Papeles invertidos (30)

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(Gerardo)

El presente es ahora, es aquí. Cada momento es especial, cada momento es único, cada abrazo, cada saludo, cada sonrisa se atesora en el corazón y eso es lo que te hace sentir vivo.

A inicio de verano, cuando tuve la incertidumbre de cuánto decirle a Anny sobre mi vida pasada, volví a leer Mistress Branican con la esperanza de tomar valor para lo que estaba por venir. Luchó, persistió e insistió por aquello que amaba. No siempre hay finales felices, los momentos agridulces son parte de la vida. Y, en ocasiones, hacen que parezca más una tormenta que una refrescante brisa, aún así, al final, siempre viene la calma después.

Si pudiera encontrarme con Verne y hablar con él una vez más, le preguntaría por qué no "terminó" el libro, por qué, de forma tan abrupta, acaba con un momento tan conmovedor. Uno queda con la intriga de los demás al rededor de los Branican, el capitán, sus amigos de San Francisco ¿Qué fue de ellos?
Pues, la verdad sea dicha, al llegar a un momento así, no es el final, sino el inicio de una nueva aventura.

Siempre le he dicho eso a Anny con las películas románticas, pocas en realidad muestran el después de la boda, la rutina de la vida y lo que se debe luchar para mantener vivo ese amor.

Y es, precisamente ese tiempo lo que nos ha traído a este momento.

Al ver a las dos mujeres que más amo en el mundo, por fin juntas, a pesar de una enorme brecha de años, me es algo increíble y, hasta cierto punto, irreal. Las dos chicas por las que viví y luché están aquí, frente a mí. Mi tesoro más valioso.

Mari levanta la mirada suavemente, no puede parar de llorar, Anny no se despega de su madre. Un escalofrío recorrer mi cuerpo: madre. Una palabra casi desconocida en el vocabulario de mi pequeña. Han sido 14 largos y duros años, pero, por fin, después de mucho esfuerzo, la familia Villarreal Contreras vuelve a estar junta.

Ella me extiende la mano para acercarme a dónde están, es tan perfecto el momento que temo pueda desvanecerse en cualquier momento. Tomó su mano, una leve descarga corre por mi cuerpo (y no es por la BABA) ¡Es real! ¡Está aquí! ¡Están aquí! ¡Estamos aquí!

No siempre se valora el momento, el presente, el ahora. La vida corre tan deprisa, o, mejor dicho, uno corre tan deprisa que no siempre se hace una pausa para valorar lo vivido, lo que somos, lo que tenemos, en dónde estamos.
Me acerco a ellos envolviendo entre mis brazos, el peculiar y único olor de Maribel me impregna y se funde von el sutilmente aroma de Anny. Permanecemos así unos momentos ¿Segundos? ¿Minutos? No importa, deseo detener el tiempo para no olvidar este momento.

- Papá - llama Anny con una fuerte exaltación, como si acabar de salir de nadar - ¡Estás llorando! - comenta con esos ojos grandes y brillantes que posee.

- Son lágrimas de felicidad - explicó sin soltarla. Ella limpia suavemente mis ojos y mejillas con su mano y vuelva a aferrarse a su mamá.

El tiempo avanza, pero no somos concientes. Es como si se hubiera formado una burbuja que frenará todo.
Mi muñeca sucumbe ante una leve vibración de mi reloj, entonces, vuelvo a la realidad. Son las 6:30 de la mañana. No necesito verlo para asegurarme. Sigo abrazándolas

- Gerardo - escuchó a alguien que llama detrás con una voz conocida. Volteó ligeramente sin desear separarme de ninguna

- Lo siento - suelta sinceramente, le cuesta mantener contacto visual conmigo, y no por que mienta, sino por que realmente está arrepentido.
Mantiene la mirada baja y el rostro pálido con las mejillas encendidas.
Esbozó una leve sonrisa, me levanto y, aunque me cuesta, caminó acercándome a él.

- Lo siento, de veras que sí -repite con pena - Lo que he hecho... Lo que les he hecho - aclara - difícilmente tiene perdón - levanta la mirada un breve instante haciendo contacto visual - Por favor... - hizo una pausa tragando saliva con dificultad esperando mi reacción ante lo siguiente - ¿Podrías... perdonarme?

Nadie es quien dice ser.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora