XLVIX

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Me desperté a la mañana siguiente y busqué con el brazo a mi chico.

Aunque no encontré nada.

Me senté encima de la cama y me me levanté para bajar a la cocina.

Me asomé y sonreí viendo a Gavi viendo un vídeo para hacer tortitas.

– Illo, ¿cómo vas a ponerle tanta azúcar?– dijo hablándole al del móvil.

Llegué a la isla de la cocina y me senté sonriendo.

Le vi darle la vuelta a la tortita y entonces la puso en un plato.

Empezó a hacer tortitas como si le fuera la vida en ello y cuando acabó, apagó el fuego y limpió todo lo que había ensuciado.

Después cogió sirope y les echó un poco por encima.

Cogió las fresas que había en la encimera y las puso en un bol, que dejó en una bandeja.

Después cogió algunas naranjas y las exprimió para echarlo en dos vasos.

Lo colocó todo en la bandeja y cuando se giró me miró.

– ¿Cuánto llevas ahí?– preguntó dejando la bandeja en la isla de la cocina.

– Un poco.– dije mirándole.

– Es que así no tiene gracia, vete a la cama y te lo llevo allí.

Me reí y subí a la habitación para sentarme en la cama.

A los cinco minutos Gavi subió con la bandeja y la dejó encima de la cama para sentarse a mi lado.

Lo miré sonriendo y me dio un beso.

Desayunamos y después me tumbé para reposar toda la comida.

– Voy a engordar como vuelvas a prepararme un desayuno así.– aseguré sonriendo.

– Yo te ayudo a quemarlo.– dijo guiñándome el ojo.

Sonreí levantando un poco la cabeza para mirarle.

Él me miró con una sonrisa pícara en la cara y le pellizqué el pezón.

Se apartó un poco sonriendo y después se tumbó a mi lado.

– Estoy de vacaciones... Soy todo tuyo preciosa.– dijo acariciando mis piernas.

– Entonces tienes que llevarme.

– ¿Llevarte? ¿A dónde?

– ¿En serio?– dijo mirando la puerta de la autoescuela.

– Y tan en serio, hoy tengo la oportunidad de meterme en un coche y aprender algo.

– Nena, yo puedo enseñarte.

– ¿Sí?– pregunté mirándole.

– Sí, mira, esto es el volante.– dijo señalando.– Pues si te sientas de espaldas a él y encima de mí, ya puedes aprender muchas cosas.

Me reí y le piqué la nariz para después bajar del coche.

Él me siguió un poco a regañadientes y entonces Rafael llegó hasta nosotros.

Entramos y después de coger unas llaves salimos y abrió un coche.

– Vale, súbete de piloto Maddie.

Me monté y Rafael ocupó el asiento de copiloto, obligando a mi novio a sentarse atrás poniendo mala cara.

Estaba celoso. Y me hacía mucha gracia verle así.

Tenía el labio fruncido y las cejas también. Parecía un niño pequeño.

– Vale, aprieta ese botón y el coche arrancará solo.– dijo Rafael.

𝐁𝐀𝐁𝐘 𝐁𝐎𝐘 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora