Extra # 1: El chico que admira

33 5 2
                                    


El pie intranquilo de Charlie hacía ruiditos en la parte baja del auto, moviéndose constantemente mientras más se acercaban al vecindario de su tío. Su madre, a su lado, soltaba risitas poco disimuladas al ser testigo de su desespero, sin embargo, no hacía comentarios con respecto a ello, pues era consciente de que Charlie pasaba de ser un niño tierno y cariñoso, a ser un cactus con demasiada facilidad.

Cuando por fin el auto se detuvo ante el edificio de su tío, el niño de once años salió disparado del auto, no sin antes ser reprendido por Sixta.

- ¿Y mi beso? -Preguntó ella, viendo como su hijo volvía hacia ella con expresión culpable. Segundos después, habiendo recibido su merecida despedida, susurró -Hazle saber a tu tío que planeo hacerle una visita próximamente, para que se atenga a las consecuencias de ignorarme por una semana.

Charlie asintió, haciéndose una imagen mental de la furia Schretown explotando al mismo tiempo en un espacio cerrado. Seguro su tío Mael se sentaba con palomitas en una esquina del salón a presenciar los gritos. No estaba seguro de si su padre se molestaría en intervenir o si seguiría su ejemplo.

-Te recojo a las siete, ¿Bien? -Charlie asintió -Te portas bien.

-Sí, mamá -Rezongó, volviéndose al edificio, renuente a escuchar una palabra más.

Físicamente, según su madre, era muy parecido a su tío cuando tenía su edad, aunque sus ojos, con el tiempo, tomaron un color bastante semejante a los de su padre, y debía admitir que lo prefería de ese modo. Todo en él gritaba Schretown, excepto sus ojos.

Sin embargo, su tío, en palabras de su mamá y de su otro tío, solía ser un niño irritable y malhumorado, a diferencia de él, que, si bien era testarudo, era sensible y cariñoso.

A veces le molestaba un poco ser así, pues por esos rasgos en su personalidad, a menudo se sentía triste.

Pero no era uno de esos días, se recordó mientras el ascensor lo dejaba en un corredor que le resultaba inmensamente familiar. Se acercó al departamento 22, cuya puerta era marrón oscuro y tenía un cartel con un chiste malo obra de su tío Mael, quien se había negado a poner "Residencia McNeil-Schretown" en la puerta, porque le sonaba anticuado.
También porque su tío Wyatt exigía que dijera "Schretown-McNeil" pero ambos dos amaban dejar fuera ese detalle.
Charlie negó levemente con la cabeza antes de tocar, perdiendo la confianza, y la rapidez que la misma le había otorgado. De repente, sus manos sudaban y la emoción se convertía en algo más. Quería entrar, se moría por hacerlo.

Cuando por fin se puso de puntitas para tocar el timbre, la puerta no tardó demasiado en abrirse. Los rizos rubios de su tío Wyatt hicieron acto de presencia, y el ya mencionado sonreía inmensamente.

Charlie corrió a sus brazos no dos segundos más tarde.

- ¡Charlie! -Dijo su tío, mientras le devolvía el abrazo -Comenzaba a creer que tu madre había olvidado que tenía que traerte.

-Lo ha olvidado -Rezongó el niño, aun en medio del abrazo -He tenido que mandarle un mensaje para recordárselo.

Su tío frunció el ceño.

-Tengo que hablar con tu madre sobre su obsesión con twitter -Charlie soltó una risita.

-De todas maneras, vamos a la cocina. Mael intenta preparar espaguetis a la carbonara, sospecho que no saldrá bien -Dijo, volteándose para caminar hasta la cocina.

Durante su transcurso por el corredor, la mirada de Charlie se desvió al interior de las habitaciones, que, usualmente, se encontraban cerradas. Esta vez, no lo estaban, y Charlie supo que sus plegarias habían sido escuchadas.

Las puertas solo estaban abiertas cuando él estaba de visita.

Y como por arte de magia, en la siguiente habitación, se encontró su figura trepada en el alfeizar de la ventana, con su cuaderno de bocetos entre las manos.

AsteriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora