Campamento de la AIME...
En la madrugada.Sebastián había esperado durante el resto de la tarde que su hijo regresará pero, cayó la noche y no sucedió
-Me lo temía - se dijo a sí mismo mirando por el cristal de la biblioteca hacia afuera. La luna iluminada de forma espectacular los árboles y bañaba los alrededores con un tono azulado muy peculiar, los grillos cantaban ajenos a lo sucedido. Las luciérnagas bailaban revoloteando por allí al mismo tiempo que las alcobas ya habían subido.
Lo único que podía hacer era esperar, estas cosas no eran sencillas y tuvo la desgracia de pasarle a él. Cerró las puertas de la biblioteca como era de esperarse y subió al observatorio resignado a esperar que regresara. Las horas comenzaron a pasar y él no llegaba, se metió a la habitación que compartían los dos, primero se sentó en la cama pero después le venció el sueño, mejor dicho, se la pasó dormitando hasta que escuchó el leve crujido de las puertas de la Biblioteca ¡Ya había llegado! Digo, nadie mas se paseaba por allí a esas horas. Escuchó pasos por las escaleras y luego la puerta del dormitorio abrirse, se giró para verlo. La primera impresión no fue nada buena, se veía demacrado, cansado... exhausto. Le preguntó cómo iba y solo respondió con un ligero murmullo, se levantó y le dio un abrazo fuerte, él ya había pasado por eso antes y sabía lo que se sentía.
Después de eso decidió dejarlo para que durmiera lo que necesitara. Le puso una manta encima y lo besó en la frente antes de irse. Cerró la puerta con calma y bajó las escaleras revisando continuamente el aparato, todo en calma. Siguió la vigilia así hasta las 4 de la mañana, que tenía que cubrir la última ronda de vigilancia fuera. Salió de la biblioteca y caminó al lugar designado.
Las rondas al amanecer siempre eran las más tranquilas, pero, en algunos casos, eran las más movidas, eran regularmente por aquellas horas que el anterior vigilia estaba ya cansado y con el espesor antes del amanecer, cualquiera podría aprovecha para infiltrarse, por eso aquella vigilancia y cambio era en verdad importante.
Una vez realizado, caminó por el perímetro sin más, hasta el amanecer, a eso de las 11 llegó el relevo y él procedía a volver a la biblioteca pensativo, cuando escuchó la gritería de la competencia de natación. Se acercó solo un poco para curiosear, aunque el evento ya había acabado los jóvenes seguían emocionados y festejando al ganador. Vio por allí a un amigo de su hijo, este lo saludo y le preguntó cómo estaba, la conversación incluyó a Sebastián entre diálogos y Michael mencionó que Sebastián acababa de participar pero no terminó la carrera, esto preocupó un poco al padre.- ¿Y viste hacia donde se fue? - le preguntó a su amigo.
- Nadó hacia el lado contrario, de hecho lo vi salir del agua. Una chica iba tras él - comentó
- ¿Una chica? - se sorprendió.
- Sí, un poco más baja que él - ejemplificó con la mano - cara redonda, pelo castaño, ondulado, ojos almendrados, castaños... - comenzó a describirla.
- ¿Y dices que fue tras él? - reiteró creyendo acertadamente quien era la chica. El chico asintió sin entender - Tengo que irme - le dio un leve golpe en el hombro. Sebastián apresuró el paso hacia la biblioteca ¡Debía ver a su hijo!
Los demás campistas se quedaron un rato más en el lago pero Michael fue detrás de Sebastián extrañado por su reacción. Casi a la entrada de la biblioteca, ambos se encontraron con Sebastián acostado allí, con la ropa mojada, parecía inconsciente. Su papá rápidamente se acercó, le habló un par de veces pero, al no responder, puso su mano en la frente ¡Estaba ardiendo en fiebre! Trataron de hacerlo reaccionar pero no parecía funcionar. Con ayuda de Michael lo subieron a la habitación y le quitaron esa ropa húmeda que llevaba, dejaron a un lado la toalla que se había colgado alrededor del cuello y trataron de bajarle la fiebre con fomentos. Pero, después de una hora que la cosa no parecía calmarse, Michael fue a ver al médico quien llegó rápidamente y le recetó algo, a pesar de la fuerte inyección (que solo provocó un leve quejido de parte suya y volvió a perderse) Sebastián no reaccionaba, la fiebre no cedía y de momento tiritaba muy fuerte. Su padre no se separó de él en toda la tarde y Michael iba y venía con el médico para informarle de su estado. A eso de las 5 de la tarde, la temperatura cedió un poco, solo un poco, su papá estaba agotado. Según el médico, era un caso extraño pero el que la fiebre empezará a bajar era buena señal.
ESTÁS LEYENDO
Nadie es quien dice ser.
AvontuurSi un día descubiertas que lo que conoces como tú realidad, tú pasado y tus vivencias no son exactamente de esa manera, ¿Cómo reaccionarías? Anny es una chica como tú y como yo, va al instituto y trata de seguir con su vida diaria como cualquier ad...