Días de tormenta (2)

56 2 3
                                    

Aquel viernes teníamos planeado ir a un museo al aire libre, el día amaneció con un poco de nubes pero, a lo largo del desayuno, esas nubes se transformaron en una tormenta que no cesó ese día.

Papá prendió el televisor para ver las noticias, había entrado un huracán en cierta costa y, a consecuencia, nos estaba llegando aquel aguacero. Se anunció que la tormenta duraría todo el fin de semana y que los vuelos habían sido suspendidos por causa de esta. Papá miraba la noticia y entonces volteó hacia la ventana.

- Parece que pasaremos un día bajo techo - anunció decidido al ver el pronóstico del tiempo. Dejó el control en la mesa de centro y caminó a la barra junto conmigo - ¿Qué se te ocurre que podemos hacer? - preguntó recargando su codo en la barra y poniendo su barbilla sobre su mano en señal de aburrimiento.

- ¿Cocinar? - sugerí encantada.

Creo que hay cierto detalle que había pasado por alto hasta este punto y es que papá cocina que da envidia. Todo lo que hace es delicioso y muy variado, por este punto, nunca extrañé comida casera pues era él quien se encargaba de esta. Yo era su aprendiz en la cocina (digamos que mis comidas daban mucho de que hablar) Habíamos platicado varias veces de meternos a clase de cocina pero nunca lo llevamos a cabo por una y otra cosa. Debido a esto, cuando papá preguntó por el campamento de cocina, hasta cierto punto no me extrañó pues era una meta que teníamos pero queríamos hacerla juntos.

- ¡Bien pensado! - sonrió de lado más animado - Algo sacaremos con lo que compramos y lo que encontremos - me guiñó el ojo.

Así que, ese día, después de desayunar, papá sacó su lado de chef e hizo incluso más de lo que pensé. Además de realizar la comida de ese día (con un postre sencillo) sugirió preparar una comida sorpresa para cuando llegaran mis abuelos, a lo que accedí.

Me encantaba ver a mi padre tan emocionado, conocía aquella cocina como la palma de su mano y, según me dijo, las cosas estaban donde él las recordaba. Llegada la hora de la comida hicimos una pausa para disfrutar de esta delicia y seguir con la labor. Iban a dar las tres de la tarde cuando el agua hizo un poco de tregua.

- ¿Tenemos ropa que lavar? - preguntó papá cómo todo un amo de casa mientras terminaba de mezclar la harina con el resto de los ingredientes para el bizcocho que estaba preparando. Asentí pensando en que mi pequeña maleta estaba llena de esta.

En casa normalmente soy yo la que me encargo de meter la ropa a la lavadora y colgarla, así que hice lo mismo. Después de una breve batalla con la lavadora y las instrucciones de esta, logré ponerla en marcha y a trabajar. Regresé con papá en lo que esta terminaba su labor. Estaba lavando los trastes cuando lo encontré. Ese par de horas lo usamos en limpiar un poco la casa (no era que mis abuelos la tuvieran tan sucia, pero quién sabe hace cuánto que habían salido y la mugre ya se notaba) Terminado el ciclo de lavado papá me dijo que él se encargaría de ponerla a secar (cosa que se me hizo misión imposible pues había comenzado a llover nuevamente) pero dejé el asunto en sus manos. La casa olía deliciosamente al pan de naranja en el horno.

Entre las labores de la casa, la lavada y la cocinada, nos dieron las 7 de la noche. Lo recuerdo bien porque a esa hora (mientras afuera caía un tormentón) el teléfono de la casa timbró de momento. Tanto papá como yo nos sorprendió en un inicio pero papá fue a levantar la bocina. Con un poco de desconfianza respondía.

- ¿Sí, diga? - contestó mientras yo estaba terminando de secar los platos - ¡Ah! Papá. Qué gusto escucharte - se relajó - ¿Ya llegaron para que los vaya a traer? - hizo una pausa esperando la respuesta del otro lado de la línea - ¿En el aeropuerto? - preguntó confuso - Sí aquí también. Es lo que vimos en las noticias - un silencio - Es lo mejor. Mamá debe de estar muy preocupada - comentó rascándose la nuca - No, por nosotros no te preocupes, estamos bien - le tranquilizó. Asentía con la cabeza mientras escuchaba - Me gustaría hablar con mamá para que esté más tranquila - dejé el trapo de la cocina y me acerqué de puntillas a dónde él para tratar de escuchar la conversación. Papá tapó la bocina un segundo y artículo con la boca "Tu abuelo" asentí y preste atención - ¡Mamá! - le saludó alegremente

Nadie es quien dice ser.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora