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Cuando desperté, supe casi al instante que algo estaba mal. Quizás por eso me tardé tanto en abrir los ojos. Tenía una resaca abismal, era consciente de ello incluso si seguía medio dormido.

El sonido de una puerta abriéndose lentamente me hizo tener aún menos ganas de despertarme por completo.

-Psst, psst -En contra de mi voluntad, entreabrí los ojos, encontrándome con el rostro de Vic viéndome desde la puerta -Es hora de irnos, muévete. -Y después, cerró la puerta otra vez, dejándome descolocado, y obligándome a despertarme del todo para lidiar con la realidad.

Y la realidad, era que no había amanecido precisamente solo.

Cuando me senté en la cama, me di cuenta de que el cabello desordenado de Katherine se llevaba al menos la mitad de mi almohada, y ella aún seguía profundamente dormida.

Oh mierda - Fue todo lo que pude pensar.

- ¡Venga, tío! -Un susurro me hizo alzar la cabeza -El coche va a dejarnos, Jenny le explicará que tuvimos que irnos, podrás retomar tu baile de apareamiento en unas horas. -Negué levemente, mientras me ponía de pie y buscaba en qué parte de la habitación había dejado mis pantalones. Los encontré junto al armario, y la blusa de Katherine les hacía compañía.

Mi dolor de cabeza solo aumentó cuando fui consciente de que esta chica se iba a despertar completamente sola, consciente de haber tenido sexo conmigo, y de que yo había desaparecido.

Cuando Vic y yo salimos de la casa, ninguno de los dos tenía buen aspecto. Él, por su parte, ojeroso pero feliz, me contaba levemente sobre la ilusión de Jenny porque su mejor amiga y yo nos habíamos enrollado la noche anterior.
Yo asentía, pretendiendo que estaba escuchando todo, pero en realidad, me sentía peor mientras más nos acercábamos a la residencia.

Cuando llegué, me senté en mi cama, y miré a un punto fijo por veinte minutos antes de hundirme en el hecho de que ni siquiera sabía quién era yo en ese momento.

Mael McNeil, nacido el cinco de noviembre de 1999, en Saint Cloud. Mi madre se llamaba Andie McNeil, y mi padre Fausto McNeil. Tenía un hermano llamado Louis Oliver McNeil y cariñosamente, le apodaba Louie.

Pero a 6,286 kilómetros del lugar donde nací y crecí, nada de eso parecía seguir siendo verdad.

Porque todo lo que yo hacía antes, como cuidar de Louie y ser responsable por él y por el instituto, no lo hacía porque me sintiera obligado a hacerlo. Lo hacía porque ese era yo, porque eso era lo que amaba hacer.

Pero lejos de todo eso, me sentía tan perdido que comenzaba a cuestionarme qué era un error y qué no, quién era yo, y quién no.

-Hey... ¿Estás bien? -Vic llamó mi atención, moviendo la mano frente a mi rostro como si intentara despertarme.
Vagamente, me pregunté si Vic recordaba que él y yo también nos habíamos enrollado la noche anterior. De todos modos, yo no planeaba recordárselo, era bastante vergonzoso recordarlo por mí mismo.

-Sí, solo... me duele la cabeza -Vic asintió, y de repente pareció recordar algo.

-Cierto, ¿Quién es Wyatt? -Alcé mi cabeza de golpe.

- ¿Dónde has oído ese nombre? -Pregunté, acusadoramente. Vic empezó a mover las manos, como si quisiera exonerarse de toda culpa.

- ¡E-estabas diciéndolo anoche! -Se explicó -Dijiste que querías llamarlo, e intentaste quitarme el teléfono. Pero te dije que así de borracho no deberías llamar a nadie... -Asentí, teniendo un pequeño flashback de la noche anterior.

Y entonces, un hilillo de culpabilidad surgió en mi pecho. Y de repente, lo único que quería era escuchar la voz de mi mejor amigo.

- ¿Crees que pueda utilizar tu teléfono ahora? -Pregunté, algo temeroso de su respuesta.

AsteriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora