CAPITULO 6

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DOMINICK

Tenía tantos problemas encima, pero los que más me agobiaban eran los de este pueblo. No tenía tiempo de ir al instituto. Me habían informado que entraría una nueva estudiante y yo debía ir para conocerla, pero con tantas cosas que hacer no tenía tiempo ni para mí mismo, y eso me mantenía siempre de mal humor.

—Dominick, ¿leíste la carta que te enviaron de Dark Moon?

—No —respondí estresado.

—Me dijeron que era importante que la leyeras.

—Después la voy a leer.

—Después no digas que no te lo advertí.

—No creo que sea tan importante —espeté molesto.

Mi beta estaba por irse, pero se dio la vuelta solo para decirme que Amber estaba afuera y que, por lo que le dijo ella, tuvo problemas en el instituto.

—¡Déjame pasar, idiota, que soy tu luna!

Sus gritos hacían que mi estrés aumentara, ya que no paraba de gritar quejándose de todo.

—¡Amber, ¿puedes cerrar tu boca?! —ladré.

Edgar, mi beta, cerró la puerta no sin antes darme a entender que desaprueba el que aun siga con mis aventuras con Amber. Empezó a sollozar para llamar mi atención, pero solo me burlé por su nefasto drama fingido.

—¿Por qué me ignoras? —Cubrió sus ojos—. ¡Yo siempre soy la burla de todos! ¡Nadie me respeta como luna! —chilló.

—Es porque no eres una luna —rebatí y continué mi trabajo.

—Pero tú me dijiste…

—Amber, no estoy para tus juegos infantiles.

Se levantó de su lugar para colocarse detrás de mí. Sentí sus manos rodear mi cuello mientras su colonia barata inunda mis fosas nasales.

—Sé que estás ocupado, amor, pero mira lo que me hizo la gorda esa a mi nariz —dijo con un tono de dolor sentándose sobre mis piernas. —Me rompió la nariz.

Entorné los ojos e ignoré sus berrinches caprichosos, pero siguió insistiendo, así que al ver que no me dejaría en paz, la tomé con brusquedad de su nuca y uní nuestros labios en un salvaje beso. Entretanto, mis manos tomaban su camisa para rasgarla al instante, haciéndola sonreír.

—Di-Dime que pondrás a esa gorda en su lugar —pidió entre jadeos por el deseo mientras entraba y salía de ella.

Sin embargo, no comenté nada, solo la senté sobre mi escritorio para embestirla más fuerte. Sus gemidos se escucharon aún más.

Ella gritó que la lastimaba, pero ignoré sus reclamos.

—No te quejes, que tú lo provocaste.

—Domi, me lastimas…

—Cállate y sigue gimiendo como una zorra.

Ella se negó, pero al escuchar un gruñido salir de mi garganta me miró asustada e hizo caso a mi orden.

Al cabo de un rato, Amber no paraba de quejarse por haber sido cruel con ella. Ya me hartaban sus quejas con su voz chillona, pero luego guardó silencio y empezó a quejarse también sobre la chica nueva. No soporté más escucharla quejarse por todo.

—¡Ya cállate, joder! —vociferé cansado.

—¡Es que tú no me escuchas!

—¡Está bien! —Traté de bajar mi tono de voz—. Veré qué hago con ella.

Sangre de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora