XXXVI

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Llegué a la habitación y empecé a tirar la ropa por el suelo buscando así un poco de desahogo, cosa que no funcionó.

Me senté en el suelo y empecé a llorar.

Entonces la puerta se abrió y de un momento a otro Sira estaba agachada en el suelo conmigo.

– ¿Qué ha pasado?

Se lo conté todo y entonces me abrazó muy fuerte.

– ¿Sabes qué? Él decide en su vida, pues tú en la tuya, así que haz las maletas y pide un billete.

– Pasado mañana es el partido Sira.

– Ya, pero no voy a permitir que estés allí para apoyarle.

– Quiero ver a los demás.

Sira soltó un suspiro y asintió suavemente.

– Está bien, pero quiero que en cuanto termine el partido, te vayas.

Reí suave.

– Parece que me estás echando.

– Lo hago.– dijo sonriendo.– Te estoy echando porque quiero verte ya en ese jodido anuncio. Cumpliendo todas tus metas.

Sonreí mientras ella limpiaba mis lágrimas.

– Está bien, me iré después del partido.

– Esa es mi chica.

Me abrazó y yo la miré sonriendo.

El día había llegado.

Sira había estado subiéndome la comida a la habitación a escondidas para que no tuviera que salir y verle.

Lo agradecí enormemente.

Había comprado un billete de avión para esa misma madrugada.

Así que cuando acabase el partido, Sira iba a llevarme al aeropuerto.

Me vestí poniéndome un top negro y un pantalón cargo de color rosa pastel.

Después Sira y yo nos fuimos al estadio.

Y los chicos salieron a calentar.

Vi que me miraba, pero no estaba dispuesta a mirarle de vuelta.

Después de aquello, el partido empezó.

Los nervios se palpaban en el aire y había tensión de parte de ambos equipos.

La primera parte no trajo demasiadas alegrías, aunque tampoco nos habían marcado.

Después la segunda parte empezó y aunque había algún que otro susto por ambas partes, no llegábamos a marcar.

La segunda parte acabó y se inició una prórroga.

Miré a los chicos triste, porque sabía que estaban cansados.

La primera parte de la prórroga tampoco dejó goles y todo el mundo estaba desesperado, tanto nuestra afición como la rival.

La segunda parte de la prórroga fue más o menos de lo mismo.

Y entonces, llegaron los penaltis.

De repente el tiempo se me pasó muy rápido, y tras ser consciente de que acabábamos de fallar tres penaltis, supe que acabábamos de perder.

Se acabó.

Los chicos se sentaron en el césped del campo y empezaron a llorar.

Gavi miraba a la nada aguantando el llanto y tuve ganas de saltar todas las gradas e ir hasta él corriendo.

𝐁𝐀𝐁𝐘 𝐁𝐎𝐘 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora