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Estar de vuelta en Cambridge no me hizo sentir mejor.

Vic había desaparecido, lo cual no debió sorprenderme, nadie pasaría su verano en una residencia vacía por voluntad propia.

Ver la habitación completamente vacía me devolvió una sensación de soledad que había olvidado mucho tiempo atrás. Por primera vez en lo que parecían siglos, no contaba con mi mejor amigo para llamarle cuando sintiera que el mundo podía más que yo. Una parte de mi cerebro lo veía todo como si Wyatt siempre hubiera estado ahí, como si mi mundo hubiera comenzado en el momento en que lo conocí. Y lo odiaba por eso.

No era un completo gilipollas, a pesar de mis apremiantes demostraciones de lo contrario en muchísimas ocasiones. Una parte de mí tenía claro que Wyatt Schretown no había cambiado lo suficiente para ser la persona que habla a mis espaldas de un niño que cuidó y quiso desde que lo conoció.

Pero la otra parte retenía esa ira, esas ganas de gritarles a todo y a todos, cada vez que repasaba cada cosa que vi y escuché ese día.

Cuando me rendí en intentar acomodar mis cosas en la habitación nuevamente, me decidí a salir e intentar encontrar a mi profesor de álgebra en el campus, para hacerle saber que estaba de vuelta y listo para mis lecciones y para cualquier cosa que pudiera distraerme por completo.

Sin embargo, la presencia de Kenia dando vueltas en los corredores de mi residencia me hizo cambiar ligeramente de planes.

-Creí que te habías ido a casa -Dije, y ella dio un salto y se volvió a verme.

- ¡Maeliño, has vuelto! -Fruncí el ceño ante el apodo -Qué va, sabía que regresabas hoy, ¿Por qué marcharme antes de eso?

Pasé por alto su expresión de estar a nada de desbordarse y empezar a hablar como ballena a punto de morir.

No, mala comparación, lo que hacen las ballenas antes de morir es cantar, entonces debería compararla con...

-Pero, oye, ¿Qué tal te ha ido por casa? -Dijo entonces, interrumpiendo mis pensamientos - ¿Qué tal está ese pequeñajo? ¿Está todo...?

En cuanto escuché sus preguntas, las palabras huyeron de mi boca a borbotones.

-Oh, sí, está genial. Tiene novio, de hecho -Kenia frunció el ceño -Se ha hecho novio de un niñato que habla mal de mi hermano a mis espaldas. ¿Puedes creerlo? Mi mejor amigo, Kenia, ¡Mi jodido mejor amigo! Es como si de repente nada de lo que consideraba real lo es. Y seguía repitiendo cosas como autismo y síndromes y...y...

-Mael -Kenia se acercó a mí, tomando mis manos entre las suyas -Cálmate. Respira.

-Estoy calmado -No lo estaba.

-Oh, sí, tan calmado que no notaste que te preguntaba por Louie, no por Wyatt -No supe que responder a eso.

- ¿Quieres hablar de ello? -Comencé a negar, pero su mirada ya me estaba regañando -Mael.

-Sí -Dije, rindiéndome.

Quería hablar de ello más de lo que me atrevía a admitirme a mí mismo.

Nos dirigimos a mi habitación. Kenia se dejó caer en la silla de oficina, viéndome fijamente mientras me sentaba en la cama, esperando a que hablara. Cuando intentó darme una pequeña sonrisa para que entrara en confianza, solo lo dije todo, cada parte. Lo que el chico de la sonrisa brillante dijo, lo que Wyatt respondió, lo cerca que estaban, y las excusas que Wyatt dio cuando le di la oportunidad de explicarlo.

Repetí más veces de las necesarias determinadas frases como "Louie es un niño normal" o "Louie es solo demasiado tímido".

Cuando al fin dejé de hablar, Kenia me miró de ese modo, como si las palabras que estaba a punto de decir pudieran lastimarme, pero era necesario que las escuchara.

AsteriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora