CAPITULO 24

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—¿Fue una petición o una orden? —interrogué sin importancia—. Soy tu luna, ¿por qué habría de tocar para entrar como si fuera una de tus empleadas?

—Contigo no se puede —murmuró como si estuviera cansado de lidiar conmigo—. Desde este momento te advierto que no estoy de humor. —Me dio la espalda molesto. —Así que déjame solo.

—Sabes por qué estoy aquí.

—Sí, sí, ya Maritza me dijo —contestó seco.

—¡Papá, ya estamos listos! —gritó Sofía feliz para ir a abrazarlo, pero se alejó un poco preocupada por la expresión molesta de su rostro—. Papá, ¿estás molesto? —Detuvo sus pasos—. ¿Ya no vamos a ir? —Bajó su cabeza con desilusión.

—Está estresado, pequeña, pero siempre nos llevará, ¿no es así, cielo?

—Sí —me miró de reojo un poco enfadado—Solo me cambio y nos vamos a cenar. —Cambió su semblante agrio para sonreír cálidamente.

Cris y Sofía corrieron hacia las escaleras felices hablando del tema y de lo que pedirían al estar en el restaurante mientras nos gritaban que estarían abajo esperando por nosotros para irnos.

Cuando solo estábamos nosotros dos, lo fulminé con la mirada, ya que no sabía disimular ante los niños su amargura. Me molestaba mucho.

—Te pido que cambies esa cara de viejo amargado cuando estés frente a ellos.

—¿Crees que esto es fácil?

—Aunque no lo sea, no olvides que fue tu idea, así que hazlo y disimula tu amargura.

—Qué fácil es decirlo.

—¿Crees que ella va a creer esta farsa si te comportas como un idiota? —Perdí la paciencia. —Trágate tu amargura de una buena vez.

—¿Qué quieres de mí? Tú solo sabes reprocharme todo como una adolescente rebelde.

—¡Porque soy una adolescente, idiota! No soy una vieja amargada como tú.

—¿Una vieja amargada?

—Sí, y tal parece que los años te afectaron pronto —exploté al no soportar más sus quejas, pero recordé que había más gente en la casa—. Escucha —calmé mi respiración y mis nervios—Solo quiero llevar la fiesta en paz por ahora, ¿sí?

—Entonces deja de criticarme y, no estoy tan viejo, solo tengo 100 años humanos.

—¡¿Y así dices que no eres un viejo?! —solté con sorpresa. —¡Enserio!

—Ya basta. —Voló su mano frente a mí para que me callara.

—Basta tú. —No tenía ganas de seguir discutiendo—. ¿Sabes qué? Te esperaré abajo con los niños para irnos. No te tardes.

—Bien.

—Bien.

Con él no se puede, enserio que no.

Sofí y Cris parecían muy felices por estar aquí comiendo pizza. Me alegraba por ellos, ya que eran los únicos que disfrutaban de este paseo. Yo me controlaba para no gritarle a Dominick que quitara esa cara de amargado que aún mantenía en su rostro desde que llegamos. Les dije a mi hermano y a Sofía que se fueran a jugar un rato para que no vieran su cara agria.

—¿Acaso olvidaste lo que discutimos en la casa? —Hice mi rebanada de pizza a un lado cuando perdí el apetito.

—No sé de qué hablas. —ni siquiera me vio a la cara —Así que déjame en paz.

—Entonces dime por qué aun pareces amargado. —Lo saqué de su mente.

—No te interesa.

—Mira, idiota, trato de llevar la fiesta en paz y quiero ayudarte, pero parece que tu cabeza no lo entiende.

Golpeó la mesa con sus dedos en un ritmo paralelo y me miró por unos segundos para luego suspirar.

—Los lobos más jóvenes no desean que los vampiros estudien con ellos y han intentado revelarse. Creemos que hay alguien que los incita a hacerlo. He estado investigando pero nadie quiere hablar por las buenas y no quiero verme obligado a usarl la fuerza.

—Amber

Salió de mis labios.

—¿Qué?

—Es la única que podría hacer algo así.

Guardé silencio mientras lo miraba pensativo.

Quería ayudarle, pues así sería menos su estrés. Además, era su luna, de modo que quería hacer mi labor como tal.

—Sabes, yo…

—No te metas en esto, Charlotte, ya mis hombres están averiguando…

—¡Ya deja tu machismo, ¿quieres? Que lo detesto! —mascullé entre dientes.—¡Enserio que lo intento pero a veces lo único que me provocas es arrancarte la cabeza.

Me mira de reojo y hace a un lado su comida.

—¿Qué es lo que planeas?

—Necesitas mi ayuda. Se supone que somos una pareja, ¿no? Para eso estoy aquí.

Me contempló, soltó un suspiro y entrecerró sus ojos. Entretanto, agarró mi mano con suavidad y dejó un beso sobre ella.

—Eres única. Creo que es por eso que la diosa te eligió como mi luna. —Se acercó y sujetó mi barbilla—. Me vuelves loco de una manera extraña —susurró para luego besarme con lentitud. —Nadie podría volverme tan loco como tú lo haces, Charlotte.

Sentí un ardor en mis mejillas al escuchar la dulzura de su voz al hablarme.

—Dominick…

Como un puf, mi enojo se esfumó.

—Lamento haber sido tan cruel contigo, mi luna. —era lo único que quería oír de su parte: una disculpa. —Lo lamento todo.

Sin darme cuenta, me dejé llevar por el momento; le correspondí y profundicé aún más el beso. Me acerqué más, enredé mis dedos en su cabello liso y lo atraje hacia mí. Se aferró a mis caderas. Mi cuerpo temblaba ante su tacto haciéndome sonreír como si pidiera más de esas pequeñas caricias que me proporcionaba.

—Mira, Cris, papá ya no está molesto con mamá. Ahora sí ya se van a quedar siempre con nosotros.

Al escuchar la voz de Sofía, abrí mis ojos con rapidez. Nos alejamos el uno del otro. Miramos hacia donde venían sus voces; apenas se acercaban.

—Pero mi hermana dijo que no estaríamos mucho tiempo aquí —replicó Cris.—Y si ella dice algo es porque es cierto.

Sofía infló sus mejillas, frunció su ceño, corrió más rápido hacia nosotros y se lanzó sobre mí.

—¿Es cierto, mamá? ¿Te irás de la casa? —preguntó con tristeza frente a mí.

—Bueno…

“Ay, mi diosa, ¿con esa carita tan tierna cómo le digo que me iré?“

Me puse nerviosa y tragué saliva.

—Sofí, Cris, ¿quieren un helado? —Dominick logró llamar la atención de ambos. —Aún no hay postre así que que tal si vamos por unos.

Aceptaron alegres y olvidaron la conversación y eso era un enorme alivio, porque a los niños nunca podía decirles que no. Los tres se alejaron, dejándome sola en la mesa. Suspiré aliviada; Sofía olvidó el tema de que me iría y me ponía nerviosa su mirada.

“¿Otra vez… enserio”

 No entendía lo que había pasado. ¿Por qué siempre me dejaba llevar? ¿Dominick pensaría que era una mujer sumisa y que podía usar mis sentimientos a su favor para convencerme? No. Si supiera que en verdad me atraía, él actuaría de otra forma conmigo. A lo mejor pensaba que era por el lazo de mate.

“¿Qué demonios haré si mis sentimientos me engañan? Me llevan a eso”

—No, eso jamás lo permitiré.

—¿Qué no vas a permitir? —Una voz femenina que jamás había escuchado me hizo girar con rapidez. —Hola.

Sangre de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora