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El día de mi examen final, fue el día en el que finalmente llamé a mi madre con la intención de hablarle de Louie.

Muchos estudiantes ya habían regresado a la residencia con la idea de ir a fiestas de fraternidad y emborracharse la semana antes de clases, pues acababan de pasar dos aburridos meses con esa familia de la que querían huir en primer lugar.

No estaba listo para esa conversación, la había evitado tanto como me había sido posible. Me volqué casi del todo en pasar álgebra de una vez, tanto que casi pude ignorar el hecho de que Wyatt seguía llamándome; pronto, sus llamadas se convirtieron en mensajes. Y luego fueron llamadas otra vez, cada tres días, al menos.

No podía lidiar con él en ese momento. Aunque eso no significaba que no me planteara responder la llamada y llorar a moco tendido mientras le rogaba que me perdonara. Aun hoy día, no sé de dónde saqué las fuerzas para no hacerlo.

Con total honestidad, puedo decir que no recuerdo demasiado de esa llamada. Y la principal razón es que, todo el tiempo, tenía ganas de colgar, o de culparme, y una parte mínima pero jodidamente egoísta de mí, quiso culparla a ella.

Lo que sí recuerdo con claridad, es su voz rota, diciendo una y otra vez que, aunque notó desde hace mucho tiempo que no era así, intentó pretender que todo estaba bien con Louie, porque si había algo mal con el niño que dejó solo, entonces era su culpa, porque se suponía que una madre debía cuidar de su pequeño y asegurarse de que creciera feliz y sano.

Una parte de mí la odió profundamente, pero no podía reclamarle nada. No en ese momento. No lograba nada retrocediendo a cuando no podía perdonarla y me empeñaba en que no cuidara de Louie, porque nunca antes había querido hacerlo.

Louie nos necesitaba a ambos. Y nosotros necesitábamos entender su enfermedad.

Ella me preguntó si quería que me esperara para llevar a Louie con un doctor.

Me negué, y le dije que no podíamos retrasarlo más tiempo. Y en el fondo, no me sentía preparado para enfrentar eso aún.

Cuando colgué, me sentí tentado de hacerme bolita y evadir el mundo.
                                                       

Tener a Vic de vuelta en la habitación hizo las cosas más sencillas

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Tener a Vic de vuelta en la habitación hizo las cosas más sencillas. Por eso, cuando Jenny pasó a buscarlo y se lo llevó a rastras, me sentí tentado de tomarla de sus extensiones rubias y lanzarla por las escaleras.

Aunque por la mirada que le dirigió Kenia, algo me dijo que ella lo haría por mí.

-Habéis vuelto a la normalidad –Dije, y ella me miró de reojo.

-No por mucho, si sigue juntándose con ella –Acto seguido, mordió una manzana, viendo a la puerta con expresión de caballo rencoroso.

Kenia llegaba a su límite, y yo también.
Por eso, antes de poder arrepentirme, tomé mi celular y tecleé un mensaje bastante simple, con el que planeaba calmar las aguas y esperar lo mejor.

AsteriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora