarlo sola.

De repente, Vinicius entró en la habitación, notando que Laia estaba despierta y con dolor. Se acercó a ella y le preguntó si se encontraba bien. Laia intentó sonreír, pero no pudo evitar gemir de dolor. Vinicius se sentó a su lado, acariciándole la frente y tratando de reconfortarla.

- ¿Necesitas algo, mi amor? -preguntó Vinicius, preocupado.

- No sé... -respondió Laia, con un suspiro de dolor-. Solo quiero que el dolor se vaya.

Vinicius se levantó de la cama y fue a la cocina. Regresó unos minutos después con una bolsa de agua caliente y un paquete de analgésicos.

Se sentó de nuevo a su lado y la ayudó a colocar la bolsa de agua caliente en su vientre. Luego, le dio una pastilla de analgésico y un vaso de agua.

- ¿Te sientes mejor ahora? -preguntó Vinicius.

- Un poco -respondió Laia, agradecida-. Gracias, Vinicius.

Vinicius le acarició el cabello y le susurró palabras de aliento mientras ella se acomodaba en la cama con la bolsa de agua caliente en el vientre. Después de unos minutos, Laia finalmente pudo relajarse lo suficiente como para quedarse dormida.

Vinicius permaneció a su lado durante toda la noche, asegurándose de que Laia se sintiera cómoda y cuidada. A pesar de que Laia se sintió un poco avergonzada por su dolor menstrual, Vinicius la tranquilizó.

Vinicius se despertó temprano por la mañana y notó que Laia estaba teniendo dificultades para despertar. Él se acercó a ella y la abrazó suavemente, intentando calmarla.

- ¿Estás bien, mi amor? - preguntó Vinicius en voz baja.

- No puedo dormir, me duele mucho la barriga - respondió Laia con una mueca de dolor en su rostro.

Vinicius acarició suavemente su cabello y le dio besos en la frente.

- Voy a hacerte algo de té caliente y a prepararte una compresa caliente para ayudar con el dolor - dijo.

Vinicius se levantó de la cama y fue a la cocina para preparar el té y la compresa. Después de unos minutos, regresó a la habitación y le entregó a Laia el té y la compresa.

- Gracias, Vinicius - dijo Laia con una sonrisa agradecida.

Vinicius se acostó a su lado y la abrazó con ternura. Laia se acomodó en su regazo y cerró los ojos, sintiendo el amor y el cuidado de su prometido.

Después de un tiempo, Vinicius comenzó a darle besos y mimos en el cuello y en la oreja, haciendo que Laia se riera y se moviera.

- ¿Qué estás haciendo? - preguntó ella con una sonrisa en el rostro.

- Solo tratando de hacerte sentir mejor - respondió Vinicius con una sonrisa traviesa.

Laia se rió y le dio un beso en los labios.

- Bueno, parece que está funcionando. Ya no siento tanto dolor - dijo ella con alivio.

Vinicius la abrazó con fuerza y la besó apasionadamente.

- Eso es lo que quiero oír. Te amo, mi amor - dijo él.

- Te amo también, Vinicius - respondió Laia con una sonrisa mientras se acurrucaba en sus brazos.

Juntos se durmieron de nuevo, esta vez sin ningún dolor ni molestia, diciéndole que no tenía nada de qué preocuparse y que siempre estaría allí para cuidarla.

FUERA DE JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora