XLV

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Al día siguiente me levanté, estuve colocando la casa  y por la tarde fui a la autoescuela.

Entré bastante asustada, pero todo se me quitó cuando mi profesor empezó a darme las clases.

Se llama Rafael y era un amor.

Tenía un par de años más que yo, pero me alegraba saber que nos entendía e intentaba ayudarnos con lo que necesitábamos.

Salí de la autoescuela con el libro en la mano y vi a Gavi apoyado en su Audi negro, con las gafas de sol puestas y las manos metidas en los bolsillos.

Me acerqué sonriendo mientras me despedía de Rafa.

– ¿Quién es ese?– preguntó Gavi bajándose un poco las gafas.

– Es mi profesor, es simpático.– dije sonriendo.

Gavi se puso las gafas encima de la cabeza y entonces me agarró la cara y me besó.

– Listo, ya sabe a quien le perteneces.– dijo mirándome.

Reí poniendo los ojos en blanco.

Me monté en su coche y él se montó para después abrocharse el cinturón y volver a ponerse las gafas.

– ¿A dónde vamos?

– Al cine.

– ¿Cine?– pregunté sonriendo.– ¿Que película vamos a ver?

– Se llama Secuestrar a mi novia, ¿te gusta?

Me giré para mirarle y sonreí.

– Es un título pésimo cielo.

– Pésimos son los intentos que hace el Rubén ese para ligar contigo.

– Se llama Rafa y no, no intenta ligar conmigo cielo.

– Sí sí, Raúl.

Sonreí de lado mientras negaba con la cabeza.

Me hacía gracia cuando se ponía así porque parecía un niño pequeño.

Llegamos al cine y bajamos para después tener que parar porque pedían fotos.

Me quedé al margen sonriendo cuando sentí que alguien me tocaba el culo.

Me puse seria y me giré para soltarle un par de palabras al degenerado, pero no me dio tiempo, porque Gavi se encaró con él.

– Vuelve a ponerle una mano encima y te juro que acabas en el hospital , gilipollas.

Agarré a Gavi del brazo y él me miró.

– Tranquilo, vamos.

Gavi se disculpó con los demás y después me siguió.

– Será animal y puto guarro.

– No pasa nada cielo.

– Sí que pasa, que yo sepa tú no vas tocando abdominales ni el paquete a nadie, ¿por qué ellos sí?

Suspiré sabiendo que tenía razón, pero me negaba a que le pegase a nadie y que acabaran denunciándole.

– Porque había gente y estabas ahí, sino le habría partido la cara.– dijo mirándome.

Lo paré y le agarré la cara.

– Gracias, te quiero.– dije acariciando su nuca.

Su mirada se ablandó y me acarició la cara.

– Te quiero.– dijo mirándome.

Después de aquello, entramos a la sala y nos sentamos con un cubo enorme de palomitas y algo de bebida.

𝐁𝐀𝐁𝐘 𝐁𝐎𝐘 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora