CAPITULO 26

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No hablé, solo me dejé llevar por mis sentimientos aun sabiendo que era un grave error hacerlo porque terminaría lastimada. Cuando sentí algo blando debajo de mí, me asusté y me levanté con prisa. Se alejó alarmado.

—¿Qué pasa? —Se acercó otra vez.

—No, Dominick, yo no seré una más de tus conquistas.

Lo alejé al ver sus intenciones.

Me tomó con suavidad, su aliento recorrió mi cuello, haciéndome estremecer y se acercó a mi oído con lentitud.

—Tú naciste para ser mía. Tú eres mi luna… y tu cuerpo lo sabe. No sé por qué te preocupas si tú no eres como las otras. No te puedo prometer que seas mi luna… cuando ya lo eres por derecho.

La forma tan posesiva en cómo decía esas palabras me hacía temblar. Me encantaba. Mi cuerpo deseaba que él me tomara y que recorriera cada parte de mí. Cuando estaba cerca de él a solas, no pensaba con claridad, y eso no me ayudaba en lo absoluto.

Sabía que me arrepentiría de esta decisión tan estúpida que había tomado, ya que solo llevaba tres días aquí y él conseguiría lo que deseaba, tenerme bajo sus sábanas.

Dejándome llevar por mis sentimientos, se posicionó sobre mí con delicadeza y besó mi cuello, luego mis labios. Poco a poco la ropa desapareció para que nuestros cuerpos pudieran sentirse más y más.

Sus manos acariciaban cada parte de mi piel. Me aferré más a él al sentir un fuego abrasador dentro de mi cuerpo quemarme.

—No estoy segura de esto…

—Solo déjate llevar, seré cuidadoso. Recuerda, tú eres mía y yo soy tuyo, y eso nadie lo cambiará nunca.

Por primera vez me habló con tanta ternura y amor que creí en sus palabras y no pensé en las consecuencias.

Dejé que me hiciera suya porque así lo deseé.

Sus manos recorrían mi cuerpo, su olor como mate me volvieron frágil, tenía tanta debilidad con el que solo me rendí. Sus labios recorrían mi piel y buscaban con mis pezones con la punta de su lengua, la mía sin dejarme caer, extasiada sonrío e inclinó mi cuerpo para que pudiera hacer más cosas de las que nunca he experimentado.

Sentí que se acomodo entre mis piernas, nerviosa me aferro a su cuello y escucho su susurro decirme que me relajara.

Mi corazón agitado por el dolor que me agobiaba me hacía soltar quejidos de dolor y se detuvo haciendo que me relaja, siento algo filoso sobre mi cuello y unos gruñidos que me excitaron y sin darme cuenta entró de golpe haciendo soltar un chillido mientras mis lágrimas salieron.

Intenta darme tiempo para acostumbrarme así que al cabo de unos segundos me moví para que continuara.

Mientras sus embestidas aumentaban, sentí una extraña sensación dentro de mi cuerpo, como si estuviera prendida en llamas. Dominick hizo mi cabeza a un lado y empezó a penetrarme más fuerte para luego sentir sus colmillos perforar mi piel haciéndome gritar y no sé si era de dolor o placer.

Mi excitación desapareció al sentir el dolor en mi cuello que bajaba poco a poco a mi organismo. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y mis ojos se cerraron.

—Dulces sueños, mi Luna.

Al despertar al siguiente día, lo primero que hice fue buscar a Dominick en el otro lado de la cama, pero cuando no sentí nada, me senté, despertando por completo, y noté que estaba vacía. Me puse de pie, me senté en la orilla de la cama y pensé que había jugado conmigo.

Un dolor se instaló en mi pecho al pensar que solo me usó para saciar sus antojos sexuales, esos que ninguna zorra pudo quitarle..

“Cálmate, Charlotte. Tal vez está abajo y volverá pronto. No saques conclusiones apresuradas”.

Por dos horas esperé que llegara, pero nunca apareció.

Cuando creí que todo estaba bien entre nosotros, todo cambió de repente como una burla del destino.

 Me coloqué la ropa que vestía ayer y salí de su habitación para encerrarme en la que me asignaron desde el principio. No pude evitar que mis lágrimas brotaran ante la rabia que sentía a mí misma por lo ilusa que fui.

 Al parecer, ni la luna deseaba mi felicidad al darme un mate que solo le importaba su propio placer. Pero ¿cómo podía culpar a la diosa cuando fui yo la que dejó que todo esto pasara?

«El hombre llega hasta donde la mujer lo desea», esas fueron las palabras de Madi antes de que viniera aquí y si no fuera así buscaría la forma de convencerme para ceder nuevamente a tener sexo con él.

Y yo como estúpida dejé que esto pasara a más. Sabía que para Dominick solo sería una noche más con una mujer.

—¿A-Acaso hice algo malo para merecer esto? —sollocé y limpié mis lágrimas, que no paraban de salir—. ¡Claro! Solo quería saber qué se sentía hacerlo con alguien como yo.

No sabía cuántos días permanecí encerrada peleando conmigo misma, pero más o menos calculé que tenía al menos dos días con el sentimiento del dolor agobiándome a cada momento mientras me consumía por dentro. Solo quería estar a solas.

Después de desahogarme en la oscuridad, me preparé para ir al instituto.

—Mamá, ya estamos listos.

—Vamos, que Mateo debe estar esperándonos.

—¿Cómo que mateo? Yo los llevaré. —Dominick salió de su cuarto como si nada hubiera pasado entre nosotros. —Vamos.

—No —lo detuve—No hay espacio en tu auto para cinco personas. Verónica se sentirá incómoda. Tú llévala, yo me iré con ellos.

—Compórtate como mi luna, Charlotte.

—¡Y tú como mi alfa! Pero claro, no puedes hacerlo, ¿verdad?

—Basta —susurró entre dientes. —Basta.

—No, ¡basta tú!

—Mamá, no pelees con papá.

Sofía empezó a llorar al ver que no dejábamos de pelear.

—¿Ya ves lo que provocas? —espeté enojada tomando a Sofía en brazos. —Dios.

—¡Haz lo que quieras! —bramó molesto y se alejó de nosotros.

No sabía cómo íbamos a dar buena imagen frente a todos si no parábamos de pelear. Cris solo me decía que, si yo deseaba, nos podíamos ir cuando quisiera, pero Sofía al oír eso lloró más fuerte.

Sangre de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora