CAPITULO 15

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Rascó su nuca y pensó si era lo correcto decirme o no, pero al contemplarme terminó accediendo.

—De acuerdo. El próximo domingo tendremos una cena con algunos invitados. Si aún no te recuperas del todo, no te forzaremos a estar presente.

—Papá… —llamé—Solo… me tomará al menos cuatro días recuperarme del todo.

—Todo a su tiempo, hija —susurró Jazmín al ver mi optimismo. —Tu descansa. 

—Solo necesito…. tiempo y verán que mejoraré.

Hoy era la cena que Jonathan había organizado y como se los prometí logré recuperarme. Ellos ya estaban listos abajo esperando a los invitados. Entretanto, yo no entendía por qué mi cuerpo aún no sanaba del todo. Todavía me sentía débil y mareada, así que pensé que era a causa de lo que había vivido hacía unos años atrás. Observé mi espalda en el espejo por unos instantes y noté que estaban las cicatrices que esos vampiros causaron en mí.

Desde que salí del hospital, permanecí en cama durante dos días, pero me asfixiaba estar en cama día y noche, de modo que decidí levantarme.

La cena empezaría en media hora y aún no estaba lista. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me di cuenta de que perdía mi tiempo. Sin embargo, al escuchar la madera del suelo rechinar, me salí de mi mente para ver hacia la puerta de mi habitación; divisé la sombra de alguien observarme.

—¿Quién anda ahí?                                           

A pesar de escucharme, el que me espiaba no salía de su escondite. No obstante, luego de unos segundos salió. No me sorprendió que fuese él.

—Lo siento, yo estaba…

—¿Qué haces aquí? —mascullé por descubrirlo espiándome.

—Solo busco a Sofí —se excusó.

—¿Sofí?

—¿Qué te pasó en la espalda? —Cambió de tema.

Dominick entró sin permiso a mi habitación sin dejar de observar mi espalda. Él intentó tocarme, pero me aparté con rapidez. Sin embargo, él me sujetó de la cintura y me atrajo más contra sí. Sus ojos negros escrutaron los míos por el espejo; me miraban con tanta intensidad y tristeza al mismo tiempo que me sentía incomoda por él, pero a la vez intimidada. Pensé al principio que era porque éramos mates, pero su imagen de hombre frío y sin sentimientos ya no estaban. No obstante, me gustaba a la vez.

—¿Qué haces? —murmuré al ver que poco a poco se acercaba más a mis labios.

—No hago nada —susurró.

Pude oler su aliento fresco.

Mi corazón palpitaba demasiado rápido al tenerlo tan cerca de mí. Podía ver mucho mejor cada facción de su rostro. Me encantaba tanto verlo que me hizo tragar en seco.

Mi padre me dijo que Dominick podía parecer un hombre de veinte, pero en realidad tenía más o menos su edad.

Al verlo tan de cerca, todavía no creía que fuera un hombre tan mayor, más bien creía que era muy apuesto más de lo atractivo que era.

—Date la vuelta —pidió.

—¿Qué? —indagué sin entender su petición.

—Solo hazlo —ordenó en susurro.

No sabía por qué, pero le obedecí; giré mi cuerpo y quedé de espaldas contra su pecho. Cuando sentí sus manos agarrar mi cintura con delicadeza, acercándome a él, me estremecí ante su suave tacto y mi cuerpo tembló.

Estábamos solos en mi habitación y los demás estaban demasiado ocupados para interrumpirnos, así que no importaba lo que pasara.

—Sanaré tu herida —musitó en mi oído con algo de excitación en sus palabras. —No te muevas.

Dejó caer la toalla que cubría mi espalda, dejándome solo en sostén frente a él, empezó a recorrer con la yema de sus dedos mi piel, hasta que sentí que tomó el broche para luego dejar caer mi sostén al suelo. Por instinto, cubrí mis pechos con rapidez. Un escalofrío invadió mi cuerpo al recordar que estábamos solos.

 Di un brinco sobre mi lugar al sentir algo tibio y húmedo bajar por mi espalda. Un jadeo salió de mis labios y me sostuve en la pared al sentir una extraña sensación en mi cuerpo. Era como un fuego me quemara cada parte de mí para pedir a gritos que siguiera y no se detuviera. Pero ¿qué demonios hacía? ¿Acaso era…?

Otra vez sentí su lengua lamer mi espalda con lentitud mientras sus dedos me acariciaban de una manera tan sensual que mi cuerpo se estremecía. Me aferré a la pared y mordí mi labio inferior para no decirle en voz alta que bajara un poco más.

Sabía que él también se sentía de la misma forma que yo, porque al subir su lengua y alejarse un poco escuchaba su respiración agitada, al igual que la mía. Aún me encontraba de espaldas y sentí su respiración en mi cuello. Él parecía estar en las mismas condiciones de seguir más allá de lo que nuestros cuerpos deseaban con intensidad. No sabía por qué, pero sentí una necesidad de verlo. Me di la vuelta y quedé frente a él.

—No sé por qué, pero me vuelves loco. —Jadeó excitado su pulgar acaricia mis mejillas ruborizadas —No puedo seguir sin ti.

—Yo…

Hábilmente, me besó con mucha pasión, el deseo me quema y no pude resistirme y terminé correspondiéndole de la misma forma a causa de la excitación.  Apego mi cuerpo contra el suyo,  rodeé su cuello con mis brazos. Tomó mis piernas para que se enrollaran en su cintura. Mi cuerpo dejó de sentirse débil, era como si Dominick me diera la fuerza que necesitaba. Sus labios se movían con fiereza sobre los míos. Entretanto, sus manos recorrían mis piernas para subir a mi abdomen desnudo; mis pechos quedaron visibles ante sus ojos.

—Ven conmigo —murmuró entre besos. —Quédate a mi lado.

No respondí, solo seguí besándolo.

No quería que dejara de besarme, pero me alejó un poco de su cuerpo y me bajó para luego tomar uno de mis pechos y meterlo en su boca; los tocaba como si fueran de cristal, sus labios dejan castos besos sobre mis senos que me hicieron inclinarme.

Su lengua jugaba haciendo magia en mi cuerpo.

No sabía cómo, pero mi mente no pensaba con claridad, ya que lo único que quería era seguir con esto sin importar lo que pasara.

Mi cuerpo ardía y deseaba más de lo que él me hacía.

—¡Papá!

Cuando escuchó la voz de una niña, él se detuvo y se alejó con celeridad de mí.

Muy agitada, levanté la toalla y me cubrí al ver que se había alejado.

—¡Papá! —gritó de nuevo la niña.

No sabía cómo reaccionar después de lo que había ocurrido hacía unos minutos. Al caer en cuenta, me sentí completamente avergonzada y una completa estúpida.

«¿Cómo diablos dejé que esto pasara?».

Al ver sus ojos y la manera en que se controlaba, me di cuenta de que era a él quien buscaba esa niña.

Sangre de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora