CAPITULO 51

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—¿Qué? ¿Acaso no le has dicho que tú eres su madre? —cuestionó con burla. —Ups.

¿Qué? ¿Ella era mi madre, la mujer que me abandonó y permitió que esos desgraciados me llevaran hasta al borde de la muerte?

—¡¿Cómo te atreviste, papá?! Me arrebataste a mi hija con solo tener meses de nacida.

Dejó de sonreír. —¡Tú misma lo ocasionaste al enredarte con ese perro!

Ella se quitó un anillo que llevaba puesto en uno de sus dedos; su esencia empezó a cambiar del todo. Podía sentir el aroma dulce de mi madre y mi padre. Me quedé sin palabras. Ellos habían hecho lo que Jazmín y Jonathan hicieron conmigo para tenerme a salvo.

—Esta vez no lo permitiremos, papá. Nos la arrebataste una vez, pero ahora que la encontramos la protegeremos, aunque nuestra vida dependa de ello.

No sabía si odiarla o admirarla. Todo era confuso para mí.

Jazmín y Jonathan corrieron hasta llegar a mí y me dijeron que tenían que sacarme de ahí lo más pronto posible, pero yo no reaccionaba. Cuando lo hice, un dolor insoportable invadió mi cabeza. Me arrodillé, empecé a gritar y tomé mi cabeza con ambas manos. Pedí a gritos que el dolor se detuviera, pero nadie podía hacer nada por mí.

—Entonces sí es verdad, querida hija, lo que dices. Sálvala de su dolor. —Mi dolor aumentó aún más. —Vamos. Hazlo.

—¡Haz que pare! —chillé entre sollozos. —¡No!...

Mis padres adoptivos no sabían que hacer.

De la nada, ellos fueron expulsados en el aire, alejándose de mí.

Dominick intentó acercarse, pero también fue expulsado.

Entendí que era yo la que los expulsaba lejos de mí.

Abrí mis ojos. La que decía ser mi madre empezó a pelear con el rey con una espada. Trataba de atravesarle su pecho, pero él era más rápido. Ella no podía acertar. Dominick se unió a su pelea y trató de herirlo, pero él era más veloz que ellos dos juntos.

—¿Sabes qué pasará con tu mate, perro? —le preguntó a Dominick, que solo gruñía rabioso—Volverá al lugar donde nunca debió salir, pero antes los mataré a todos así no tendrá motivos para regresar este lugar.

Quería decirle que no lo escuchara porque solo lo provocaba, pero el dolor me impedía advertirle. Al abrir un poco mis ojos, vi que en su cinturón tenía otra espada oculta en su espalda. Cuando vio que Dominick corrió para atacarlo, la empuñó.

—No, ¡espera...! —Me era imposible poder hablar. —Dominick... no...

Levantó su mano y sacó la segunda espada listo para atacarlo.

Tenía miedo de perderlo.

—¡Dominick... no lo hagas!

Mi mundo se vino abajo al ver quién se atravesó en su camino.

Mi corazón se hacía pedazos al ver la sangre salir por su boca.

—N-No, Sofía.

Mi cuerpo tiembla mientras mis ojos observan como ella, se aferra a sus manos para que les espada no llega hasta Dominick, Somos manos tiemblan cuando él empieza a forzar para que les pueda entrar en ella y así llega a Dominick pero ella rechina sus dientes y se aferra a su fuerza.                                     

Forcé mis piernas a levantarse. Me importaba muy poco si moría a causa del dolor, pero quería venganza. Quería matarlo. Quería arrancarle la cabeza.

Sangre de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora