Tell me why (14)

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Campamento AIME. 3 P. M

Un chiquillo de cara sonrosada y pecas se acercaba con cierto recato a la zona de comida. Era por mucho demasiado tarde para imaginar que alguien pasará por ahí con el deseo ( o siquiera la necesidad) de tomar el desayuno, y aún demasiado temprano para ir por la cena, pero la vida tiene excepciones muy peculiares y está no era la de menos. El pequeño parecía cansado, llevaba la cara sudando como si hubiera corrido todo un maratón. Vestía shorts corto de color café con tenis y playera blancos. Su cabello pelirrojo estaba empapado por el sudor y le escurría libremente por la cara.

Llegó a la zona destinada viendo fijamente la caseta de comida ¿Acaso quería pedir algo? Caminó a paso firme, aunque temeroso, a esta. Dentro solo se encontraba Trudy, las otras dos cocineras habían salido por un encargo para la comida del día siguiente que, debido a que era la graduación, sería especial y todo un banquete. Las tres mujeres no estarían solas dentro de pronto porque se acomodarían las cosas necesarias y el servicio de banquetes con los demás chefs no tardarían en llegar al lugar. Pero, mientras tanto, Trudy acomodaba algunas verduras en una caja grande echa de madera cuando el pequeño apareció por la barra y, poniéndose de puntitas con esfuerzo (apenas se le veían los ojos) tocó educadamente en esta.

- Buenas tardes - saludó al momento. Trudy levantó la vista pero, desde su ángulo, no alcanzó a ver nada. Volvió a lo suyo y el pequeño repitió el gesto con el mismo saludo.

- Buenas tardes - habló Trudy por fin levantándose y, creyendo ver unos pequeños ojos de color que miraban atentos - Hola hijo - saludó teniendo contacto visual con este, caminó hasta el borde de la barra para verlo mejor - ¿Qué haces a esta hora? ¿En qué te puedo ayudar? - se ofreció la buena mujer.

El niño sacó una hoja arrugada de su bolsillo trasero y la puso sobre esta. Trudy lo miró confundida y tomó la hoja entre manos desdoblando y tratando de leer el garabato egipcio.

- Estimada señora: - comenzó a leer la buena mujer - Tengo a tres agentes, cuyas identidades no puedo revelar, que me están apoyando con un último proyecto, debido a esto no les fue posible acudir a tiempo a la hora de comida (la verdad sea dicha, yo tampoco fui por la misma razón) Por tanto, suplico de la manera más atenta apelando a su noble, bondadoso y maternal corazón, que proporcione una ración de alimento suficiente para ellos tres y, de ser posible, otra para mí.

Con un par de emparedados nos bastarán.

Gracias de antemano. Me despido con un afectuoso saludo.

Atentamente. Henry Data.

Todo esto lo leyó en voz alta la mujer a través de sus lentes, terminando esto levantó la vista para ver al pequeño.

- ¿Te lo dió el director? - preguntó. Él asintió decidido, la mujer apretó los labios y resopló sacando más aire del que podría imaginarse que contuviera su cuerpo - ¡Bueno! - concluyó para sí - ¿Qué le vamos a hacer? - se preguntó nuevamente y dió media vuelta dispuesta a seguir las órdenes.

El pequeño no veía nada de lo que pasaba ahí dentro pero, no sabiendo si esperar o no, permaneció de pie sin moverse. Trudy, mientras tanto, buscaba entre las cajas acomodadas y la enorme heladera. No era común que sobrará comida por lo que tuvo que improvisar rápidamente, y más aún teniendo que adelantar lo del día siguiente. En esta labor se encontraba la buena mujer cuando Margaret llegó.

- ¿Un refrigerio? - preguntó viéndola al hacer los emparedados.

- No son para mí - aclaró de inmediato - el director solicitó que se los llevara - añadió. Margaret resopló de igual forma.

Nadie es quien dice ser.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora