La otra cara de la moneda (25)

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Ya lo dice el viejo y conocido refrán: "El tiempo cura el agua que no haz de beber", o quizá era ¿"El agua que no bebés el tiempo se la lleva"? No.. esperen... me parece que es ¿"Cuando el tiempo pasa y no bebés esa agua, mejor déjala correr porque podrá servirle a otro"?

Bueno, la idea es esa...

Esta extraña introducción es necesariamente obligatoria para lo que veremos a continuación, además, es una referencia a nuestro tímido pero ocurrente amigo: George Stortsa. Pues, cuando no le ocurría algo le pasaba otra cosa en su vida. Y no, no queremos "romantizar" su vida. Ya han leído algo de lo ocurrido y, desgraciadamente, hay personas que pasan por cosas más severas pero, el desenlace siempre depende de la persona pues, la actitud y las decisiones tomadas siempre traen consecuencias; para bien o para mal. Entonces, aquí va lo ocurrido desde la última vez que Ricardo lo vio.

Ciertamente, George se fue con Magnus, las cosas como son, no podemos borrar ese pasado.
Pero, una vez que hizo esto, transcurrieron tan solo unos meses cuando las circunstancias cambiaron drásticamente. Magnus quería al chico como su sucesor, pues temía que pronto le llegaría su momento (y bien lo presintió pues, solo un par de días después de su huida, se fue de este mundo.) Así que el confundido George volvió a quedarse solo, sin amigos, sin familia y sin rumbo.
Desde el primero momento la conciencia le atormentaba, la imagen de su amigo viéndolo desde el edificio lleno de humo fue algo que lo dejó marcado. Hubiera querido cambiar pero, en ese momento, el temor le venció y quiso huir.

Creyó que, quizá con Magnus, podría esperar a que las cosas se enfriaran un poco y poder volver con el tiempo pero, cuando su "protector" faltó de manera tan súbita, todo se vino abajo pedazo a pedazo.
Tal como le sucedió al ilustre Alejandro Magno, cuando Magnus murió, cuatro de sus cabecillas se pelearon por el puesto (entre ellos los dos sobrevivientes) aunque, de igual manera como le sucedió al personaje histórico, no había testamento escrito que nombrara heredero, por lo que el puesto quedó vacío y en batalla durante varios años.
En todo este tiempo, George tuvo que aprender a arreglarlas por sí mismo, viviendo con el constante temor de que fueran a hacerle daño (pues había sido el último con quién Magnus tuvo contacto y estuvo con él en su lecho de muerte.)

Al final, por los pelos, escapó del cuartel y anduvo errante unos meses, tiempo que le sirvió para reflexionar, hasta que se topó con un circo ambulante. El maestro de ceremonias, un hombre de apariencia juvenil y actitud vigorosa, le dió acogida como parte del espectáculo. El chico perfeccionó en esos años el arte del ilusionismo, que era algo de lo cual disfrutaba en sus días de mocedad y se le daba bastante bien. Además, este hombre, preocupado por la educación del muchacho, lo ánimo a estudiar tanto como los viajes le permitieran.

Así que George fue instruido en esa escuela ambulante, viajando por el mundo y conociendo gente nueva. Esto produjo beneficios, pues el joven obtuvo buenos conocimientos (y prácticas) en lo que al tema de medicina se refiere. Sabía remedios caseros, medicina tradicional y de última generación para ciertos males que, más de una vez fueron bien recibidos en la compañía ambulante ante las caídas, los golpes, las fracturas o los nacimientos a mitad de la noche (tanto de humanos como de animales.)

Esto era algo que le dió un rumbo diferente a su vida, aún así, a pesar de los lugares y todo lo aprendido, cargaba consigo ese viejo pasado que le atormentaba, siempre parecía estar demasiado cerca de todos y de estar en peligro. El director del circo quería ayudarlo pero siempre parecía no dispuesto a contar la verdad. Cómo hombre de mundo y experiencia, sabía que tarde o temprano él hablaría cuando estuviera listo.Y esto ocurrido después de varios años.

La vida le hizo volver a su ciudad natal, al mismo lugar donde todo comenzó. Dieron una función como lo iban haciendo en otras zonas, pero, estando ahí, le hizo reflexionar en volver y tratar de remediar sus errores, así que, una vez que George abrió su corazón al maestro de ceremonias (que bien podríamos decir le tenía un cariño paternal) y, explicándole con todo detalle lo ocurrido; bajó la mirada un momento pensativo, sabiendo lo que debía hacer, George compartía ese pensamiento y, por esa misma razón habló con él.
Como buen creyente de la justicia divina, el buen hombre vio conveniente dejarlo ir a dónde su amigo y arreglar las cosas de una vez por todas.

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