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- ¿No olvidas algo? –Di un brinco al escuchar la voz de mi madre a mis espaldas, haciéndome voltear instantáneamente.

-No…que yo sepa –Dije, meditando su pregunta mientras miraba mi habitación recién ordenada –Llevo cobijas, ropa para seis días, cepillo de dientes, dinero…

-No hablaba de eso, cielo –Mi madre se adentró en mi habitación, sonriendo –Siéntate –Estuve tentado de alzar la ceja, pero me contuve y solo hice lo que me pidió.

Se acercó a mí, poniendo sus dedos en mi frente.

-En nombre del padre, del hijo, y del espíritu santo. Amén. –Mi madre sabía que yo no estaba atado a ninguna religión, y a pesar de saber que era profundamente católica, me sorprendió que esa mañana quisiera darme la bendición –Nunca vas a esos viajes, realmente me sorprendí cuando nos hiciste firmar el permiso.

-Pensé que sería bueno, ya sabes, despejar de los exámenes –Dije, porque no se me ocurrió nada más.

-Estoy de acuerdo, te has esforzado muchísimo –Alcé la mirada, intentando que no se notase la sorpresa en mi rostro –He visto tus calificaciones.

No supe qué responder a eso.

-Tienes que cuidarte mucho, ¿Bien? –Asentí –Y llámanos. Debe haber un teléfono público a donde sea que vayan. –Volví a asentir.

Cuando estaba a punto de dejar mi habitación, me puse de pie.

-Mamá –La llamé, haciendo que ella voltease a verme –Por favor…no pelees con mi padre mientras no estoy. –Ella esbozó una sonrisa algo confundida.

-Mael…

-No quiero que me des excusas –La interrumpí –Solo quiero que pienses en Louie por un momento antes de levantarle la voz. Por una vez, haz eso por mí.

Ella me observó durante unos segundos, y finalmente, asintió.
No me tranquilizaba, pero al menos, confié en que lo intentaría.

Cuando mi madre salió del cuarto, observé a Louie por un par de segundos, preguntándome si despertaría antes de que tuviera que irme y si podría decirle adiós.

Marlon me dijo que me prestaría su celular todos los días para llamar a casa y asegurarme de que estuviera bien. Le dejaría su número a mi madre para que me llamase en caso de cualquier problema, y al menos de esa forma, podría pasar seis días sin tirarme por un barranco gracias a la preocupación.

De Wyatt me había despedido el día anterior.

Mi mejor amigo estaba algo molesto conmigo porque me iba por casi una semana y no le avisé con demasiada antelación. Pero al final, me deseó un buen viaje y me dijo que intentaría darle sus rondas a Louie. Le agradecí por eso, aunque no quiso mirarme a la cara en todo el rato que estuvimos en el cuarto del garaje.

El autobús salía a las 3, tenía que llegar al instituto a las 2:30 si quería hablar con Marlon sobre ciertas condiciones del viaje antes de que pudiera arrepentirme; y sí, había estado a punto de arrepentirme alrededor de ocho veces. Las dos que más venían a mi cabeza fueron el día anterior; cuando Wyatt no me volteaba a ver y estuve tentado de decirle “mira, no iré y me quedaré viéndote la cara el resto del verano, ¿Te parece?” y la madrugada anterior, cuando Louie comenzó a llorar y le sostuve hasta que dejó de hacerlo mientras me preguntaba si mi madre haría eso por él.

Pero al final ahí estaba, a dos horas de irme.

Mientras miraba a Louie fijamente, me decidí por ir a comprarle chuches para que mi madre pudiese dárselas mientras yo no estaba. Y con ese pensamiento, bajé las escaleras y salí de mi casa.

AsteriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora