Adara, Aine y Bastián son los nombres de mis tres pequeños hijos, hoy cumplían tres años de vida. Todos estuvieron de acuerdos en hacer una pequeña fiesta para presentarlos frente a todos. Esta noche todos esperaban con ansias por nosotros afuera. Las niñas corrían de un lado a otro y no dejaban que nadie las cambiara.
—¡Papi! —gritaron al verme.
Me coloqué de cuclillas para cargarlas en mis brazos.
—¿Por qué aún no están listas? —Besé sus frentes. —Ya deberían estar cambiadas y hermosas.
—Quelemos que mami nos cambie —respondieron al unísono.
Me sorprendía su manera de crecer. Su metabolismo era inaudito y su manera de aprender también. Ellas hablaban como unos niños de cinco años. La que me traía viejos recuerdos era Aine. Era tan parecida a Sofía.
—Mamá se está cambiando, así que dejen que Maritza haga su trabajo.
—Está bien. —De mala gana, permitieron que Maritza las preparara para la fiesta. —Vamos.
Se toman de las manos y salen de mi habitación.
Bastián estaba muy tranquilo mirando hacia fuera; veía a la gente entrar a la casa. Creí que él sería el más problemático, pero me equivoqué.
—¿En qué piensas, hijo? —Me senté a su lado. —¿Estás nervioso?
—En nada, papá. Y no, no estoy nervioso.
—¿Por qué no vas a ver si tu madre está lista?
—Está bien.
Bastián era más apegado a Charlie. Él decía que la admiraba y la amaba. Las niñas a veces lloraban porque pensaban que su madre quería más a su hermano que a ellas. Por eso siempre pasaban más tiempo conmigo que con ella.
Nunca jamás había imaginado mi vida con hijos y una prometida. Sin esperarlo, la conocí en circunstancias no muy favorables. Gracias a Sofía hoy podíamos ver a nuestros pequeños crecer y correr por cada rincón de mi casa, en la que también nací y crecí.
—Todo estuvo perfecto, ¿no crees?
—Claro que sí —respondí mientras cargaba a las niñas. —Ahora solo falta nuestra boda.
Ella sonríe diciendo que podríamos esperar un poco más.
Toda la noche Aine y Adara se la pasaron jugando con otros niños de su edad hasta quedarse dormidos.
Bastián aún se mantenía despierto. A veces su actitud tan fría llegaba a asustarme.
—Papá, ¿cuando crezca yo seré el alfa? —su pregunta me sorprendió —Soy el alfa y tu único hijo varón.
—Por supuesto, hijo, y llegarás a ser más que una gran alfa —le asegure con orgullo. —Y como tú dices, eres mi hijo varón por lo cual es tu derecho.
Mi respuesta fue de un grado que lo hizo sonreír mucho.
Charlie besó su mejilla y lo consintió. Me fascinaba ver esta faceta maternal de ella. Tal vez era porque perdí mucho tiempo al no estar con ella.
Cuando puse un pie dentro de la habitación de mis hijos, sentí un golpe fuerte. Lo primero que hice fue proteger a mis hijas amortiguando la caída con mi cuerpo. El estruendo fue bastante fuerte como para hacer que nuestras familias subieran enseguida.
—Así que ahora la familia se expandió. —Conocía esa voz a la perfección. Era el rey Francisco. Sabía que fue un grave error no haberlo matado cuando tuvimos la oportunidad—. Oh, pero mira nada más… —No sabía cómo, pero me arrebató a Aine de mis brazos. Entré en pánico al ver a mi pequeña en sus garras—. Se ve que será igual a esa loba que maté hace un año. —La observó muy sonriente. —Vaya… el cabello de mi adorada nieta.
Aine se despertó y empezó a llorar.
Bastián, al escuchar a su hermana sollozar, corrió hacia ella.
El vampiro lo tomó de un brazo y cargó y lo contempló.
—Así que diste a luz a un miembro de sangre Imperial. Interesante
—¡Deja a mis hijos! —gritó Charlie. —Te voy a matar si les haces algo.
—¡Papá, déjalos! —pidió Mirian angustiada. —Papá… por favor.
Dejé a Adara con Jazmín para poder salvar a mis hijos, pero Francisco, al ver mis intenciones, me advirtió que al hacerlo ellos lo pagarían.
No me había percatado de algo; pude apreciar que Charlie le arrancó uno de sus ojos a su abuelo.
—¡Serás un gran rey! — soltó a mis hijos, que sin dudar corrieron hacia mí. —Magnífico y esplendido.
Sin esperar, Charlotte se lanzó y lo atacó, pero sin poder ver sus movimientos. Él ahora estaba detrás de ella. Logró golpear su nuca, dejándola inconsciente, y la cargó en sus brazos.
Me transformé y lo ataqué, pero sin esfuerzo alguno, me lanzó contra la pared.
Jonathan y Drake se transformaron para atacarlo, pero Francisco no estaba solo; unos vampiros los tomaron de su cola y los arrojaron fuera de la habitación.
—Papá, por favor.
La luna Jazmín hizo a un lado a sus nietos, saltó y se transformó, pero Francisco la esquivó y le dio una fuerte patada, haciéndola soltar un chillido al atravesar la pared y caer en la tierra del jardín de la entrada principal.
No iba a permitir que se la llevara, así que me transforme.
Él chasqueó sus dedos; un vampiro le colocó una daga a Charlotte en el cuello.
Retrocedí y volví a mi forma humana al verme acorralado.
—Nos volveremos a ver —expresó para luego desaparecer frente a todos. —Y será pronto.
Quise detenerlo, pero antes de que pudiera quitarme al vampiro del encima, Francisco ya había escapado.
—¡No! ¡Charlotte!
Esto no me podía estar pasando a mí.
¿Por qué la madre luna se ensañaba conmigo de esta forma?
Maldije una y otra vez.
Después de tantos esfuerzos, todo fue en vano.
La perdí.
Esta vez se la llevaron frente a mí y yo no pude hacer nada para impedirlo.
—¡Maldición! —Caí de rodillas. —¡¡Charlotte!!
Golpeé con mis puños el suelo una y otra vez por la impotencia y por lo inútil que fui.
Le prometí que siempre la cuidaría y le fallé.
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Sangre de Luna
WerewolfCharlotte es una chica con un pasado oscuro que la marcó de por vida. Al cumplir los dieciocho sus padres decidieron que ya era hora de que Charlotte llevara una vida normal como cualquier adolescente, pero al entrar al instituto encontraría al que...